miércoles, 6 de septiembre de 2006

¡PSIQUIATRA OFICIAL DESENTRAÑA LA QUíMICA DE TENER LA “PERCEPCIóN DE PRECIOS” ATRASADA CINCO AÑITOS!





Escribe la Dra. Raquel F. Mastronardi

Experta en Pasterismo Médico

piricucu@ubbi.com


Hace un tiempo me tocó . por sorteo, porque con mi compaÑero de consultorio el Lic. Chinasky nos sorteamos los pacientes para ponerle un poco de picante a la profesión .atender a un muchacho de unos cuarenta o treinta aÑos que sufría un verdadero infierno.


Si bien era un profesional de relativo éxito y podía llevar adelante a su familia con relativo éxito y jugaba al metegol con relativo fracaso, sufría de lo que en psiquiatría se llama el .síndrome del desfasaje tarifario.. Consiste en que su cerebro no sigue la inflación de precios al ritmo necesario, por lo que todo le parece CARíSIMO.


Así, a este muchacho le parecía una locura pagar más de diez pesos por una remera; y creía que se podía comer chiche bombón en una fonda de barrio por cinco pesos; y después de preguntar el precio de un par de zapatos, salía entre encendido y risueÑo, y preguntando si eran .de oro.. Su .cerebro tarifario., por llamarlo de algún modo, se había quedado anclado 2000, por decir una fecha.


Esto le traía toda clase de complicaciones, desde discusiones con el mozo de turno (a quien solía preguntarle .qué rompí.) a pequeÑos e imperceptibles infartos cuando le tocaba pagar la cuenta del supermercado (perdía además mucho tiempo revisando el ticket en la caja, porque estaba convencido de que le habían cobrado un par de kilos de bacalao noruego que él no había adquirido), y .en general .lo hacía quedar como un MISERABLE. Cabe especular que, además de su enfermedad, el muchacho fuera un miserable en serio, pero esto ya queda fuera del ramo psiquiátrico.


Intenté diversos tipos de tratamiento con el enfermo, desde psicoterapia neofreudiana, asociación libre, dieta líquida y autoritarismo terapéutico (que consiste en ordenarle que se cure), pero nada parecía dar resultados y encima me discutía los honorarios sesión tras sesión, cosa que me veía obligada a aceptar por el conocimiento de su síndrome.


Por suerte la Universidad de Connecticut realizó una reveladora investigación, en la que se descubrió que este mal proviene del desbalanceo de una hormona, la chilindrina (de donde tomó su nombre el famoso personaje televisivo). Gracias a estos esfuerzos se logró sintetizar una droga, el Bombadil oral, que achica los lapsos de adaptación del cerebro a la inflación real. Dicho de otro modo, el tipo se pone (hasta que se da cuenta de que se gastó toda la plata, pero eso ya está fuera de la ciencia de la psiquiatría).


Puedo dar fe del buen funcionamiento del Bombadil porque mi política es probar todo lo que receto (si no no es serio), y la verdad es que tiene bastante rico gusto y un colorcito amarillo lindo, que aumenta en intensidad si te tomás nueve o diez al hilo. Claro que en combinación con el Galadriel pediátrico, que es azul, se pone verdecito en la boca, aunque no es cuestión de andar mostrándoselo a todo el mundo, sino de abrir la boca y mirarse la pastita que se forma en la lengua y reirse, siempre en la privacidad del hogar.


Tal vez hay que tener cuidado con algún efecto secundario, como puede ser gastarte el presupuesto de los próximos dos meses en una tarde, como me pasó a mi que me patiné una fortuna en Saruman inyectable, Legolas oral y una gruesa de Rivendel de 20 ml y para peor me los mandé todos juntos (por eso siempre recomiendo no desayunar con Balrog jarabe, que te pone bastante piricucú, lo cual no está mal, pero te hace perder un poco en las cuentas).


Puedo aseverar que después del tratamiento con el Isildur inyectable (aunque ahora que releo el párrafo veo que le tenía que recetar otra cosa) el paciente anda de lo más normal, aunque no estoy tan seguro de que estemos hablando del mismo paciente porque cuando le receté el Gandalf aplicable (creo que era ese) me tomé uno yo también para acompaÑarlo y como que se me puso borrosa la vista, incluso creo que perdí el conocimiento unos segundos y cuando me desperté el paciente ya no estaba; así que – después de un par de Faramirs de 80 ml para ponerme como una moto .voy a pedirle a mi secretaria .creo que tengo una secretaria, no estoy tan segura porque la interacción medicamentosa entre el Bombadil y el Legolas, el Boromir y el Gandalf y el Isildur y el Rivendel te hacen ver secretarias imaginarias .que le pegue un llamadito y de ser posible que llame a la policía porque me parece que me vació la cartera.


Por fin, como siempre, estas drogas deben automedicarse con precaución y prudencia, es decir, teniendo a mano un vaso de agua para evitar peligrosos atragantamientos .especialmente si te mandás más de cinco juntos. Hasta la próxima.


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