El sábado fui a comprarme ropa. Sólo por curiosidad me probé una campera de cuero de chancho. No me la compré porque además de hacerme parecer un DIVORCIADO DE SESENTA AÑOS tenía, aunque parezca una perogrullada, olor a cuero de chancho. Más exactamente a cuerito de chancho, ese que flota en la superficie del locro criollo. Un olorcito suculento por demás pero que, para andar acarreándolo en la ropa, me parece que le falta “glamour”.
Ah, y además salía como QUINIENTOS PESOS.
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