¡La vida es un La Dama & El Vagabundo!

El carameluchi de la felicidad: Bueno, se puede decir que tengo mi casa casi casi casi casi a punto, sólo no me andan tres cosas; una persiana, el horno (solucionado provisoriamente con la fuerza de presión del secador de pisos contra la heladera) y la bordeadora, que está en camino de repararse. Luego de unos meses de abodriamiento e inercia (en los que entre otras cosas tuve el “cuartito” relleno –sí, como un raviol- de cajones metálicos que me encajetó mi padre, situación que finalmente logré revertir hasta lograr algo parecido a un “estudio de trabajo”), se puede decir que cada desperfecto es atacado con toda velocidad (la pérdida del inodoro, la de la pileta de la cocina y el malcfuntionamiento del timbre fueron localizados y destruidos con eficiencia atronadora por el Sr. José, el gigante de las reparaciones universales, precios razopnables, relativa velocidad en su apersonamiento y nativo de Villa Pueyrredón), siguiendo esta regla de oro: no tener más de tres cosas rotas simultáneamente. Mientras se mantenga este promedio, podemos decir que la casa “anda”. ¡Bien!



El dardo emponzoñado con el curare de la desdicha: El afortunado promedio fue velozmente destruido por la acción de los peques + un amiguito en momentos en que me encontraba haciendo la digestión, traducido en la rotura de una pata del futón donde suelo dormir. Esto es un problema porque, además de que me gusta dormir, no tengo muy claro a quién debo acudir: ¿A un carpintero? ¿A la tienda que me vendió el futón y que queda en la loma del orto? ¿Al Sr. José? De momento sólo me queda admitir que aquello que considerábamos la desgracia de ayer es la solución provisoria del mañana: el único objeto capaz de reemplazar momentáneamente la puta pata resultó ser, justamente, uno de los cajones metálicos encajetados que mencionaba más arriba. ¡Mal! ¿O bien? Bueno, bueno.



Miren, la máquina que te hace el juego ese de Kevin Bacon (enviado por Ilmarulo)

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