viernes, 9 de marzo de 2007

¡Cumbre y Contracumbre de .Gran Hermano.!





ADVERTENCIA: Este .artículo. .por llamarlo de alguna manera -está dedicado a los espectadores de .Gran Hermano., así que le pido a mis lectores habituales, que sólo dejan la lectura de Shopenhauer, James Joyce y Michel Foucault para deleitarse en la contemplación de la colección de Pollocks, Kandinskys y Minujins que tienen en el cuartito del fondo o para subirle el volumen a sus discos de Meredith Monk o Arnold Schöerg con la que ambientan la puesta de August Strindberg que están armando con la actuación de sus hijos y el gato del vecino (asesorados vía Chat por Tadeusz Kantor), mientras se deleitan con un Cognac Napoleón apenas entibiado sobre su antigua salamandra victoriana forjada en el aÑo 1895, que lo pasen por alto. El lunes continuaremos con los ELEVADíSIMOS TEMAS de siempre.


LA CUMBRE DE .GRAN HERMANO.: Mariano Peluffo es un encanto de persona. Mariano Peluffo es un grande. Mariano Peluffo es, a su manera, una no reconocida Estrella del Firmamento de la Conducción Televisiva. Mariano Peluffo une la bonhomía de Héctor Larrea con la velocidad mental de Roberto Pettinatto, sólo que su humor tiene la graciosa blancura de Juan Carlos Mesa, aunque con un toquecito .apenas, como quien le pone la puntita de un ají puta parió a un guiso .de la acidez de un David Letterman.

Mariano Peluffo puede dirigirse con la misma gracia y calidad humana a los muchachos de barrio que van saliendo de la .casa más famosa del país. como a los emergentes televisivos que conforman su .panel. de debatidores y al agudo intelectual Jorge Dorio, que desde el bagaje de sus amplios conocimientos académicos es capaz de reconocer la brillantez del conductor con un aplauso sincero ante un chiste sacado de la galera.


Por algún motivo, Mariano Peluffo está condenado desde hace aÑos a ciclos de segunda categoría, excepto cuando reaparece .Gran Hermano., y entonces es obligado a cubrir los cuatrocientos horarios del día en que el ciclo sale al aire. Y entonces brilla. Mariano Peluffo es .Mr. Gran hermano.. Mariano Peluffo conduce el debate y logra estirarlo a las tres o cuatro horas que dura cada emisión sin que su energía decaiga ni medio voltio, y convierte lo que podría ser un programa de escandaletes psicopáticos tipo Lía Salgado en una reunión de amigos de toda la vida, donde se dicen chismes, se reflexiona sobre la Dictadura Militar (un aporte recurrente del Sr. Dorio) y se comparte un humor entre chabacano y amistoso pero siempre cálido. Por lo general, Mariano Peluffo pasa la última hora del programa inventando temas de la nada, alla Chiche Gelblum, cuando los tres o cuatro temas del programa se han agotado hace largo rato, y sale airoso.


Mariano Peluffo parece ser un buen ciudadano, un excelente padre de familia y un mejor amigo. Invitaría sin dudarlo dos veces a comer a mi casa a Mariano Peluffo, dejaría que mi hijo juegue con sus hijos y hasta le permitiría echar un vistazo a mis CDs. Estoy seguro de que pasaríamos un rato muy ameno, riéndonos hasta altas horas de la madrugada, y si la conversación decayera, él lograría sacarla adelante (por algo es Mariano Peluffo).


Quiero decir que aprecio profundamente, sin conocerlo, a Mariano Peluffo.


LA CONTRACUMBRE DE .GRAN HERMANO.: Por el contrario, Jorge Rial apesta. Jorge Rial ha sido galardonado injustamente con el honor de conducir lo que serían las .entregas principales. de .Gran Hermano., aquellas donde se nomina y se expulsa a los pibes esos. Jorge Rial no sabe hablar, se queda sin voz a los cinco minutos de programa, no tiene ritmo para decir el chiste más básico (los cuales probablemente trae pensados desde su casa o son escritos por un equipo de veinticinco humoristas detrás de cámara) ni aunque lo dirija Gerardo Sofovich o Billy Wilder.


Jorge Rial no me agrada. Jorge Rial no me cae bien. Jorge Rial confunde .suspenso. con .quedarse callado durante tres minutos sin decir nada.. A Jorge Rial también le han encargado alargar el programa hasta los límites de lo decente, pero está lejos de salir airoso. Allí donde las costuras de la insustancialidad son, más que un defecto, parte de un socarrón encanto en las emisiones de Mariano Peluffo, en Jorge Rial se convierten en mucho menos que un defecto. Se convierten en torpeza y aburrimiento y cólera.


Jorge Rial le da un nuevo significado a la palabra .estirá, estirá.. Jorge Rial logra que tres horas, efectivamente parezcan tres horas. Y tres horas de pibes que no saben conjugar el modo subjuntivo es, en realidad, un montón: sólo que un Héctor Larrea, un David Letterman o un Mariano Peluffo saben transformarlo en el irresistible espectáculo de la comedia humana. Jorge Rial no.


Para ser efectivo, Jorge Rial necesita a cuatro adláteres sin dignidad que le hagan la pelota y se rían cuando él los insulta, por lo general sin la menor gracia. Puesto ahí adelante solo, con los efectos de los cuatro o cinco antihestamínicos que parece estar tomando, tropezando con cada sílaba, confundiendo los nombres de los dieciocho (menos de la mitad de los alumnos de un grado de cualquier escuela primaria estatal) participantes, necesitando a cada segundo la ayuda de sus productores, que le dictan vía audífono lo que debe decir para no meter la pata -para manejarlo control remoto, ¿no sería más barato poner un robot o tal vez un Scalectrix? .Jorge Rial se revela como lo que realmente es, que no sé si decirlo o no, pero se ve a simple vista.


Yo no invitaría a mi casa a Jorge Rial, ni compartiría un café con él y preferiría no cruzármelo por la calle (afortunadamente, debe tener un auto con vidrios polarizados), y probablemente le negaría un vaso de agua en el desierto. También me sentiría más tranquilo si supiera que Jorge Rial vive lejos de mi casa, ya que no en otro país, por lo menos en la provincia, en un barrio privado al lado de una autopista, con guardias armados en la puerta, para que la distancia entre él y yo sea lo más concreta y gallega posible.


En un mundo más justo, Mariano Peluffo estaría al aire VEINTE HORAS AL DíA EN CADENA NACIONAL y Jorge Rial media hora, después de los programas evangelistas, formando parte de un panel y leyendo algo (por ejemplo, un aforismo). Pero así no es la cosa.


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