domingo, 28 de noviembre de 2004

¿QUIéN SE HA LLEVADO MI DINOSAURIO Y CUáNDO ME LO VAN A REINTEGRAR, POR FAVOR?





dino1.jpgYa es bastante difícil convencer a nuestros hijos de tres aÑos de algunos conceptos, como por ejemplo que no podemos ver la película “Harry Potter y el prisionero de Azkabán” tres veces seguidas o que no deben envolver al gato en una bolsa, para que desde las entraÑas mismas de la industria alimenticia se les envíe mensajes inquietantes.


La tradicional golosina “La Y**a”, conocida por toda una generación como aquella “que trae figuras de diferentes animales” ha cometido, en una de sus últimas ediciones, un gravísimo error conceptual; así, junto a paquetes con animales con rinocerontes, jirafas o gorilas, podemos encontrar sin mucho esfuerzo (sobre todo con la ayuda de nuestros hijos de tres aÑos, inmersos de lleno en su etapa “dinosáurica”, que incluye perpetuos reclamos de visitar el Museo de Ciencias Naturales o alquilar las películas “de dinosaurios” más berretas que se hayan producido en la historia del cine), un paquete con la escena prehistórica que se adjunta más arriba.


¿Cómo explicarle a nuestros retoÑos que, por más que la citada golosina no distinga una diferencia de 65 millones de aÑos entre especies, o a pesar de que gracias a la animación generada por computadora vea dinosaurios que parecen de carne y hueso (por lo menos, tan de carne y hueso como, digamos, Fabián Gianola) a cada rato, no le será posible contemplar uno vivo y en directo en ningún zoológico del mundo?


¿Estamos ante el nacimiento de una nueva frustración generacional? Todos lo hemos vivido. Más allá aún de Papá Noel y el Ratón Pérez.


Aquél tuvo que darse de narices contra las duras paredes de la realidad cuando su primera novia no se convertía en Linda Carter al dar vueltas sobre su propio eje; el otro sigue esperando las veredas móviles que iban a evitarnos la fatiga en el lejanísimo siglo veintiuno; aquella ingenua muchachita aún sueÑa con que sus sea-monkeys se convierten en antropomórficos habitantes de la Atlántida en miniatura; ese respetable doctor en neurología jamás se decidió a arreglarse los dientes, gracias a que cientos de películas norteamericanas sobre estuduantes de la secundaria lo convencieron de que se puede ser feo, aparato, tartamudo y aún así conocer a la chica más linda del colegio; el de más allá, un poco más maduro, sobrevoló el menemismo convencido de su futuro como gordo decadente poseedor de una cuatro por cuatro y frecuentador de “Pachá”, sin que la alquimia de la convertibilidad lo haya liberado de su destino final de empleado de una concesionaria en Vicénte López (y eso si tuvo suerte).


Sólo espero que se me ocurra una buena respuesta cuando mi hijo, ya adolescente, me plantee “jamás voy a perdonarte que nunca me hayas llevado a ver dinosaurios, a pesar que los medios de comunicación y los paquetes de golosinas me informaban que son totalmente contemporáneos.”


Publicado a las 10:04 p.m.


Post original

No hay comentarios.:

Publicar un comentario