¡Ríndete, Universo, ante la fuerza creativa y modificadora del Hombre! ¡Nada impedirá que el ejercicio de la voluntad y el ingenio dobleguen tu perversidad innata y prolificidad a la hora de engendrar nuevos y constantes obstáculos contra la consecución de la felicidad! ¿Derribas puentes con socorro del estruendoso tornado o el furibundo terremoto? ¡Allí está el Hombre, munido de cuadrillas y palas mecánicas para reconstruirlo! ¿Impides que los amantes se regodeen en la mutua contemplación a través de una de tus peores invenciones: la distancia? ¡Allí emerge el inventor de la webcam para reírse en tu cara (justamente, mirándote la cara con una webcam)! ¿Amputas miembros y generas ejércitos de tullidos? ¡La Ciencia de la ortopedia, fruto de las mentes más nobles y luminosas del bicentenario allí están para emparchar tu Crimen, mejorando y fortaleciendo la especie con miembros de acero y titanio!
¡Ni siquiera tu Bomba Atómica, el Lobo Tiempo, es completamente inmune a nuestra espada! Merced a pastillazos, reemplazos de órganos, jalea real, jarabe de rábano, alcoholato de brotano macho, té verde, dietas milagrosas y planes de alimentación estamos, si no ganando, por lo menos peleando esta batalla desigual, con nuestros ancianos cada vez más provectos y profusos como apergaminado trofeo! Ahhh, sí, porque no somos tontos, no somos tontos, por lo menos no nosotros, los que estamos del lado de acá, aquellos no sé, esos de ahí enfrente, tienen medio cara de boludo, pero nosotros, (acá), los de esta esquina no nos chupamos el dedo: sabemos que la batalla está perdida. Conocemos los alcances de la entropía, ese Kraken frente a cuyos tentáculos no hay escape, y los límites cada vez más estrechos de la Eternidad. ¡Todos seremos polvo, y ese polvo partículas más temprano que tarde, y éstas entidades más allá de lo cuántico que ni siquiera podemos concebir!
¡Pero no importa! Porque en la batalla, en la Resistencia, en la lucha hasta el fin, con nuestras últimas fuerzas está la verdadera victoria: la victoria moral, el triunfo de la Dignidad, de la Marca de nacimiento que nos distingue a los humanos de los anélidos que simulan serlo. El orgullo indestructible de aquel que no se ha rendido ¡jamás!, y que incluso en la Derrota ha sabido arrearle al Cosmos un puñetazo en el ojo, y si hemos caído y estamos en el piso agonizantes, aunque sea un mordiscón en el dedo chiquito del Pie, pero de arriba no se la va a llevar ese hijo de puta.
¡Por eso, Universo, no te fíes de tu Monstruoso Poder! No es infinito. Nosotros le pondremos límites. Construiremos, reconstruiremos, refaccionaremos y aunque más no sea emparcharemos, pero tu aplanadora no saldrá indemne, no terminará su labor destructiva sin sentirla como una victoria amarga, sin haber recibido cuatro o cinco rayones en su carrocería. Aquí está la Raza Humana, cuya auto-denominación en la gran Biblioteca Cósmica que soñaba Sagan debería ser “Los que Arreglamos las Cosas”.
(Escrito en estado de euforia desmedida luego de empezar el día habiendo enganchado nuevamente –con todo éxito- el cosito del botón del baño con el garfio de la bocha para que ande de nuevo)
Miren, Orson Welles haciendo una propaganda compeltamente borracho, bwahaaaa, the french… champagne (Descubierto por Lucas Nine).
viernes, 21 de septiembre de 2012
¡Canto al Hombre que Arregla!
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