Recién, cuando fui a almorzar, me crucé con Kiriatos.
Salía de un chino y llevaba unas bolsas de las compras muy cargadas. En un primer momento, al verme, pareció un poco contrariado; luego sonrió y se acercó para saludarme, con una dudosa expresión de “qué tal, qué andás haciendo por acá”. Le pregunté qué había pasado y cómo le había ido en la misión que le encargué.
“Ah, patrón… ‘Cómo me fue’… Esa es LA pregunta, patrón… Algún día le contaré las que tuvo que pasar este viejo griego y le aseguro que se va a caer de espaldas, patrón…”
Le pedí si no me podía contar ahora y si le había quedado algo de los viáticos. “¡Ah, patrón! Deberá disculpar a este viejo y débil griego, pero quiero dejar pasar un tiempo; estoy intentando olvidar esa pesadilla. Fue sumamente traumático (no sé si sabe que esta palabra es de origen griego) y francamente prefiero dejarlo atrás. ¡Mejor pensemos en el hoy, patrón, vivamos el hoy, levantemos nuestra copa de ouzo y brindemos por la vida, por la risa de un niÑo descalzo, por el sol que calienta nuestras espaldas y los tibios muslos de una muchacha regordeta!”
A continuación empezó a cantar una vieja balada griega y a dar unos pasos de baile. Aproveché para escabullirme.
Lo peor es que nunca vamos a saber a dónde da el Túnel Subfluvial.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario