Se trata de un elemento que habita los arrabales, los barrios bajos, las zonas periféricas y marginales de la ciencia de la indumentaria. ¿Estamos seguros de que podemos llamarlo “ropa” o “prenda de vestir”? ¿En qué momento un “trozo de tela” deja de serlo para transformarse en “ropa”? ¿En qué instancia pasa de la categoría “materia prima” a “producto industrial”? Su practicidad es cuestionable: ¿Necesita realmente una mujer en bikini, en ese reino de la impudicia llamado “playa” cubrirse con un harapo que rememora vagamente a una falda? Su pretendido valor agregado de elegancia, fácilmente rebatible: ¿A qué nos recuerda la prenda que no hace más que resaltar la presencia de las piernas desnudas, sino al vestuario desabotonable y superfluo (los anacrónicos guantes, las innecesarias medias con liguero, el largo vestido surcado por un largo cierre) previo al número de strip tease? Así, este pretencioso accesorio de señoritas chetas las cubre inadvertidamente del halo de miseria y vulgaridad propio del escalón social más desafortunado y bajo del género femenino. Tristes reflexiones aparte, esta Enciclopedia, vigía de la precisión de las categorías, niega al Pareo la entidad de “Ropa”, y con férrea disciplina y brazos severos la contiene en su condición de “Coso”, de donde jamàs ha de salir.
sábado, 12 de julio de 2014
Coso 93: El “Pareo”
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