viernes, 14 de enero de 2011

¡Lanzan consejos para morirse!


Si bien creo que tengo un poco de margen –esta vieja carcacha tiene todavía para ochenta o noventa añitos más, según mis cálculos más pesimistas- ando un poco preocupado con el tema de morirme. No por la muerte en sí, que calculo que andará sobre ruedas como suele ocurrir en estos casos, sino todo lo de después. No me refiero desde luego al Territorio sin Descubir, que para mí no hay (aunque en mi caso particular me voy a ir al Cielo, pero porque me van a hacer una atención) sino al tema del cadáver.



Para decirlo claramente, me preocupa MUCHÍSIMO el problema que le voy a dejar a mis deudos. Me parece increíble que a esta altura del partido la gente se siga muriendo sin pensar ni medio segundo en la hinchazón de güevos que representa el velorio, entierro, ceremoniales, mantenimiento de tumbas, etc. Es una falta de cortesía total; uno pasa la vida tratando de dejar una buena imagen y a último momento se manda a mudar, pero le deja a sus seres más queridos el regalito de que se ocupen de la bolsa esta de órganos. Es como que te inviten a comer y no ofrecerse ni a levantar la mesa. O sea, estás pasando un momento horrible, se te acaba de morir un ser querido (en mi caso, con el agravante de que la gente me adora más que a su propia vida; me conduelo de antemano de su insoportable sufrimiento) y encima te tenés que comer el garrón de andar vigilando y trasladando ese cacho de carne. Y que la obra social no te paga el ataúd, y que levantarse a las ocho para ver cómo te cubren de tierra, y el llanto y todas esas cosas desagradables, en fin, un bajón en general.



Y al “muriendo” (o sea, el tipo que se va a morir) promedio ni se le pasa por la cabeza todo este problema. Como mucho deja en su testamento qué es lo que quieren que hagan con su cuerpo, que hasta te diría que es peor, porque encima le dejás instrucciones, como si una de las pocas ventajas de que se te muera alguien es que por lo menos no te va a romper más las pelotas.



Y no se hagan ilusiones que el asunto de la cremación (“ayyyy, sho quiero que me cremen y esparzan mis cenizas en la plashaaaa”) no ayuda demasiado. El deudo también tiene que hacer todo el trámite y no creo que tenga nada de romántico. Tome, firme acá así procedemos a carbonizar a su abuelo. No, no, seamos serios.



No, la solución es asegurarse de que el cuerpo desaparezca por completo. Que no queden rastros. Pero nada, ni una oreja. O sea, que quede claro que vos te moriste igual, el duelo y toda esa babosada, si te hace mucha ilusión podés dejar escrito que tus parientes se reúnan para hacer un brindis, eso todo bien, pero sin cadáver, ni esqueletos ni cenizas ni cosas orgánicas y feas. Adjunto las pocas posibilidades que se me fueron ocurriendo para que ustedes presionen a las autoridades, o hagan lobby o algo:



MÉTODO “LOS INVASORES”: Quienes recuerden la clásica serie “Los Invasores” (la única serie de la historia protagonizada por un arquitecto) seguramente recordarán que cuando estos seres de meñique rígido morían, se desintegraban con un destello anaranjado (bueno, yo me imaginaba que era anaranjado, la veía en blanco y negro). Esto sería lo ideal. No quedaba ni el polvo. Ignoro cómo sería el procedimiento técnico para lograr esto, pero se le podría preguntar a los guinistas de la serie. Esto es lo mejor que se me ocurre. Desde luego, una desaparición tan total trae el problema de que la gente no sabe si te moriste o si sencillamente estás en otro lado. Lo que traería otro problema, de cara inversa: que si alguien está en otro lado, a la gente la agarre la duda de si no se habrá muerto. Entonces, vienen los malos entendidos: “¡Eduviges! ¿Qué haces con ese hombre en la cama?”, “¡Alberto! Pensé que te habías muerto, porque estabas en otro lado!”, “¡Estaba en el baño!”, etc. Esto se solucionaría muy sencillamente: que simultáneamente a tu desintegración, aparezca en el lugar donde estabas una calcomanía como esa que te deja la grúa cuando se te llevan el auto, sólo que en lugar de decir “Su auto ha sido removido, dirígase a tal y tal”, diga “Se murió”. Y que después, esa calcomanía sea retirada por la municipalidad y luego destruída, para que a la gente no le dé por enterrarla o cremarla, que ya es el cuento de nunca acabar.



MÉTODO “ROTTWEILER”: Este es de fácil instrumentación y sólo requiere que el Estado invierta unos cuantos millones de pesos en la cría de perros rottweiler. La primera opción era invertir en chacales o leones comehombres, pero rottweilers es casi lo mismo. La idea es que se asigune un rottweiler por persona, que te aocmpañe a todos lados, lo que además resolvería el flagelo problema de la inseguridad (exceptuando las muertes causadas por rottweilers, que tal vez aumentarían un par de dígitos). Todos y cada uno de estos rottweilers estarían entrenados para comer carne humana. Ya veo las primeras caritas de objeción: ¿y cómo se los entrena? Muy sencillo, dándole de comer gente previamente muerta, o condenados a muerte de otros países, por ej. de USA o Corea del Norte. Veo la otra objeción: ¿y no corremos el riesgo de que nos coman antes de tiempo? Sé. Pero es un riesgo estadísticamente no tan tan tan tan tan grande. Los rottweilers estarían entrenados para que nos coman, pero sólo ante nuestra orden (“¡Eat!”), la cual debería ser pronunciada en cuanto sentimos los primeros estertores de la muerte. La gran ventaja de este método es que luego los deudos pueden descargar su dolor en el animal, sacrificándolo (para que de paso no queden rottweilers sin dueño y con una excesiva afición a la carne humana). Por supuesto, habría que controlar periódicamente lo oídos del animalito, para que no confundan esta orden con la de “Sit!”. Igual, de elegir, yo sólo les enseñaría “Eat”, porque un rottweiler sentado tampoco es que sea de gran utilidad. También se podría inventar una contraorden (“Stop eating!”) ante las primeras dentelladas realizadas por error. Otro detalle que habría que estudiar es enseñarles a comerse la ropa, para que no queden ropas ensangrentadas, que es tan feo. Y otro detalle es cómo se hace para estar seguro de que esos son los esterores de la muerte y no el Conogol en mal estado que te comiste al mediodía. Y otro detalle es… Bueno, yo te tiro la idea, tampoco te voy a arreglar cada problemita que se te ocurre.



MÉTODO “AL QAEDA”: Este es perfectamente factible y sólo requiere que se le implante a cada humano recién nacido una especie de dispositivo de autodestrucción. Una carga explosiva colocada en algún órgano inútil tipo el apéndice, que se pueda accionar con algún botoncito ubicado estratégicamente. Y ya que se puede poner este dispositivo, que también se ponga otro que te confirme que realmente realmente realmente te vas a morir ( para contestar la objeción planteada con el “Método Rottweiler”). Entonces, ante los estertores de la muerte (o una alarmita), alcanza con apretar el botoncito, y ¡voilá! El método tiene varias ventajas. La primera es que los suicidas ya no tendrán que andar rompiéndose la cabeza, pudiendo entonces concentrarse en el trabajo de día a día y de este modo favorecer la productividad. El otro es que con esto acabamos con la amenaza del terrorismo. Imaginate, viene un tipo con un chaleco bomba y te dice “Tengo puesto un chaleco bomba, voy a hacer volar este lugar”. Se le cagan de la risa. Porque todos tienen chalecos bomba incorporados, ¿entendés? Ya veo las caritas de objeción, veo las caritas de objeción, cómo se levantaron hoy, ¿eh? Sí, sí, la carga debería ser lo suficientemente poderosa como para que el cuerpo quede lo más pulverizado posible y no pase lo del famoso video de la ballena. Porque si queda UN dedito para el velorio alcanza, viste cómo es la gente. Sí, sí, también tengo en cuenta ese detalle, la Ciudad debería contar con “Esplotaderos”, cabinas de adamantium herméticamente cerradas (y a prueba de sonido, para no andar sobresaltando a la gente) a donde va la gente a estallar sin causar daños a terceros (Nota: Adelantar diez minutos la “alarmita de muerte”, para tener tiempo de allegarse al esplotadero del CGP que le corresponde). Y por fin, síii, síiii, vaaale, vaaale, había que imponer una verificación técnica MENSUAL del sistema de autodestrucción, para que no esplote ponele en un match de boxeo o en una sesión de nalgadas eróticas.



Con todos estos proyectos, si uno no se muere en paz es porque no quiere.


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