Escribe Agustín Pandolfi
Corresponsal en el exterior de “Yo contra el Mundo”.
volvepandolfi@ubbi.com
Barcelona, 17 de enero.
Mientras paso mis vacaciones (porque acá, en vez de 15 como allá, tenemos como 17 días, según me dijo mi jefe el Sr. Chang) repaso un poco mis artículos anteriores -para mejorar, para autosuperarme, como hace la gente que vive en un país en serio .y he encontrado éste donde hacía referencia a la historia de .Pepe el Mantecas..
Los que viven allá, rodeados de mugre, de bolsas de basura y roÑa y les parece re normal, y que se muestran escépticos .y, somos así, nos creemos re piolas por no creer en nada .cuando les digo que acá tirás un papelito y vas preso, deberían conocer la historia de este famoso criminal, segoviano de nacimiento y madrileÑo por adopción, que sembró el terror durante los ochenta y los noventa lanzando papelitos en las calles de diversas ciudades de EspaÑa.
Transcribo, para cerrarles la boca, el artículo salido en a revista catalana .Buenos Aires. (una revista muy buena de acá que tiene el aspecto de una publicación humorística y es toda de periodismo de investigación), donde se entrevista a este polémico personaje, pocas semanas antes de su electrocución sin pena de muerte (porque acá no hay pena de muerte, esto es el Primer Mundo):
Entrar al Pabellón de Papirocriminales de la Cárcel de Máxima Seguridad de Burgos produce una sensación de inquietud que en alemán podría pronunciarse como unheimlich, y en castellano como .sensación de inquietud..
No es, claro, el inmaculado aspecto del suelo .no ves un papelito, gracias a la férrea vigilancia de los feroces guardias -, completamente esperable en este tipo de establecimiento. Tampoco el espectáculo de los reclusos leyendo sus respectivos e-books, proporcionados por el Estado (la presencia de libros en papel sería una provocación imperdonable).
No, lo más inquietante es saber que estamos frente al grupo de criminales más feroz de toda EspaÑa. Desde que se eliminó por completo el robo, el asesinato y hasta la infidelidad sexual en nuestra avanzada forma de vida (no como en otros países, por ejemplo en países del sur de Sudamérica), lo peor de lo peor lo constituyen estos seres indomables, estos rechazados por el Sistema, que han decidido vivir por sus propias reglas. hasta que fueron capturados, claro.
Un ejemplo clásico es Paco, .el Esmirriau., un delgado valenciano que por su aspecto parece más un jubilata adormilado después de ver al Real que el autor de quince .tiradas. en el centro de Madrid (¡tres de ellas en la Gran Vía!). “No me preguntes po qué lo hice, chaval. Yo te podría desí que es porque no encontraba papelero. Pero no es cierto. Nuestra comuna nos proporciona todo lo que necesitamos, como debe ser en un país en serio. No, lo hice po que. ¡Bueno, se me dio así!., gruÑe, y podemos percibir un brillo de demencia senil salvaje en el reflejo de sus ojos.
Entonces le pregunto qué tal se lleva con Pepe, .el Mantecas.. Paco palidece y se retira, como si hubiese mencionado al mismo Satanás.
Tras un enrejado especial, construido especialmente para él, en una celda con el piso totalmente tapizado de papeleros ..nunca se sabe., nos murmura el guardia -, Pepe .el Mantecas. nos mira con una sonrisa cínica. “Sobre todo, no le pase ningún tipo de papelito, porque no vacilará en tirarlo., nos agrega el encargado de seguridad.
“Empecé tirando los pasajes de bus, bien arrugaditos. Lo hacía a altas horas de la noche, cuando nadie me veía. La primera vez creí que sería mi fin, que me meterían en chirona al instante. Pero no pasó nada. El sistema tiene sus fallas, ¿sabes, tío?., cuenta Pepe con voz ronca.
“Cada vez que lo hacía, sentía una excitación indescriptible. Me alejaba del lugar del crimen sin aliento, y cuando llegaba a casa estaba agotado y henchido de placer. Comprendí muy pronto que jamás dejaría de hacerlo. Y que cada vez me volvería mejor. Hasta que me atraparan..
Pepe recuerda su primer arresto, luego de tirar un papel metalizado de chocolate cerca de la embajada de San marino. .Venía tirando papelitos por gamberrear, pero para mí esa tirada tuvo un sentido político: me molestaba que se enorgullecieran de ser el país más pequeÑo del mundo. Es como vanagloriarse de ser enano, o zurdo. Por eso me pareció muy injusto, y de hecho el gobierno e Felipe González me amnistió junto a unos militantes de ETA, por considerar que era un preso político..
“Cuando me arrestaron por cuarta vez, me dieron veinte aÑos. Es que había tirado un rollo de papel de escenografía. En esa época yo estaba fuera de control y quería acabar con todo. En la cárcel conocí a otros tiradores de papelitos, y me enseÑaron a ejercer el curre con disciplina, a profesionalizarme. Por eso, después de mi primera fuga, trataba de no tirar papeles de mayor tamaÑo a un pliego de periódico. Ese es mi límite.. ¿Es que acaso se puede decir que la escoria más baja de nuestra sociedad tiene un límite? .Nunca tiré un papelito envolviendo el chicle., seÑala con dignidad, haciendo referencia a los parias del Pabellón de Papirocriminales, por lo general condenados a ser la .novia. del resto de los reclusos.
“Creo que el pináculo de mi carrera fue cuando asalté un camión del Banco de Santander, pero en vez de quedarme con el dinero, lo empecé a tirar en la calle. Esa noticia recorrió Europa y casi salgo en la portada del Times. Fue tan espectacular que olvidaron condenarme por el robo, pero me dieron perpetua por ensuciar la calle..
Pepe no habla de sus fugas, sabiendo que podría daÑar a muchos de los involucrados. Jura, mientras espera su cita con la silla eléctrica, que lo único que quisiera es ver por última vez a su hija Amparo, que ha dejado de visitarlo después de su penúltimo arresto. Sin embargo, cierta malicia en sus sonrisa nos hace pensar en que éste viejo lobo aún tiene dientes para morder. Y garras para tirar papelitos.
Apéndice. Poco después de esta entrevista, Pepe .el Mantecas. consiguió fugarse una vez más, y fue acribillado mientras tiraba lo que parecía ser un papelito en la calle Menéndez Pelayo. Irónicamente, lo que estaba tirando era un trozo de esparadrapo por una herida en el dedo, que nuestro Código Penal no considera .basura.. Queda la duda de si fue un acto suicida del célebre criminal, luego de que su hija se negara a recibirlo por última vez.
Ahí tenés cómos e manejan las cosas en un país en serio. Ustedes sigan, sigan con los piquetes a Buquebus y las papeleras y Kirchner y la Triple A y Cafiero y la mar en coche que están bárbaro, ¿eh? Bárbaro. Noooooooo, yo no vuelvo más.
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