lunes, 19 de noviembre de 2007

El País Submarino: Gastronomía





paissub.JPGViernes 16, 03:45 p.m., La Plata

Como en todos los lugares donde rige un vetusto sistema feudal, La Plata se caracteriza por sus monstruosas diferencias sociales, lo que se refleja fielmente en su precaria gastronomía.


Así, no existen en La Plata comederos y fondas de clase media donde por, qué se yo, doce mangos te podés pedir una entrada de ensalada rusa, un bife de chorizo con papas fritas o unos canelones a la Rossini y flan con crema regado con tinto de la casa o Coca Cola de la buena y todavía te sobra para la propina, el taxi y un par de cuotas hipotecarias, sino que (así como en sus semáforos la luz amarilla vive desconectada) el panorama gastronómico se divide en on/off, ricos/pobres o carrito/Restaurante de Francis Mallman.


De un lado, entonces, tenemos los lujosos restobares con “wi-fi”, a donde acuden los opulentos hacendados de la zona en sus trajes blancos y sombreros Palm Beach. Entro a uno de ellos como para calmar mi ansiedad, luego de leer el telegrama de mi fiel asistente Kiriatos, en el que me manifiesta que le pareció “más práctico huir yo en uno de los camiones de refugiados, Patrón, así puedo organizar bien su rescate desde allá” y me insiste en que “no se preocupe, deje todo en manos de este viejo zorro griego”. De cualquier modo, aún me queda un fajo de billetes de dos pesos así que puedo darme un gustito.


El resto de la concurrencia se queda boquiabierto al ver que entro en un restobar con “wi-fi” sin “laptop”. Parece que es peligroso, porque entonces te mandan el “wi-fi” directo al hipotálamo, y así me lo advierte Hassan, el atildado màre del local: “Peligroso usted sin laptop, sinior, le ruego usted no en resto-bar con wi-fi, dólar, sinior, dólar, cabeza de sinior frita como bollos de queso de cabra negra, por favor no comprometa al pobre Hassan, Hassan buen máitre que está ahorrando para comprar lugar en camión de refugiados, sea bueno con Hassan, sinior, dólar, sinior, dólar, sinior.”


El tono servil y pusilánime del màre no hace más que envalentonarme, y le contesto que soy de Buenos Aires, donde los hombres son de hierro, gracias a una alimentación abundante y sana a base de carne y tostadas con manteca. Tomo el menùrdeno la sugerencia del chef.


Al rato, efectivamente, siento el wi-fiazo en el hipotálamo, que decidifica los sabores programados por la máquina: ensalada césar de calidad mediana. Le concedo a Hassan que tras el último “bit” de pollo, me duele un poco la cabeza. “Entonces sinior ricapacita y se va de resto-bar, con wi-fi, el corazón de Hassan alegre como un cabrito que se salva de castración, Kemal, cierra mesa ocho, sinior se va”, susurra melosamente el taimado màre. Golpeo la mesa, con furia: ¡Quiero el plato principal! Hassan se aleja, boquiabierto. En su tierra de sumisos labriegos nunca se ha visto hombre con tanta personalidad.


La información sobre el timbal de cordero al curry con batatitas glaseadas me atraviesa el cerebero de medio a medio, borrando a su paso la mayoría de mis recuerdos de la primera mitad de los 80; estaba un poco picante. De cualquier modo, no lo pasé demasiado bien en la secundaria, así que, con la voz un poco pastosa (y algunos problemas para ubicar correctamente algunas preposiciones) mando felicitar al chef. Hassan, con los ojos húmedos, me dice que estoy hablando con una columna, y luego de elogiar mi hombría, nunca vista en estas tierras desde que él tiene memoria, me ruega que desista, que la casa me obsequia un helado gratis, pero en otro lugar.


-¿Me tomas por uno de tus temerosos y amujerados compatriotas? ¡Trae ya mismo el tiramisú, villano, y pide que esta vez apunten directo a la cabeza, que el plato principal me rozó la oreja! -grito, un poco por fanfarronería y otro poco porque he perdido algunas funciones sobre el control del volumen de mi voz. Esta vez, siento que el “wi-fi” me pulveriza la cabeza. La mitad de mi cuerpo se paraliza por unos segundos, y la otra mitad sufre convulsiones incontrolables. Pero, salvo por unos gritos de terror y dolor que escapan a mi control, no emito la mämínima queja. Como un duque, después de las cuatro horas de recuperación de rigor, pido la cuenta, como si nada hubiera pasado.


wifi.bmp


El precio resulta algo excesivo, y mi fajo de billetes de dos pesos se reduce considerablemente. Sin embargo, aún tengo un poco de hambre, tal vez porque, a decir verdad, no comí nada (sé que, por otra parte, me ahorraré estos problemas cuando me gane la laptop del concurso de los BOBS. Todavía no tengo ninguna noticia concreta sobre el asunto, debido a la lentitud de las telecomunicaciones en esta aldea olvidada por Dios, pero descuento que ya lo tengo en la bolsa. Eso espero, porque despuède tantas tribulaciones es lo único que me mantiene con cierta esperanza, cierta Fe en el género humano). Así que me dirijo al otro extremo de la gastronomía platense.


Así como Bill Gates predijo “un escritorio, una computadora”, alguien en La Plata parece haber dicho “una plaza, un puestito de patys y choripanes”. La totalidad de los espacios verdes de esta ciudad posee como mínimo uno de estos establecimientos, cuya humareda hace estragos en la vegetación local; Quien no es el dueÑo de una plantación de algodón o un Zar de la droga, se alimenta pura y exclusivamente en estos puestitos. La variedad es la previsible: superpancho, choripán, lomito de a ratos y paty de tamaÑo grande. Sin embargo, los platenses han hecho su propio aporte a este tipo de cocina plebeya: agregarle un huevo revuelto a la hamburguesa, algo no visto en ningún puestito de hamburgesas del mundo.


sanguche.bmpEl huevo revuelto, alimento de desayuno por excelencia, pasa de este modo a formar parte del almuerzo. Podemos decir que los platenses practican un muy personal “brunch”, más propio de yuppies que de esta gente buenaza y sencillota. De cualquier modo, se trata de un alimento sano, nutritivo y proteínico, el combustible de alto octanaje que mueve a estos hombres y mujeres de pura cepa argentina en su lucha contra las inclemencias de la barbarie, el contacto con la incontrolable naturaleza y la lotería diaria del mendicante “dólar, sinior, dólar” que los pinta de cuerpo entero. ¡Viva La Plata!


Como ya me han seÑalado, por esas cosas del destino siempre se me corta la comunicación cuando me pongo a decir que qué suerte que no se me cortó la comunicación, así que para cortar la racha esta v


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