lunes, 14 de abril de 2014

¡Denuncian el “Efecto Pinti”! (Parte 1)


Un ejército de predicadores sermoneándose mutuamente, una Mega Ultimate Battle de maestritos ciruelas sin homologación de título alguno dándose cátedra sobre la totalidad de los temas del universo entre sí (mientras discuten paralelamente quién es la verdadera autoridad), una superpoblación de gurúes practicando una evangelización universal, simultánea, gratuita y obligatoria: en eso se ha convertido Internet luego de un par de décadas de existencia –poco-, y como imaginarán el espectáculo es todo menos estimulante.



¿Cómo hemos llegado a este punto donde cada prójimo con el que nos cruzamos la tiene tan clara acerca de todo el temario que es capaz de descerrajar la descalificación más convencida -acompañado de una letal mirada de desprecio- con la misma naturalidad con la que cubetea una berenjena? ¿Es todo culpa de Internet, blogs, tuiter y facebook y su tentadora oferta de púlpitos gratuitos?



Me temo que este fenómeno responde a un rasgo más profundo y humano que podríamos llamar el “Efecto Enrique Pinti”; todos conocemos la estructura de los monólogos del verborrágico humorista argentino –por lo menos ustedes; yo no, porque no lo fui a ver nunca, pero me lo imagino así.



El hombre arrancaba sus espectáculos con una serie de chanzas, ironías, retruécanos y descripciones más o menos humorísticas sobre política, actualidad y ese asunto tan masticado por nuestros ancianos (o coetáneos con alma de anciano) llamado “el Ser Argentino”. Hay que reconocerle, si no gracia infinita, por lo menos una gran capacidad de hablar rápido.



Todo fantástico: en su estilo se notaban años de experiencia, entrenamiento teatral y gran energía. Pero hacia mediados o finales de sus monólogos, el hombre empezaba a desbarrancar en unas peroratas solemnes y discursitos con la voz quebrada donde nos explicaba a todos por que éramos unos imbéciles y qué desgracia a dónde había llegado nuestro hermoso país y qué barbaridad todo, señora.



Una intención claramente humorística y satírica degeneraba, por motivos que no intentaré explicar (mentira, ya llegaremos a esa parte), en un sermón nivel Taxista I no solicitado, sin chiste, sin ingenio y sin remate. Lo más curioso es que la gente no se levantaba y se iba -refunfuñando “bueno, ya le agarró el ataque, vamos a comer una pizza, gorda”- sino que aplaudía rabiosamente. Tal vez esto suene inverosímil, pero tengo la sospecha de que hasta pagaban para recibir esa paliza.



A pesar de la tan declamada admiración por el sentido del humor y todo ese papo, en el fondo la humanidad sigue teniendo un vergonzante desprecio por el tema de reírse; por eso tipos como Pinti necesitan esa impostación de profundidad para ser apreciados en una medida razonable. De otro modo, alguien podría confundirlo con Jorge Corona Y NADIE QUIERE QUE ESO PASE, ¿VERDAD? (El correlato del Primer Mundo es el “Efecto Robin Williams”, esa desgraciada peste que arruina a los cómicos yanquis cuando empiezan a obsesionarse por ganar un Oscar y se encajetan en incluir emocionados discursos en el minuto 85 de la película -o de lo contrario podrían confundirlos con Adam Sandler).



Bueno, más o menos eso es lo que está pasando con Internet. (¡Esta historia continuará!)


Post original

No hay comentarios.:

Publicar un comentario