La revista londinense “Extreme Art” ya lo ha declarado como “el artista más revulsivo y transgresor desde aquel taxidermista posindustrial galés que hacía esculturas pornográficas con unos gatitos muy lindos dormidos con cloroformo”; Ante este piropo, Jerónimo baja la vista con modestia, para luego aclarar, por las dudas, “y, sí, yo creo que soy bastante groso”.
La historia de Jerónimo Marco Olivieri, jubilado ferroviario y artista, no puede resumirse en dos renglones; bueno, en realidad sí: era jubilado, la pegó con un asunto y ahora se paró. Menos de dos renglones. Mirá qué loco. Pero para conocer más detalles tenemos que empezar con su primera internación en el Hospital Tornú allá por el noventa y cuatro.
“Los médicos me diagnosticaron H.O.C. (Hipocondría Obsesiva Compulsiva), pero yo estaba convencido de que tenía algo más; así es como pasé la mitad de la década de los noventa internado en diferentes hospitales, saliendo de uno (cuando me daban el alta, en general no sin violencia), para ir a otro en donde no me conocían.”
La soledad del hospital no suele ser buena consejera (y en su caso básicamente debido a que “es un pelmazo y además un mentiroso“, al decir de su hermana, que no quiso participar en la entrevista), pero esta vez sirvió de inspiración a Olivieri, que en algún momento vio en el perchero donde se cuelga el suero una compaÑía nada desdeÑable.
“Yo pedía que me pongan suero porque me daba un poco de fiaca almorzar, ¿vio?, y un día, viendo el suero que colgaba del perchero, medio de reojo, hasta me empezó a resultar una compaÑía. Por la forma, la altura, ¿no?, tiene algo de humanoide. Así que agarré un fibrón negro que encontré en la mesita de luz y le hice una carita en la bolsa del suero. Después salía al pasillo arrastrando el perchero y lo presentaba medio en broma diciendo que era mi sobrino Lucho.”
La costumbre siguió, como una broma privada entre él y Lucho (el portasuero; el Lucho de carne y hueso es inexistente), pero no fue sino doce internaciones más tarde que a Olivieri se le ocurrió empezar a recolectarlos, y a probar variantes como “Lucho enojado”, “Lucho resfriado”, “Lucha, la novia de Lucho” (una obra que raya el erotismo más bestial) y más recientemente, “George Bush”, para la muestra colectiva internacional “Arte Contra la Invasión”.
Así, fue descubierto hace un par de aÑos por Armin Bauer, director de la galería Die Fredenburgen, de Berlín, que había caído en la guardia del Fernández mientras visitaba nuestra ciudad, y la suerte -y la química, ya que Bauer no se encontraba del todo en sus cabales y se puso a deambular por la institución- quiso que artista y galerista se encontraran.
El “boom” Olivieri no se ha hecho esperar. Cuarenta exposiciones en Nueva York, Berlín, Londres, París y Barcelona, dos mil cuatrocientos fibrones, trescientas veinte internaciones en hospitales del mundo entero -porque Olivieri insiste en que no puede inspirarse a menos que esté conectado corporalmente con su obra – y más de cinco mil “caritas en bolsas de suero” – como él las llama, tal vez porque son precisamente eso- más tarde, el ex jubilado se encuentra entre los más renombrados artistas plásticos del mundo.
Excepto en nuestro país donde, como siempre, se ignora a nuestros valores. “Fui al Centro Cultural Recoleta a ofrecer armar una exposición y no me dieron pelota”, se lamenta Olivieri, mientras, internado en la lujosa habitación de una de las clínicas privadas más reconocidas de la ciudad, inicia su próxima serie de caritas de grandes íconos religiosos, artísticos y políticos de la historia, que seguramente dará que hablar (por ejemplo, mirá que loco, a Kurt Cobain lo hizo con una corona de espinas como Cristo).
Publicado a las 00:34 a.m.
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