jueves, 2 de septiembre de 2010

¡Novela con problemas técnicos: La cosa del lector!





(Fragmento de novela hipotética con el problemas técnico de que el tipo se encajeta mucho en decir el lector esto y el lector lo otro)


Decididamente éste no era el mejor momento en la vida de Cecil Montgomery Loomis III. No, estar a punto de perder la jugosa pensión que mes a mes le pasaba su tío, Lord Percy Birmingham no podía considerarse un .buen momento.; y menos aún el hecho de tener que explicarle a su prometida Vivian .cuya fortuna le permitiría independizarse de Lord Birmingham, conocido también como .El Abominable Percy.- que durante sus vacaciones en la Costa Azul había convertido a su perro en alcohólico perdido.


Se preguntará a esta altura el lector cómo es posible que Loomis hubiera logrado destruir tanto en tan poco tiempo y aparentemente con tan pocos recursos. Su hermano William, quien nunca había tenido una opinión demasiado favorable de su inteligencia, habría dicho que se trataba de un .don natural.. Lady Sonia, su anterior prometida, lo hubiera atribuido a una dedicación constante y un esfuerzo digno de los hombres de la Edad de Oro. Loomis, en cambio, lo atribuía a una combinación de mala suerte y los constantes sabotajes de su ama de llaves.


Tal vez desee el lector saber más de esta noble seÑora, que apenas ha asomado su nariz a lo largo de los siete capítulos anteriores, aunque sin embargo con resultados catastróficos en cada una de sus intervenciones. Satisfagamos, pues, su curiosidad:


La seÑora Mac Pherson, una octogenaria de personalidad fuerte y vigor casi sobrehumano había trabajado para la familia Loomis por casi tres generaciones de Lords. Por consiguiente, consideraba tener más autoridad sobre la familia Loomis que los propios Loomis involucrados. Sumado al hecho de su indudable carácter escocés, podrá el lector imaginar que la convivencia con ella no era lo que podríamos llamar .armoniosa..


Imagine el lector que se encuentra en la biblioteca de su mansión, frente al ventanal que domina el parque un día cualquiera a las siete de la tarde, y que, debido a las melancólicas carácterísticas del momento, necesita más que cualquier otra cosa en este mundo un vaso de scotch con soda; imagine, además, el lector, que sus últimos doce mayordomos no han durado más de un mes, casi siempre a consecuencia de desavenencias con la Sra. Mac Pherson (con lo que ya puede concluir el lector que la buena seÑora no hacía distinciones de clase a la hora de expandir su personalidad). Por lo tanto, deducirá el lector, que el lector, de estar en esa situación, debería recurrir a .la Tromba Caledonia. (tal el nombre con que Loomis, imaginará el lector, llamaba a su ama de llaves) para obteneir el dorado elemento, el lector.


Más, ¡ay! debido a las fuertes convicciones morales y religiosas de la dama, había que mantener una discusión de unos cuarenta y cinco minutos para lograr que ésta accediera al pedido; discusión dodne se tocaban temas como la religión, la decadencia de nuestra sociedad, la filosofía alemana, los efectos del alcohol sobre el hígado humano, la cetrería, la filatelia y/u otros temas que no necesariamente venían al caso y de los cuales Loomis no tenía la más remota idea. Por lo que puede, el lector, imaginar el deplorable estado de ánimo en que terminaba Loomis cuando al fin la seÑora accedía a traerle su whisky. si es que accedía.


Preguntará el lector: .¿Y por qué es que entonces la SeÑora Mac Pherson no fue despedida en su momento oportuno?.. La realidad es que, debe saber el lector, luego de cincuenta aÑos de velado dominio la seÑora era prácticamente parte del patrimonio Loomis. Despedirla hubiera sido como derribar el ala oeste de la mansión. .Pero, ¿por qué entonces Loomis, joven y soltero al fin y al cabo, no se mudaba a algún moderno apartamento del centro de Londres?. Tal vez era debido a su nunca cumplida esperanza de que la buena seÑora, a sus 87 aÑos de edad, estirara la pata. .¿Y qué hay de jubilarla, utilizando para ello la férrea legislación laboral de Gran BretaÑa?., preguntará el lector, que a esta altura ya está por perder la paciencia. Debemos confesar que eso no se nos había ocurrido, ni tampoco a Loomis. .¿Cómo que no? ¿Son boludos?., dirá el lector, no sin algo de razón. Debemos, no obstante, pedirle al lector que el lector intente no insultarnos el lector.


.Este libro es una pelotudez, me podría haber leído alguna novela de Faulkner o de Hemingway., dirá el lector. Y contestamos: Está en toda libertad de hacerlo, pero contamos con la esperanza de que desee saber qué ocurrió con Loomis, la Sra. Mac Pherson, el abominable Percy, la hermosa Vivian y su querido Yorkshire Bongo; y si tiene paciencia el lector, prometemso que el desenlace llegará muy pronto.


.No, me chupa un huevo., dirá el lector, tirando este libro y revisando la biblioteca. Ajá. La verdad es que no esperábamos eso del lector. Buena jugada. Dejemos, entonces, al lector, enfrascarse en lo que él supone .buena literatura., y volvamos con el joven Loomis. .Epa, éste parece bueno., dirá el lector. Suponemos que ha encontrado su Cielo en el Papel, en alguna novela laureada por los cánones literarios. .¡Faaaa!., grita el lector, a quien le pediremos que exprese su entusiasmo .después de todo, por otro libro- con, valga la contradicción, menos entusiasmo. Entonces, Loomis llamó, como no podía ser de otro modo, a la Sra. Mac Pherson. .¡Upaaa, upaaaa, mamita querida!., gritará salvajemente el lector. ¿Te podés tranquilizar un poco el lector, querido? Gracias.


.Tallullah examinó el mástil enhiesto de Jennifer y procedió a besarla húmedamente alrededor de sus comisuras, mientras manoseaba sus grandes senos y balbuceaba palabras sucias. .Zorra., susurraba entre lengü y lengü. .Vas a recibir tu merecido., jadeaba mientras comenzaba a darle nalgadas con una vara de cerezo., leerá en voz alta el lector. Pará. ¿Eso es Faulkner? ¿Qué estará leyendo el lector? .Las Jodidas Mujerzuelas de Boston.. ¡Ah, directamente dejará esta novela el lector para leerse una novelita porno! Buena mandarina había resultado el lector. Dejémosle, pues, revolcarse en su cieno, y volvamos con Loomis, a quien tenemos bastante abandonado. .Tallullah empezó a gemir lentamente, para luego gritar el nombre de Brad, que se encontraba mirando la escena lascivamente. Completamente húmedo, Brad se acercó y comenzó a frotar su rodilla contra la espalda de Jennifer, untándola con miel de arce y excitándola aún más. Tallullah tomó el lóbulo de Brad con los dedos meÑiques de ambas manos y comenzó a masajearlo, mientras rugía de placer y asfixia. La piel de los tres hervía de placer y orgasmo., leerá el lector, completamente transpirado, para luego seguir leyendo en lúgubre silencio.


Ahora sí, dejemos entonces al lector revolverse en sus miasmas y volvamos con Jennifer, digo, con Loomis. Loomis tocó, digo, habló firmemente con la Sra. Mac Pherson y le pidió un Brad, digo, un Brandy. Esteeeee. Entonces el lector seguirá con su novelita de meirda y parece que estuviera bastante enfrascado en ella, el lector. Se ve que está buena. Qué habrá pasado. Bueno, bueno. No importa. Entonces el lector, digo Tallullah, digoooo, Loomis.


(La novela se supende por problemas técnicos. Sepan disculpar las molestias)


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