NO SERíA QUIEN SOY SI ESCUCHARA LOS CANTOS DE SIRENA QUE ME INSTAN A abandonar mis reflexiones sobre .Gran Hermano.. Y, para bien o para mal (más bien esto último), soy quien soy, y que me cuelguen si no acabo de terminar la frase con menos contenido de la historia de la literatura.
En fin, la cosa es que he descubierto dónde reside uno de los encantos elusivos de .Gran Hermano.; es en esa especie de Tribunal semanal donde .además de la brillante intervención de ya saben quiénes .se los acusa de los peores crímenes contra la Humanidad y, ante sus patéticos intentos de defensa, se les muestra a los reos imágenes incontestables de su vida pasada (en este caso, sus días de encierro).
El PARECIDO con este CLáSICO DE LA DIVULGACIóN EVANGELISTA es ASOMBROSO; la única diferencia es que los protagonistas de nuestra historia, en lugar de quebrarse, gemir y recibir al SeÑor en su corazón como el tipo de la historieta, parecen haber sido asesorados por un abogado un poco chanta cuya estrategia se reduce a decirles .vos negá todo, negá todo.; incluso observando .rodeado de los miembros del Jurado Divino -la escena en la que se los ve, de cuerpo entero, sin manipulación digital de ninguna clase, asesinando al conejito de los huerfanitos (esta última situación es un ejemplo hipotético; hasta ahora, ningún protagonista de Gran Hermano ha llegado tan lejos).
Claro, es verdad que Jorge Dorio no es Dios. No le falta demasiado, pero no es Dios, así que el escudo de las caras de cuarzo funciona ahí ahí pero funciona.
Miren, (hablando de Dios), tres historietas de Pelopincho y Cachirula en el blog de Oscar Grillo.
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