martes, 27 de septiembre de 2005

¡CORRESPONSAL EN EL EXTERIOR PONE UN SERVICIO DE AVISTAMIENTO DE PAQUETES SOSPECHOSOS Y ASí LE VA!





APandolfi.jpg Escribe Agustín Pandolfi

Corresponsal en el exterior de “Yo contra el Mundo”.

volvepandolfi@ubbi.com


Londres, 27 de setiembre.

Todavía estoy temblando con mi visita a la Argentina, de la cual me arrepiento profundamente. ¡Te juro que la viví con miedo! ¡Con miedo! A vos te parece que uno tenga que vivir así, temiendo que te maten por un par de zapatillas o que te entre un hombre araÑa a tu casa (y ni siquiera un hombre araÑa muy habilidoso, porque yo paré en una planta baja). Yo no entiendo como la gente (de allá) puede vivir así. Nooooooo, en cuanto pude me volví, pero me quedó la sensación de paranoia en todo el viaje (incluso armé un escándalo en el avión porque me pareció ver un hombre araÑa trepado y destrozando el ala, me tuvieron que agarrar entre cuatro, doparme, en fin, un papelón).


La cosa es que llegué acá y me enteré de que el escritor Dan Brown estuvo hablando mal de la patria que me recibió con los brazos abiertos y me re indigné, así que aprovechando el triple feriado por la verbena de la Sagradísima Virgen Morena de la Efemérides de la Inquisición, y que mi mamá me dio unos pesos (aunque los tuve que cambiar, acá no te aceptan pesos ni borrachos, ese es el concepto que tienen de nosotros) me vine a Londres, a ver si le podía hacer una entrevista a ese hijo de p**a (y capaz que Podeti después me la compraba, aunque seguro que me pagaba en pesos y acá no te los aceptan ni borrachos).


A Dan Brown no lo encontré por ningún lado, después pensé que capaz que no es inglés, pero bueno, yo estoy cerca de Inglaterra así que tan mal no estuve. Pero aproveché para recorrer esta metrópoli espectacular y descubrir una vez más lo lejos que estamos los argentinos del Primer Mundo.


Acá, por ejemplo, el subte es maravilloso, todo funciona, llegan a horario, no tiran un papelito al piso, no hay piqueteros cortando las vías, no hay cartoneros ni gente pidiendo en la calle. Lo único, claro, no podés llevar paquetes porque la gente se pone medio nerviosa. Ahí es donde yo pensé que podía aportar algo a este maravilloso país, para ver si me recibe con los brazos abiertos como EspaÑa: Ofrecer mis servicios como avistador de paquetes sospechosos.


Lo primero que hice es conseguir un lugar clave y mirar. Mirar, mirar, mirar. Es jodido porque es cierto que ya nadie se anima a llevar paquetes, pero cada tanto aparece un desubicado, como un pibe que vi, medio rockerito, que llevaba una guitarra y un baflecito agarrado en la cintura, que ahí podés esconder cualquier cosa. Ahí empecé a los gritos de “¡Packaging! Packaging! ¡Danger! ¡Please, review him!” Enseguidita aparecieron dos o tres tipos de civil y se lo llevaron a un costadito. Yo me hice humo por las dudas, porque tampoco quería que me llamen de testigo; no hay cosa que odie más que un buchón.


Después fui afinando un poco la puntería, pensando que en realidad hoy por hoy, con la tecnología que hay, podés meter algo peligroso en cualquier receptáculo (no quiero decir “bomba” porque capaz que lo meto en un problema a Podeti): un portafolios, una cartera, una riÑonera…


Así que en cuanto veía algo que no formaba parte del cuerpo humano de la persona yo me largaba: ¡Packaging! ¡Packaging!, hasta que alguien se hacia cargo. Yo me iba en seguida, porque también entiendo que por ahí para este laburo hace falta permiso municipal; lo que pasa es que en determinado momento yo me había compenetrado tanto que ya me parecía que estaba cumpliendo con mi deber, aunque en forma clandestina. ¡Una especie de luchador en las sombras, un justiciero de vocación, una especie de Batman pero de los paquetes sospechosos!


En un momento el destino me jugó una mala pasada porque a un chabón se le cayó un paquete en serio, una caja de cartón, y yo empecé con mi voz de alarma. Pero no aparecía nadie y el tipo se estaba escapando; yo estaba tan encendido que no dudé en agarrar el paquete y correrlo, siempre gritando “¡Packaging! ¡Packaging!” .


No fue muy buena idea. Como suele ocurrir en las películas de justicieros enmascarados, me convertí en sospechoso del crimen que estaba tratando de vengar, y un par de seÑores bastante corpulentos me empezaron a correr a mí. Por suerte tengo bastante buen estado físico porque en cuanto pude le encajé el paquete a una persona que pasaba (con la esperanza de que continara con mi lucha; me temo que en cambio él también fue acusado injustamente de algo, porque escuché una pequeÑa escaramuza detrás mío, pero confpio en que siendo ciudadano inglés le será fácil explicar el malentendido) y dejé atrás a mis perseguidores.


Desde ya que estoy a punto de tomarme el ferry en para volver al “Continente”, porque siento que empecé mis relaciones con el pueblo británico con el pie izquierdo. Igual no les tengo mucha simpatía a estos piratas: ¡A ver cuándo nos devuelven el PEÑóN DE GIBRALTAR!

Publicado a las 11:04 a.m.


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