El fin de semana tuve la ocurrencia de preguntar cuánto salía un libro, ese de Bioy Casares contando sus conversaciones con Borges; por las referencias, tengo entendido de que se trata de una serie de CHUSMERíOS BARATOS, pero propalados por dos de las más grandes figuras de nuestras letras. La ecuación (un contenido chabacano + una forma exquisita) no podía ser más sublime.
Lamentablemente, el precio tampoco podía ser más sublime. Algo así como 145 pesos. Pude, afortunadamente, reprimir el impulso de preguntar si era de oro o si había roto algo (mis sesiones en .Miserables Anónimos. están dando resultado), pero sí se me escapó un expresivo .¡Epa!..
Como el libro no se encontraba en existencia, la vendedora justificó el precio diciendo que el libro .es así., mientras realizaba una letra .C. mayúscula en el idioma de los sordomudos, como indicando el inabarcable grosor del libro.
Convengamos una cosa: Cuando un libro excede ciertas dimensiones, no debería salir más caro sino más barato. Además de una intensificación de los perjuicios intrínsecos de leer un libro (lectura, etc.), nos acarrea daÑos en la espalda, problemas de espacio, de tiempo y de cantidad de polvo acumulado; por lo que la vendedora leyó en mi mirada el fantasma de la inconformidad, así que trató de arreglarla diciendo: .Aparte tiene tapa dura y está cosido..
Ah, bueno. Estamos arreglados. Así que viene con tapa y está cosido. Sólo le faltó agregar que, como prestación extra, venía con una serie de papeles impresos con tinta, y que traía todas las palabritas, pero todas todas, las fáciles y las difíciles, las cortas y largas, con sus puntos y comas y vocales y consonantes. Hasta los diptongos te trae.
También se le escapó decir que el libro estaba escrito en castellano, en el alfabeto occidental y en una agradable letra de imprenta, no en tipografía gótica o manuscrita a cargo de un médico; y que las hojas estaban, además de cosidas, en orden numérico ascendente, y que la editorial había tenido el buen tino de poner todas las páginas, fijate qué macanudos, pudiendo ahorrarse una o dos o treinta o cuarenta, total quién se va a fijar, si el libro .es así. (realizar C mayúscula en el idioma de los sordomudos). ¡Ah, y la tinta es negra, no blanca (para que se pueda ver sobre las hojas)!
Otra: Le pusieron lomo. Esto se lo podrían haber ahorrado, si total lo libro está cosido. Y de un solo lado, ya que si le hubieran puesto lomo de los dos lados la apertura del libro se haría dificultosa, por no decir imposible. Ahí también estuvieron bien. Y las hojas fueron colocadas una al lado de la otra sin plasticola, como para que no se queden pegadas. ¿Y todavía TE PARECE CARO, RATA?
Sólo el hecho de que me tuve que ir (tenía un asado) impidió que la vendedora continuara con otros atributos del libro, como por ejemplo el hecho de que no estuviera envenenado .con la fuerza de mil escorpiones.. Tampoco se trataba de un Libro Maldito, de esos que le traen la desgracia a mí, a mis descendientes y a los descendientes de mis descendientes; ni fue escrito por el árabe loco Abdul Alhazred (de hecho, todo indica que fue escrito por Bioy Casares, de quien se podrán decir muchas cosas pero no que es un árabe loco que desentierra textos impíos e intenta despertar Dioses Primigenios). Tampoco .otro mérito de la casa editorial -se trata de un libro buscado por una secta de thugs indios, que sacrificarán a su poseedor a la cruel kali, y justo justo el libro viene con un dispositivo que hace que se te enganche en el dedo pulgar y la única forma de deshacerte de él es cortándotelo (el dedo).
Infiero también, sin que la vendedora se molestara en aclarármelo, que el libro .Borges., de Bioy Casares, tampoco despide un olor nauseabundo cada vez que uno lo abre. Ni emite una melodía de tarjeta navideÑa electrónica (o la lambada), ni unas carcajadas escalofriantes ni un llanto desgarrador. No pesa diez toneladas (casi, pero no diez toneladas), no está al rojo vivo, no contagia enfermedades de transmisión sexual, no te deja ciego, no se te engancha con la bragueta, no se frena cada dos cuadras cada vez que lo pasás a GNC, no te mea la almohada, no fue el autor de ningún genocidio, no se le tiró un lance a tu novia ni te llama a las doce de la noche ni te pide guita prestada (bueno, una vez y después ya no más). Tampoco te viene a hablar del celular nuevo que se compró, ni del partido, ni te pregunta tu nombre quince veces ni pone comentarios boludos en tu blog, ni te pide que te quedes a laburar hasta cualquier hora ni da cuatrocientas vueltas antes de decirte algo ni te rompe las pelotas con el temita del tanque de agua. Nada de eso. Es un libro. Es más, ¡ni siquiera estás obligado a leerlo!
Teniendo en cuenta todas esas cosas, la verdad es que está REGALADO. Corro a pedir un microcrédito.
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