Escribe el Dr. Arturo Ribeiro Paz
Constitucionalista Salvaje y Escritor de Cartas a los Diarios
todoesanticonstitucional@ubbi.com
Sr. Director:
Noto con pesar cómo los argentinos seguimos debatiéndonos entre la informalidad y la legalidad, a contramano de las grandes democracias del planeta y alejándonos por tanto cada vez más de la pujante marcha del mundo, que no se detendrá a esperar a que solucionemos nuestros infantiles problemas. No me referiré en esta ocasión a la demencial situación a la que nos ha inmerso el actual Gobierno, sino al quehacer más cotidiano, donde se ve claramente esta idiosincracia que nos impide ir a la par de la marcha de la Economía y la Política Internacional.
En mi condición de abogado tengo ocasión de ver diariamente cómo se violan las más elementales normas de convivencia y legalidad, tanto en las calles como en el interior de los comercios e incluso en la intimidad misma de las casas (la pelea a golpes de Tae Kwon-Do que debí mantener con mi mujer hace unos veinte minutos, provocada por una discusión acerca de la patria potestad de un bonsai adquirido en una feria hace ya ¡más de dos aÑos! sería un ejemplo más).
Pero más grave aún es la amplia gama de situaciones callejeras que debemos enfrentar cotidianamente y que, tal y como la pereza de los legisladores criollos no podía progeniar de otro modo, no se encuentran legisladas, debiendo muchas veces resolverse a golpes de puÑo o (la opción de un servidor) mediante el uso del alambre estrangulador oculto en el reloj pulsera. Para evitar llegar a estos extremos tan violentos es que he realizado esta brevísima investigación sobre perjuicios callejeros, encuadrándolos en sus respectivos nichos legales:
Perjuicio 1: .El Solicitador de Información Ingrato.
Sr Director: Días pasados, haciendo uso de nuestro derecho constitucional a transitar el territorio argentino, caminábamos junto a mi mujer por el barrio de Once, con el objeto de comprar artículos de cotillón para festejar el cumpleaÑos del hijo que no tenemos (una forma de paliar esta sensación de pérdida, y que estamos en todo nuestro derecho de practicar, según la vigencia de la libertad de Cultos en nuestro país), cuando un seÑor, de rasgos típicamente norteÑos, nos detuvo para preguntarnos sobre la ubicación de la calle Azcuénaga. No sin sentirme henchido de satisfacción personal ante la posibilidad de ayudar a un compatriota, pasé a darle una serie de directivas geométricas y numéricas, acompaÑadas de gestos manuales que ilustraban visualmente la explicación.
Mas, una vez terminado el engorroso trámite, Sr. Director, y acá viene lo más grave, el ¿caballero? pasó a darme las gracias .que resultarían a la postre completamente insinceras- para luego, en lugar de arrancar hacia la derecha tal y como yo le había indicado ¡arrancar para la izquierda! ¡Para el otro lado! ¡O sea, no el que le dije yo, sino el lado contrario! ¡Como poniendo en duda mi palabra, Sr. Director! ¡Humillándome en mi condición de Hombre, y, lo que es peor, desautorizándome frente a mi mujer, haciendo tambalear su respeto conyugal y mi status en tanto jefe de Familia! ¿Cómo mirar a los ojos a Marquitos, el hijo que no tenemos (pero que tiene ojos, ya que hemos mandado construir un muÑeco para representarlo en forma corpórea) luego de ser rebajado en plena calle por un completo desconocido? De no ser porque me contuve, Sr. Director .y porque la farragosa multitud lo ocultó rápidamente de mi posible represalia- hubiera hecho uso sin dudarlo del alambre estrangulador.
Cargos Penales: DaÑo Moral, Dolo, Calumnias e Injurias, Pérdida de Tiempo, Humillación Pública, Discusión Posterior con Cónyuge (.che, no te dio bola, hacete respetar, decile algo, pensé que eras más hombre, ahora veo que mi papá tenía razón.), Malgasto de Indicaciones y Dolo. Pena sugerida: De 10.000 pesos de multa a 15 aÑos de cárcel, o Resolución Cara a Cara en la Cúpula del Trueno.
Perjuicio 2: .La Corte de la Gran Vieja.
Sr. Director: Hace unos días concurríamos con mi mujer a una reconocida calle del centro porteÑo donde se concentran casas especializadas en productos de embalaje, con el objeto de adquirir algunas bolsas de copos de poliuretano expandido (popularmente conocido como “telgopor”) para rellenar muÑecos de paÑolenci. A este fin, nos bajamos en la estación .Uruguay. de la Línea .B. de Subterráneos de Buenos Aires (donde debimos resolver por nuestra cuenta y con un mínimo de violencia un desagradable incidente con un ciego, pero eso es harina de otro costal), para luego desandar camino a través de la Av. Corrientes en dirección Sur/Norte.
Pero nuestras penurias no terminan ahí, Sr. Director, ya que a pocos metros de iniciada nuestra peregrinación, vimos bloqueados nuestro normal ritmo de caminata por una muestra de lo que suele llamarse .Caravana Horizontal. o, como la llamamos con mi mujer en la intimidad, .La Corte de la Gran Vieja..
Trátase ésta de un conjunto de personas, 3 ó 4, mujeres maduras en su mayor parte (de tapado, rodete rígido y paÑoleta en el cuello) y uno que otro hombre arrastrado por las circunstancias .frecuentemente el hijo de una de ellas, que acompaÑa el asunto con mirada lúgubre- que gravitan alrededor de una anciana de aspecto centenario (.La Gran Vieja.) que a duras penas puede sostenerse en pie y que sería más feliz sobre un carrito a motor, pero que es obligada a caminar por sus parientes (por lo general mal aconsejadas por un médico bisoÑo que considera que lo mejor para la seÑora es .hacer ejercicio. o .sentirse útil., como si ésto último fuera un privilegio); éstas, entonces, forman un semicírculo alrededor y detrás de ella con el objeto de atajarla si es que se .pianta., como dicen los chicos de ahora. De más está decir que la velocidad que alcanza este conjunto es demencialmente lenta, lo que no sería grave si no ocuparan la horizontalidad total de la acera, produciendo serios tapones en el tránsito peatonal.
El accionar de estos grupos provoca constantes perjuicios a los ciudadanos de Buenos Aires, y ésta vez no fue una excepción, Sr. Director, por lo que tardamos aproximadamente unos 45 minutos en caminar media cuadra, y sólo nuestro sentido del civismo, Sr. Director, nos imnpidió lo que es norma en cualquier región civilizada del mundo, Sr. Director, es decir, acelerar el paso aullando y tirando manotazos y pasar por encima de las espaldas de estas rémoras de la sociedad, Sr. Director.
Cargos Penales: DaÑo Moral Dolo, Bolo, Polo, Pérdida de Tiempo Personal en Segundo Grado, Resoplido, Pelea Conyugal Premeditada (.Che, hacete respetar, deciles algo, se juntan dos viejas y nos quedamos a vivir acá, papá tenía razón como siempre.), Frío, DaÑos y Perjuicios, Perfume de Vieja en la Cara y Dolo. Penas Sugeridas: 20 aÑos de Cárcel, Resolución en Cúpula del Trueno, Cepo, Destierro con Máscara de Asno en el Páramo del Terror.
Perjuicio 3: .Faltas Agravadas a las Normas del Saludo en el Transporte Público.
Sr. Director: Volvía hace unos días a mi casa junto a un compaÑero nuevo del Estudio donde trabajo, realizando el trayecto a bordo de la línea de colectivos 39 (interno 11). Conversábamos sobre diferentes técnicas para enfrentarse a un perro callejero agresivo (él sugería patada en la mandíbula, yo intentaba convencerlo de la utilidad del alambre estrangulador, aunque mi compaÑero se mostraba escéptico respecto de la posibilidad de rodear el pescuezo de un perro en pleno ataque, arguyendo incluso que .algunos perros, como el bull dog, no tienen cuello.), cuando decidí bajarme imprevistamente en una parada no habitual, ya que contemplé desde la ventanilla la presencia de un vendedor callejero de triples que me había estafado alguna vez .lo que me valió una severa discusión con mi mujer- deseaba que me reintegre el importe del dinero abonado en su momento.
Dispuesto entonces para bajarme, recordé el Protocolo no Escrito de Saludo en el Colectivo, por lo que primero saludé a mi compaÑero en situación cuerpo a cuerpo (beso en la mejilla sin apoyar los labios, ruido en el aire, palmada varonil en el hombro); luego me acerqué hasta la puerta del colectivo, contemplándolo con bonhomía desde la puerta (impidiendo que aparte su vista de mí, ya que la ceremonia de separación aún no estaba finalizada) hasta que el colectivo se detuvo y abrió sus puertas, procediendo entonces al .Saludo 2.: Un movimiento de cabeza hacia abajo, con expresón circunspecta, para luego bajar las escalerillas.
Pero ahí no terminaba mi calvario, Sr. Director, ya que, una vez ubicado sobre la acera, me dispuse a realizar el .Saludo 3.: Un saludo con la mano a mi compaÑero desde la vereda, para cerrar así la ceremonia de separación y poder empezar a Elaborar el Duelo. Pero, Sr. Director, cuando busqué .y encontré- con la mirada a mi ¿amigo?, éste ya se encontraba en otra cosa, consultando los Servicios Personales de los clasificados del diario (no el suyo, Sr. Director, que se trata de un medio serio). La pena y el desconcierto que me embargaron fueron tales que incluso olvidé por completo mi pleito con el vendedor callejero, terminando por comprarle unos tapones de baÑadera que .justo es decirlo- resultaron de excelente calidad (lo que me valió un masaje con aceites aromáticos y la elaboración de un complicado plato tailandés por parte de mi mujer, como tributo a mi excelente adquisición).
Al día siguiente, le reproché el asunto con dureza a mi compaÑero, que pretendió que el .Saludo 3. no era más que una invención personal mía y que incluso mal hablaba esta costumbre de mi virilidad personal. ¿Estoy loco, Sr. Director? ¿Acaso el .Saludo 3. no forma parte del protocolo natural según los usos y costumbres de la región del país en que vivimos? ¿Cómo no vamos a despedir el vehículo que transporta el cuerpo de un ser (hipotéticamente hablando) querido? ¿La amante que despide al soldado se separa del tren antes de que este parta hacia las trincheras? Tal vez los .códigos. de las nuevas generaciones (mi compaÑero de trabajo tiene 47 aÑos, cinco menos que yo) sean diferentes, pero en ese caso quiero preguntar: ¿En qué Sociedad nos estamos convirtiendo?
Y todo esto sin hablar del perjuicio personal que sufrí cuando al llegar a mi hogar le conté .aullando, gruÑendo como un perro rabioso y araÑando la pintura de las paredes de la sala de estar- el episodio a mi mujer, que vio menoscabada así mi autoridad personal de esposo y padre imaginario, debiendo afrontar una larga y agria discusión con rotura de diferentes adornos hogareÑos.
Cargos Penales: DaÑo Moral, Dolo, Polo, Cholo, Pochoclo, Calumnias e Injurias, Humillación Pública, Malgasto de Saludo, Pérdida de la Confianza en el Género Humano, Inhalamiento Innecesario de Smog, Discusión Conyugal Culposa (.Te ninguneó, no te hacés respetar, decile algo, y vos querés ser el padre de nuestros hijos imaginarios, de Marquitos, de Ramoncito y de Lucilita que está por venir de la fábrica de muÑecos, me siento humillada de sólo mirarte, por qué no escuché a papá, que era un Hombre de verdad, me quiero morir.). Lolo, Rolo, Totolocho y Chingololo. Penas sugeridas: Cadena Perpetua, Muerte Dolorosa, Enfrentamiento Final en la Cúpula del Trueno entran Dos Sale Uno, Ostracismo, Inoculación de Gérmenes y Toque Vulcano.
Confiando, sin muchas esperanzas, pero con fe en el futuro, aunque con mucho escepticismo, que estas propuestas lleguen aÑ Congreso de la Nación (le pido que las mande usted, porque yo no sé la dirección) se despide de usted un Ciudadano Argentino