Algo es seguro: sin el valor agregado que pone Don Alberto Maciel en su tarea, las carnes de la tradicional parrilla .La Bombacha. no tendrían el mismo sabor. Los turistas de las extracciones más variadas que concurren al local de la calle Rodríguez PeÑa, en pleno centro porteÑo, elogian la mano de los asadores y la calidad suprema los cortes vacunos que allí se sirven, pero también la dedicación amorosa, casi obsesiva, incluso ligeramente inquietante, que pone Don Alberto de martes a domingo desde hace cuarenta y tres aÑos: Don Alberto se encarga del mantenimiento da la VACA EMBALSAMADA que adorna la entrada del local.
Aguantando cargadas no exentas de malicia y hasta algo de envidia y bronca malsana por parte de asadores, mozos y personal de limpieza, que insinúan cierta sobractuación en el esfuerzo de Don Alberto, e incluso concretos reclamos para que su salario se equipare .para abajo, se entiende- al del resto del local, este viejo de hablar parco y mirada inexpresiva dedica sus nueve horas de trabajo a la limpieza del animal, y a la paciente extracción de pelusas acumuladas en su pelaje con pinzas e instrumental diseÑado por él mismo. Gracias a esta amorosa tarea, .María del Carmen. (un cálido homenaje a su primera esposa) luce un aspecto ligera, casi imperceptiblemente menos deteriorado que otros miembros de su gremio.
Don Alberto trabaja con la tranquilidad de quien tiene su trabajo asegurado, ya que a pesar del resquemor de sus compaÑeros, y de los hijos de Francisco Altolaguirre, difunto fundador de .La Bombacha., que le han ofrecido una suculenta jubilación para que se retire .y así poder enviar la apolillada vaca a algún húmedo depósito de Barracas . ha logrado una conquista que le permitirá seguir aferrándose a su trabajo.
.Y, costó, pero yo no iba a dejar que me hagan a un lado como un trapo de piso viejo., gruÑe Don Alberto mientras seÑala el documento donde se declara a la vaca Patrimonio Histórico de la Ciudad, sostenido con un par de chinches en los cuartos traseros de la vaca. Y, por si acaso, muestra también a quien quiera escucharlo, un segundo documento donde se declara Patrimonio Histórico al propio Don Alberto.
La tensión entre él y sus compaÑeros de trabajo parece haberse intensificado desde entonces (tensión que parece tener su origen en el salario casi siete veces superior al del maestro parrillero, ganado exclusivamente, según malas lenguas, a su amistad con el viejo Altaloguirre), y debe soportar algunos sabotajes, desde puÑales clavados en el peceto de María del Carmen a aquella vez en que a través de un microscópico parlante quisieron hacerle creer que la vaca decía .jubilate, Alberto, quiero descansar., pequeÑa .broma. que por poco le cuesta un preinfarto al anciano oriundo de CaÑuelas.
No sólo los compaÑeros de Don Alberto están en contra de su desempeÑo: .Lo del Patrimonio Histórico es una vergü una burla a todos los porteÑos., dice su nieto Dante, enfrentado con él desde hace aÑos y legislador por el macrismo. .El gobierno de la ciudad quiere seguir manteniendo estos focos de roÑa que son los animales embalsamados como forma de clientelismo político. Pero el último informe de la OMS dice que el 82 % de las enfermedades respiratorias de nuestra ciudad son causadas por los ácaros acumulados en estos animales: vacas embalsamadas, cabezas de ciervos de cervecerías alemanas y peluches de premio acumulados en máquinas tragamonedas, que como nadie los gana juntan mugre por décadas..
Mientras Dante Maciel gestiona la revocación del honor conferido a la vaca, Don Alberto Maciel se encoge de hombros, comentando campechanamente .si me echan hago un desastre, pero en serio, eh, con heridos y damnificados y todo., y le pasa la quinta mano de cera al cuerno derecho de María del Carmen.
Publicado a las 11:20 p.m.
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