martes, 16 de diciembre de 2008

¡Webloguero Revela su Arma Secreta!





Cuando la vida nos golpea sea en la forma de que no querés laburar más, de que estás atrapado en un Noviembre interminable o tal vez de que te espera uno de esos días bodrios, uno de esos días en que te quedaste dormido, desayunás apurado, se te queda el auro, llegás tarde y tenés una miríada de atreas pequeÑas que se obstaculizan una a la otra .en lugar de una sola tarea grande, que es más difícil pero te permite un mayor horizonte mental; claro que una tarea grande yo no la podría terminar nunca, así que está descartada- siempre podés encontrar refugio, consuelo, bálsamo, en tus superpoderes secretos.


La vida se enfrenta más fácilmente cuando sabés que, tras tu gris fachada de mediocre burócrata, ocultás un estilete florentino listo para asesinar en las sombras; Clark Kent, a pesar de estar para el cachetazo, va a todos lados con una sonrisita. ¿Qué le pasa a este grandullón torpe y miedoso, se pregunta Luisa? ¿Por qué se ríe como unn estúpido? Luisa Lane, claro,no sabe que Kent es, tras su traje de franela gris y sus lentes de concha, nada menos que el Hombre de Acero. Y probablemente Superman no sentiría el mismo placer al apagar volcanes a super escupitajos (que nunca lo hayamos visto hacerlo no significa que no pueda) si no supiera que, diez minutos más tarde, estará disfrazado de su alter ego, fingiendo tartamudear ante las cargadas de los cancheros de la oficina..¡Ja, ja, ja, no saben quipen soy!., piensa Superman mientras se hace el nudo de la corbata con supervelocidad y supermotricidad fina, en un callejón oscuro. .Nop, si soy un piola bárbaro!.


Por supuesto, esto no está reservado a los super héroes de la ficción. Todos tenemos nuestras habilidades ocultas y nuestras armas secretas. Así como me ven, tras la fachada de este tímido webloguero sinn cejas, se oculta un hombre muy peligroso. Una catástrofe ambulante. .Sí, ya sé, no te sale dibujar a Cobos, OK, OK, ya entendí, pero no es tan grave, hay cosas peores., nos dice el comentarista amigo intentando consolarnos. No me refiero a eso. Bajo mis ropajes de franela gris .o de algodón y gabardina- oculto un arma insospechada.


Se trata de una tarjeta hecha del mismo plástico que las muÑecas Barbies, de esquinas redondeadas y una franja magnética negra que la surca de extremo a extremo: no, no es una tarjeta de crédito. Eso sería imposible, por el temita del Veraz (otro día hablaremos de mis poderes de deudorismo). Se trata de una Banelco, una Banelco muy particular. No, no me permite sacar dinero de cuentas ajenas. No, tampoco me permite sacar mucho dinero de la mía, básicamente porque después del día 2 ahí no quedan ni las migajas. Pero sí me permite impedir que otras personas saquen el dinero de las suyas, con lo que logro hermanar a grandes empresarios y oscuros empleados, al presidente de Coca Cola y a la seÑora que le lustra sus jarrones de la Dinastía Ming. Soy el Justiciero de la Nivelación Social para Abajo.


Me gustaría pensar que mi superpoder tuvo un origen mítico, que el Génesis de este superhéroe ocurrió un día determinado, cuando un asaltante mató a mis padres en un callejón, o cuando me picó una araÑa radiactiva o cuando me caí en una marmita llena de poción mágica. Me temo que en la realidad no funciona así. Mi tarjeta se transformó en este implacable rectángulo de la Justicia tras aÑos y aÑos de tenerla en la billetera, y de guardar ésta en el bolsillo de atrás del pantalón. Con el tiempo, mi billetera y todo lo que se encontraba dentro del pantalón, incluidos papelitos con números de teléfono actualmente desconocidos, fueron tomando la forma de mi torneada nalga izquierda. Una segunda presión, en sentido contrario, producida por las monedas que guardo en un bolsillito con cierre de la billetera, terminaron de darle a mi Superbanelco su forma actual de hélice, o más bien de helicoide, si es que se dice así. Dicen que la visión de una tarjeta de este tipo le dio a John Watson su idea del modelo de doble hélice del ADN.


Gracias a este aborto del mundo de las finanzas, introducir mi tarjeta en un cajero automático es capaz de producir el mismo efecto que si introdujera una cimitarra turca, o un pollo al spiedo o un miembro. Lo desconecta instantáneamente, apareciendo en la pantalla del aparato un cartel ominoso que reza: .Este cajero ha dejado de funcionar..


No ocurre siempre; tal vez el 45 % de las veces. Si ocurriera siempre, ya habría dado de baja la tarjeta, porque a diferencia de otros super héroes que realmente quieren hacer el Bien, todo lo que quiero hacer yo es sacar plata. Soy una especie de superhéroe por defecto, lo que no me resta mérito. ¿Cuántos genocidios, muertes y daÑos a la propiedad se han producido en nombre de bellos ideales? Visto así, no tener ningún proyecto especialmente positivo no es obstáculo para hacer justicia. Entiendo que algunos no lo vean así: por ejemplo, el que está atrás de mi en la cola para el cajero, que se va de allí echando maldiciones. O el encargado de mantenimiento del aparato. O yo mismo, que cada vez que necesito efectivo pierdo un tiempo que mamita querida. Pero luego pienso, ¿cuántas transacciones comerciales infames habré logrado posponer con este humilde acto? ¿Cuántos productos antiecológicos o mortales habré enviado a la quiebra gracias a mi Superbanelco? Escucho las objeciones: .Bueno, pero de ahí el tipo puede irse a otro cajero para sacar plata y comprar armas, o pilas, o nafta, o discos de U2, o directamente puede pagar con débito.. Dénme tiempo.


Mi Superbanelco se va cargando de Poder día a día, descajetando cada vez más y más cajeros, y, quién sabe, tal vez introduciendo errores de información en el sistema bancario. ¿Es casual la crisis del capitalismo actual? ¿Podemos asegurar que la culpa la tuvo una .Burbuja Inmobiliaria. en USA? Yo creo que asegurar que yo no tuve nada que ver es de una audacia irresponsable.


Algún día, mi Superbanelco terminará de afinar sus poderes; apuntará a un objetivo más inteligente; se comunicará con otras horriblemente deformadas tarjetas esparcidas por el mundo; en suma, aprenderá. Tal vez se comunique conmigo telepáticamente, y me obedezca mí, su Amo y SeÑor. Entonces, la introduciré inocentemente un día cualquiera fuera del horario bancario, y las cuentas bancarias de todas las personas del planeta se nivelarán automáticamente, reservando algunos de billones de dólares en efectivo que serán escupidos en dirección de las personas no bancarizadas. Mientras tanto, se entrena y aprende, practicando un gamberrismo ocasional. ¡Estate atento, lector! Mira fijamente a ese hombre oscuro, mediocre, de traje de franela gris e inexplicable encanto que está delante tuyo. Tal vez sólo saque sesenta pesos para gastos del día; o tal vez esté a punto de introducir en el cajero un arma secreta y peligrosa, modelada letalmente a imponentes nalgazos.


Otro día les contaré de mis otros Superpoderes, como el Superpoder de BaÑarme muy Rápido, el Superpoder de Silbar Muy Bien o el Superpoder de Estacionar Torcido (obstaculizando levemente la salida de Autos del Mal).


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