martes, 28 de diciembre de 2004

¡ASí DA GUSTO METERSE EN UN BERENJENAL!





Patrón, si tiene un rato para leer esto (entiendo que recorrer los más rutilantes casinos de Montecarlo y Acapulco puede ser bastante agotador) le recuerdo, si no es mucha molestia, vaya a ver a mi pariente que vive relativamente cerca de ahí porque creo que tiene un paquete para mí (unas berenjenas cosechadas al estilo griego, ideales para la preparación de moussaka) y si puede me la manda o mejor tráigalas personalmente porque nunca se sabe las cosas que pasan en la Aduana (Estoy familiarizado con las “picardías” de este hermoso país).


Le cuento que su weblog anda de lo más bien; la gente me felicita y me dice (medio en broma, claro) que ojalá que usted no vuelva e incluso que ojalá su avión tenga un accidente. Fíjese lo que es el cariÑo de la gente que para expresarlo a veces es capaz hasta de desear la muerte de decenas de personas. Pero no se preocupe, ya le conté que no me quiero dedicar a esto (a menos, claro, que a usted no le interese. Yo en lo personal lo veo un poco cansado, y además, si le interesara tanto no se habría ido. No sé, piénselo).


En fin, quisiera hablar un poco de una tendencia de lo más candente que está haciendo furor en todos los estamentos de la ciudad. Es algo que puede sentar nuevas bases en las relaciones humanas de todo el mundo; pero antes de entrar de lleno en el tema, les quería pasar esta receta de moussaka griega; una exquisitez desde donde se la mire. Recuerdo una suerte de oda (conozco bien esta palabra; es de origen griego)


¡Oh, moussaka, dulce néctar del Egeo! ¡Por ti somos capaces de tostar durante una hora nuestros genitales junto a los calurosos hornos a leÑa de nuestras aldeas griegas, y de meternos en nuestros berenjenales para cosechar sus delicados frutos (y todos sabemos lo incómodo y poco conveniente que es meterse en un berenjenal; de ahí viene la expresión “me metí en un berenjenal”)!


En fin, espérenme un ratito que sigo con lo que les estaba contando; me llama el aire nocturno y la brisa amistosa del Río de la Plata, tan parecido, si bien no en color ni aroma, pero sí en “onda” (por usar una palabra de vuestros jóvenes), a mi Mediterráneo natal.


Ahra nomás vengo. Su amigo Kiriatos.


Publicado a las 10:40 p.m.


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