miércoles, 14 de marzo de 2012

¡Viejos oficios olvidados del futuro: El llevador de gente!


Buenos Aires, 2097.

Entrevistarse con Don Manuel Rivera, ex “chofer” (ahora explico, ahora explico de qué se trataba, ya va, ahora explico, tranquilo), es algo así como enfrentarse a una Leyenda Viviente –o casi, ya que Don Manuel es mantenido con vida en forma completamente artificial mediante un poderosísimo equipo electrógeno injertado en el codo- o un prócer, uno de esos Hombres de Hierro que poblaban nuestro mundo en aquella lejana Edad de Oro, aunque parezca incoherente desde el punto de vista metálico. Porque Don Rivera realizaba una tarea que aunque parezca increíble, en esos tiempos era fundamental: Llevaba gente de un lado para el otro.



“Hoy con la tecnología que hay hoy día es impensable hoy que la gente tenga que trasladarse, así, físicamente, a un lugar. Pero en esa época la gente debía ‘ir’ a lugares, así como te lo digo”. Pierdo el conocimiento por unos segundos, de la impresión, de sólo imaginar el sufrimiento y el esfuerzo que el hombre común de esos tiempos debía llevar a cabo. Y me pregunto –con una conexión bio-telepática al encéfalo de Don Rivera, para que me conteste: ¿Y adonde debían “ir” las personas? (porque yo así solo no me lo puedo imaginar, la verdad). “Y… Iban a su trabajo… O a hacer sus cosas”. Pierdo el conocimiento nuevamente ante la mención de ese flagelo del siglo pasado, el “trabajo” (afortunadamente hoy realizado por nuestros modernos robots. Bueno, y por esclavos, gracias a la derogación de la Asamblea del Año XIII realizada el año 2013, como parte de los festejos del bicentenario).



Cuando me despierto, Don Rivera me observa con ojos que revelan una mezcla de desconcierto, perplejidad y desprecio. Reconozco que no pertenezco a esa raza de hombres de hierro que “trabajaban” y “iban de un lugar a otro”. Pero tengo mis cosas, tengo mis cosas. Qué se yo. Le pregunto entonces a Don Rivera: ¿Y cómo los llevaba? ¿A upa? ¿O había una máquina? “Había, había. Había una máquina. Había diversas máquinas. Había una máquina que se llamaba ‘taxi’, que era como un… como un… Bueno, era como uno de esos teletransportadores actuales, pero tenía abajo unas cosas redondas, que se llamaban ‘ruedas’” Aunque soy incapaz de entender a qué fljjtroppporiuuu (N. del T.: Una palabra del futuro) se refiere Don Rivera, hago el intento y para ganar tiempo le digo “Fascinante”. “Esas ruedas giraban, y por un efecto de acción y reacción el coso ese se movía. Entonces uno se metía ahí adentro y al rato llegaba a otro lugar.” “Fascinante, fascinante”, le digo, transpirando a mares por el esfuerzo de infructuosa visualización mental. “Estas cosas tenían diversos tamaños. Había unas muy grandes, que llevaban mucha gente, y se llamaban ‘colectivo’. Otra era todavía más grande y se llamaba ‘tren’,y servía para viajar grandes distancias, kilómetros y kilómetros”



Me despierto de mi vahido, por imaginar el esfuerzo titánico de trasladarse hasta el “trrnme” (“tren, tren”, me corrige Don Rivera, algo ofuscado) y luego, una vez ahí, pasar tooooooooooooodo el tiempo necesario para llegar al otro “lugar”. Y o comprendo. Recuerden que esto ocurría hasta hace menos de cien años. No estamos hablando de la Edad media, aunque lo parece. ¡O sea, pará, prrtkouuu (N. del T: Otra palabra del futuro), la gente agarraba e “iba” desde un “lugar” a “otro”. Es demencial si te lo ponés a pensar. Aparte, ¿para qué? ¿Tan importante era lo del “trabajo”? Don Rivera acota: “A veces la gente se trasladaba por su propia voluntad. Para ‘viajar’, como se decía en ese entonces, o para ir al cine.”



Por supuesto, sé de lo que me habla. Mi padre, en su infancia, todavía utilizaba los teletransportadores para eso de “viajar”, antes de que se hubiera realizado el Amasacotamiento Virtual Universal, que permite que todo esté condensado en un punto infinitamente pequeño. Y que es mucho más cómodo y barato, a nivel justamente traslado, alquiler, etc. Lo que no concibo es que la gente permitiera que ese proceso se realizara sin recurrir NI SIQUIERA a la desintegración y reintegración molecular. ¡Es una locura! ¡Jhaagoorrrtuuuu (N. del T: Otra palabra del futuro, en este caso medio fea)!



“Aparte”, dice Don Rivera casi regodeándose, anticipando mi horror, “el temita ese de viajar podía ser medio incómodo. La gente viajaba parada, a veces. Otras viajaba parada y con el ‘colectivo’ o ‘tren’ lleno. Por eso se le daba tanta importancia al ‘lugar’ al que había que llegar, que por lo general era una porquería, pero te lo vendían como que ‘uy uy uy, qué bárbaro venir a este lugar, lo vas a para bomba o bien vas a ganar un montón de plata o las dos cosas!’ Nada que ver. La verdad, un lugar y otro medio que era lo mismo. En todos había gente pelotuda, coca cola y pantallas. O levísimas variantes de una o más de estos tres elementos (como mucho, en los casos donde si me apretás un poco te acepto que podía llegar a valer la pena había pileta). Pero te lo vendían así para que el hecho del traslado pudiera ser un infierno; total lo importante era el punto de destino.”



Me despierto cuatro días después (por otro vahido). Esta vez es la diabólica astucia de los líderes de la época la que me produjo una severa lipotimia virtual. A diferencia de esta Era, donde el hecho de vivir como micro-memorias electrónicas en el interior de un gluón de tamaño infinitesimal (adentro de un tarro recubierto de kletonio plasmático) nos permite cruzar nuestro universo en un abrir y cerrar de ojos (si tuviéramos ojos), incluso aunque no haga falta ya que tenemos todas nuestras necesidades satisfechas (si tuviéramos necesidades) y en cuanto se nos ocurra (si se nos ocurriera algo, claro que esto no es necesario gracias al Calendario Predeterminado de Ocurrencias que viene con la Tarjeta Perfoverificada que nos insertan –en el recto, porque recto tenemos- el día de nuestra Generación Vital vía Twitter©) y que conlleva nuestra felicidad automática e infinita durante las 24 horas del día, las gentes de ese pasado fastuoso estaba condenada al traslado (otro vahido).



¡Adiós, Don Rivera! ¡Sirva su rostro de bonhomía (proyectado mediante un fractal de rayos gamma sobre el sistema límbico de la Máquina) como recuerdo de aquella Edad de Oro donde Hombres de Hierro viajaban en ‘colectivos’ de bronce, y era ud. el Gran Hermano, Conductor , Pastor Alemán y Alumno Guía de esas personas que iban de un “lugar” a “otro” (aunque muy muy muy claro de cómo era que hacía no me queda)!


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