La Asociación de Críticos Cinematográficos que Sí van a ver las Películas me ha mandado otro telegrama amenazante:
“INTIMAMOS CESE DEFINITIVO E INMEDIATO DE CRITICAS MIRANDO EL AFICHE ES COMPETENCIA DESLEAL PUEDE HACER CUATRO O CINCO CRITICAS EN UN DIA ASI CUALQUIERA ADEMáS NO ES GRACIOSO A NOSOTROS NO NOS CAUSA GRACIA Y ESO QUE NOS REIMOS CON LAS DE JIM CARREY NO SOLO ESO RECUERDE QUE OSVALDO QUIROGA SE PONE RE LOCO YA NO SABEMOS COMO CONTENERLO DICE QUE SE ESTA RIFANDO PIÑA Y USTED TIENE TODOS LOS NUMEROS EN FIN YA SE LO ADVERTIMOS STOP”
Mis abogados me recomendaron que trate de aflojar con lo de las críticas -incluso uno, con ínfulas de esteta, comentó al pasar que “el recurso está un poco agotado y corre el riesgo de tornarse banal; vos lo que tenés que poner es un par de minitas en pelota”-, por lo que en esta ocasión les traigo un NUMERITO completamente NUEVO, ORIGINAL y DIFERENTE: ¡Una crítica musical mirando el afiche!
Escuchar a Diana Krall en el Luna Park es un verdadero privilegio y una velada completamente excepcional, sobre todo teniendo en cuenta que recién va a realizarse el 3 de febrero, así que habría que tener una MáQUINA DEL TIEMPO. Las melodías intimistas -puedo deducir esto porque tiene una lámpara de living en el fondo- y sensuales (esto se nota por la cara que pone Diana Krall, suponiendo, claro, que Diana Krall es la de la foto) nos transportan por un momento a zonas de la sensibilidad que pocos intérpretes manejan tan bien.
La carrera de Diana Krall es poco conocida por el público porteÑo, especialmente por los escritores de weblogs de medios de comunicación masivos que ponen muÑequitos de carteles; entre sus antecedentes figuran el ser una mujer caucásica, con el pelo teÑido, con un vago parecido a la chica que actúa en la película “Dos Pícaros Sinverguenzas”; también se viste medio como un hombre (lo que la aleja, por ejemplo, de Britney Spears) y aparentemente tocaría el piano (otra falta de coincidencia con Spears, aunque ya espero decenas de mails de lectores preguntándome “cómo no sabés que Britney sí toca el piano”). También puede llegar a cantar, esto ya es más arriesgado, pero tiene la boca entreabierta (la ya clásica “cara de sensualidad” de la Krall) y, si toca el piano al mismo tiempo, qué se yo, hay grandes posibilidades. Pero si no canta, les ruego que no se enojen con la Srta. Krall; no es culpa de ella.
El repertorio de esta artista extraordinaria y teÑida es el que viene desarrollando en su país de origen, un país de habla anglosajona -por ejemplo Australia-, por lo que las letras, si es que son canciones de cantar y no canciones de esas que no se cantan, están en inglés. Esto puede ser una dificultad para el público no angloparlante, aunque si pueden pagar lo que sale una entrada a un recital de estos es porque probablemente fueron a un colegio privado con enseÑanza de inglés; por lo demás, es un poco desubicado por parte de la Srta. Krall venir a cantar en inglés a un país donde se habla castellano; no sé quién se cree que es. Es como si un día yo fuera, es una situación hipotética, no sé, a comer a la casa de Diana Krall y le hablara todo el tiempo en castellano y le dijera “chabona” y “de una” y “dequerusa la merluza”, y encima fuera al baÑo y no tirara la cadena.
Ahora, por ahí no canta y estoy hablando al pepe, así que no se ceben con esta extraordinaria e intimista artista originaria de un país anglosajón.
En fin, más allá de estas actitudes antipáticas de la Krall, su autoconciencia y ubicuidad son innegables; y será muy difícil que pasen las semanas sin que aún resuene en nuestros oídos ese clásico inmortal que dice (imaginar aquí un silbidito hacia adentro de una melodía imposible de distinguir, silbada rápida y disimuladamente).
Publicado a las 11:47 p.m.
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