No estamos solos. Cuando las defensas bajan, cuando las risas frívolas y el mundanal ruido son acalladas por los fantasmas de la soledad, cuando el crepúsculo nos envuelve con sus brazos mortales, entonces Ellos salen de sus agujeros para acosarnos a golpes de escalofrío.
Son los Invisibles; los seres que, a mitad de camino entre el ensueÑo y la materia juegan una Escondida cósmica con nosotros, y que se aparecen sin necesidad de que digamos Piedra Libre. Porque se alimentan de nuestra angustia, nuestro miedo y nuestra garganta seca. Su locación favorita es sobre nuestro hombro, un poco atrás y un poco arriba. Dicen que no hay que darse vuelta muy de golpe, porque entonces se corporizan definitivamente y dan rienda suelta a su Ira.
LA GENTE DEL PISO: Es frecuente que las baldosas de los baÑos o cocinas contengan dibujos marmolados, psicodélicos, irregulares; el objetivo de este tipo de decoración es que la mugre .profusa en estos sectores del hogar- no se note tanto. Lo que no calculan arquitectos, decoradores y ceramiqueros es que, en el interior de estos tramados, vive gente. Para percibirla, alcanza con mirar las baldosas con ojos soÑadores, en ese estado amodorrado que nos apresa cuando vamos al baÑo en medio de la noche (entre cuatro y cinco veces los mayores de 40). Entonces, lo que parecía una mancha oscura torna en nariz; ese huequito que está sobre ella se revela como un ojo, y como un ojo suele estar acompaÑado por un colega, nos las arreglaremos para que esa curva irregular termine transmutando en un segundo ojo. Pronto, el piso estará cubierto pr un ejército de Rostros de las Profundidades, que nos miran con sorna mientras satisfacemos nuestras necesidades físicas. Yo ya les he puesto nombre: Igor, el Marinero. Lord Pommeroy (un perro británico con monóculo que dice .By Jove. y .Goodness Gracious.). Gamma Gamma Hey, el oriental asesino. Hilda, la Mujer Pantera. El Hombre Atormentado. En esos momentos solitarios, desamparados, en que la mente ha bajado todas las murallas de la racionalidad, percibo cómo la Gente del Piso se arremolina a mi alrededor .como carpas en un estanque esperando migas de pan-, gritándome cosas, instándome a que las libere (.¡Llévanos a tu mundo, Esteban, seremos amigos y nos divertiremos!.), aunque en el fondo de sus ojos se vea el odio y la venganza.
No me engaÑan, y sólo rezo para que ningún accidente dimensional les abra la puerta, dejando mis pies desnudos a su merced.
BOLGAZOR, EL ENANO QUE ACECHA EN EL AUTO: Luego de un arduo día de trabajo o de mirar videos en Youtube, nos dirigimos a nuestro Taunus .L. para emprender el Bodrio Regreso de la Derrota. Sólo el reencuentro con nuestros objetos queridos y el calor del hogar nos inspira para hacer ese último esfuerzo, y el ingreso al automóvil es el prólogo; dijérase que el auto es un apéndice de nuestro hogar. Pero una sorpresa desagradable nos espera cuando estamos por abrir la puerta. En el auto, debido a las imperfecciones del suelo y la iluminación callejera, vemos nuestro propio reflejo en la ventanilla, que semeja un enano que espera dentro del coche, sentado en el asiento del conductor y nos sobresaltamos como damiselas (incluso lanzando un chillido muy indigno). Pasados los segundos nos reímos y decimos .qué tonto, es sólo mi reflejo, producto de las imperfecciones del suelo y la iluminación callejera, claro..
Y es que Bolgazor, el enano que acecha dentro del auto (dueÑo de desconocidos poderes de magnetismo mental), sabe cómo influir sobre nosotros para que racionalicemos su presencia. Esto le dará otra chance de seguir acechando, relamiéndose en el futuro e inminente ataque final.
TUTUTITU: Este Hijo de las Tecnologías Modernas vive dentro del parlante de la computadora, para él una suerte de sarcófago futurista; cada tanto lanza el siguiente pedido de auxilio: .Tu, titutú, titutú, titutú, titutú. a sus congéneres (computadoras, celulares, laptops, televisores, cosas). Quienes saben de estas cosas insinúan que es la computadora, captando la frecuencia de un mensaje de texto recibido por un celular de las inmediaciones; pero sería demasiado fantasioso creer que una computadora puede interceptar mensajes. No, se trata de Tuutitu, pidiendo ser liberado. Si tuviera lo que hay que tener, destrozaría el parlante, pero desconozco la naturaleza de esta criatura o sus verdaderas intenciones. Aún así, su gemido cibernético (.Tu, titutú, titutú, titutú, titutú.) sigue dándome escalofríos.
TOBY, EL HOMBRECITO DE ALAMBRE: Cuando era pequeÑo y me daba baÑos de inmersión .ya no tengo tiempo para eso; aparte, baÑo de inmersión es de mujer- solía fascinarme el reflejo de la lámpara sobre la superficie del agua; el movimiento del agua producía una figura extraÑa y multiforme, un .Hombrecito de Alambre., formado por líneas de luz que se movían sin solución de continuidad. Cuando Toby parecía cansarse y perder su hiperkinética naturaleza, para convertirse en una simple fuente de luz reflejada en el agua, un chapotazo en la misma lo instaba a bailar nuevamente; en mi cruel inocencia infantil, sólo pensaba en mi egoísta placer, en el espectáculo danzante que me ofrecía Toby, el Hombrecito de Alambre, y no se me ocurría que pudiera necesitar un descanso. Ingenuamente, además, lo creía inofensivo y amistoso (también creía en los amistosos saludos de la .Gente del Piso.. Los demonios no tienen el menor reparo en utilizar niÑos inocentes como vehículo para pasar a nuestro Mundo).
Hoy, más maduro y conocedor del mundo y sus repelentes criaturas, sé que si Toby no tomaba represalias era porque estaba prisionero en su mundo acuático y bidimensional. Tiemblo al pensar lo que habría ocurrido conmigo, indefenso y desnudo, si el homúnculo hubiera logrado corporizarse.
Supongo que ese es el verdadero motivo por el que no he vuelto a tomar un baÑo de inmersión.
EL HOMBRE DE BLANCO: En alguna agencia secreta gubernamental de algún gobierno mundial paralelo y secreto, trabajan los Hombres de Blanco. Están encargados de vigilar la navegación por Internet de todas las personas del mundo; la organización es tan perfecta y eficiente que cada persona tiene su Hombre de Blanco. Estas entidades, que debido a sus capacidades tecnológicas y conocimiento superior no me atrevo a catalogar de seres humanos, no sólo conocen nombre y apellido, dirección, IP.s, nicks y contenido de los e-mails de sus vigilados, sino que mediante un programa especial son capaces de detectar sus visitas aunque lo hagan desde computadoras ajenas o desde el sórdido escenario de un cyber. Y lo saben desde el primer día en que tomaste contacto con el mundo digital.
El Hombre de Blanco sabe cuando blogueaste en horas de trabajo, cuando pusiste un comentario malévolo bajo un nick no habitual, cuando enviaste un furioso e insultante e-mail anónimo, cuando te hiciste pasar por alguien e otro sexo en un chat, cuando visitaste esas páginas de conejismo y mondongofilia, y lo sabe aunque uses una laptop robada triangulada vía satélite entre México, Mumbai y Togo. Por eso es que siempre tenés esa sensación de que el anonimato virtual no es tal: el Hombre de Blanco está allí, mirando, leyendo de ojito. No te juzga ni te desprecia (tal vez porque su misión está bancada por intereses infinitamente diabólicos). él, simplemente, sabe, lo que ya es bastante aterrador. Y guarda todo en una carpeta.
Algún día, utilizará esa información para algo. No sé para qué. Algo. Mientras tanto, sigan sigan viendo fotos de fisiculturistas en baby-doll o incitando a derrocar gobiernos desde sus blogs anónimos y combativos, sigan que van bárbaro y viva Internet y la libertad de expresión y qué época maravillosa que estamos viviendo.
Por ahora él, simplemente, calla, observa y anota.
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