viernes, 12 de febrero de 2010

¡Homenajean a los .Héroes del Colectivo.!





No todo es amasacotamiento, apretujón o gente agotada y llena de fastidio. Esa comunidad efímera e itinerante que puebla el colectivo también cuenta con sus ciudadanos de provecho, sus mujeres bravías y hasta sus mártires. Rindamos un breve homenaje a estos héroes cotidianos que hacen más llevadera nuestro trsslado de un punto .A. a un punto .B.:


LA QUE TE PONE LAS MONEDAS: A veces, no sé si alguna vez les pasó, no sé, a mí me pasó, pasa que el colectivo está lleno. Y está tan tan tan lleno que no se puede ni llegar a la máquina de las monedas: Quedás como en la entradita, en la situación de una visita indeseable atendida en el zaguán (.Ah, sí, esperame acá que ahora te traigo la plata.). De bronca, ni siquiera tomás la iniciativa de pedir el boleto: .Ya que me dejan acá, ya que me hacen este desaire entonces que me lleven gratis.. Lamentablemente el chofer no opina lo mismo y te pregunta .¿de cuánto?. y la humillación es completa. Hace su aparición entonces una seÑora que se quedó encajetada al lado de la máquina -el concepto de .correrse para el interior. es para ella una quimera-, que muy servicialmente se ofrece a ir colocando las monedas que vos le pasás. Nace así un oficio nuevo, totalmente vocacional y levemente innecesario, pero que bien podría existir, uno de esos oficios de mentirita, como el acomodador o el cortador de boletos, o el maitre o la azafata (los aviones bien podrían cotnar con una especie de buffet autoservicio) o todo eso junto pero del colectivo: .El mete-monedas.. Desde luego, su emprendimiento es por completo inútil: sería más provechoso para toda la comunidad que hiciera el esfuerzo de irse para el fondo. Pero es la ACTITUD, la .onda., el gesto de autopostularse para esa tarea .porque después ya queda, después ya está instalado que ELLA le tiene que poner las monedas a tooodo el que sube e incluso no se anima a dejar vacante la posición, pensando .¿y quién va a realizar esta tarea si yo me voy?., llegando a pasarse decenas de cuadras de su destino original- lo que hace su existencia un bálsamo en este mundo de individualismo y eficiencia fría.

Suele ser: Una seÑora sumisa y jubilada o un oficinista medio petiso.

Su contracara: Una seÑora de mandíbulas enérgicas que trabaja de suegra, o un obrero con muy mala onda, que se quedan al lado de la máquina pero no te meten ni una moneda, y si los rozás te miran feo.


EL .ABRECAMINOS.: Muuuy de vez en cuando, no sé si te pasó, capaz que alguna vez te pasó, yo escuché una vez que a uno le pasó, no, no sé en qué país, sé que pasó, que el colectivo está repleto de gente y no cabe ni un alfiler. Pero a veces las gentes de altura normal logramos pispear por sobre el bosque de cabecitas y descubrimos que allá, más o menos por el medio o por el fondo, hay un poco de lugar. No digo que sea como para poner una carpa. Pero de golpe hay lugar como para mover los codos, como para no clavarle la punta de la mochila en las costillas al de al lado, como para no estar intercambiando fluidos constantemente. Lamentablemebnte, ocurre entonces que te topás con una muralla de gente que no sabe andar en colectivo, que le da miedo moverse o que es medio estúpida y no sabés qué mierda les pasa, y adopta cierta actitud de muralla humana y parece que hasta aquí llegamos, lo que resulta muy triste.


Es entonces aparece un muchacho muy dinámico, lleno de vida y resolución y agarra y por medio de pecheos, codazos, cara de orto y mucha energía va abriéndose paso, como un rompehielos de carne, entre los boludos esos que no se quieren mover, y allí es cuando uno aprovecha esa Fuerza de la Naturaleza para pasar también y llegar a las Tierras Altas. El .Abrecaminos. entonces es un verdadero servidor público, que suple con un cóctel de bravuconería y anabólicos nuestra completa falta de carácter.

Suele ser: Un tatuador o un cadete con mucha mala onda.

Su contracara: Un estudiante de carrera humanística muy débil que le pedís por favor que se mueva o avance pero el tipo pispea un poquito y te dice que .no se puede, no se puede..


.LA SEÑO.: Pasa a veces, muy de vez en cuando, a mi me ha pasado, no se si a ustedes, capaz que son todos re boy scouts, o tienen un sentido de la orientación natural o son viejos lobos de mar y se las saben todas, uy, qué bien, bueeeeeno, aplausos, che, te felicito, que uno se toma un colectivo pero no sabe dónde se tiene que bajar. Lleva instrucciones mentales de esas que no se entienden: .Vas a ver que por izquierda hay un Coto, ahí entonces en el tercer semáforo pasás la vía y vas a ver una avenida, bah, una calle grande, no sé si es una avenida, de este lado se llama Grandeoli y del otro Gral. Balbastro, y a mano derecha vas a ver una rotonda con un coso del Gauchito Gil y ahí pasás un descampado y hacés diez, veinte, treinta y cinco minutos y te bajás.. Y es de noche y estamos en terreno desconocido y afuera no se ve ni Coto, ni rotonda ni Gauchito Gil alguno y supuestamente nos espera una parrillada. Entonces le preguntamos a un tipo: .¿Torterolo sabés cuál es? ¿Torterolo al 23.000?., y el tipo se hace el que piensa y después balbucea cosas aún más confusas que las instrucciones que llevamos anotadas en la cabeza. Desesperación y soledad.


Hace entonces su aparición mágica y espontánea un tercero, que Sí sabe dónde es, que sabe exactamente dónde es la parada y que nos dice .Yo te aviso.. A partir de ahí esta persona es como que nos adopta. Se convierte en una figura parental, de protector, de Paladín o maestra jardinera que se hace responsale de nuestro bienestar y nuestra correcta llegada mientras estemos bajo su área de influencia. No se nos pegotea, para no inquietarnos; no es que está loca y que después nos va a pedir el número de teléfono, no es tipo la película .The Cable Guy., no, es una persona buena y honesta que sólo quiere ayudarnos y desde su puesto cada tanto nos mira y hace un movimiento de cabeza tranquilizador como diciendo .falta, falta, quedate piola que yo te aviso.. Una parada antes, nos toca el hombro y nos dice .es la próxima.; y aunque no hace falta, llegada la parada final, redunda .es esta.. Agradecemos, nos bajamos, y todavía la .SeÑo. se ocupa de despedirnos del colectivo con una sonrisa benevolente.

Suele ser: Un trabajador especializado de cincuenta aÑos o una seÑora medio tilinga pero muy amable y venida a menos, profesora de inglés.

Su contracara: Un nabo que te dice que te va a avisar y después se olvida, o te dice todo mal.


EL .BAJANTE.: No sé, a mí me contaron, capaz que a ustedes no, qué se yo, pero a veces, una vez cada muerte de obispo, o sea cada tanto, creo que pasó en un país limítrofe o en épocas más oscuras de la Humanidad ocurre que el colectivo está lleno, lleno de gente. No de pelotitas de ping pong, de gente. Sí, en serio, ya sé que parece una locura pero alguna vez pasó. Bueno, escuchate esta que no la vas a poder creer, a veces cuando pasa eso, ¡te querés sentar! Si, gordi, es la pura. Es como yo te digo. Pero claro, ocurre que cuando la gente está sentada, no te da el asiento a menos que seas una embarazada, cosa que ocurre con muy poca frecuencia. PERO, hay una ocasión en la que la persona que ocupa el asiento te lo ofrece; y es cuando se baja. El que se baja o .Bajante., entonces, se convierte en el mejor amigo que puede tener un pasajero parado de colectivo. Nuestra amistad es efímera .porque el tipo se baja- pero intensa, y nuestros sentimientos hacia él son de puro Amor y gratitud. Lo queremos mucho. Por supuesto, aclaremos que no hace falta decirles nada ni recopensarlos en forma alguna. Bah, qué se yo, tampoco es que nos esta haciendo un favor, ¡el tipo justo se tenía que bajar! No es que haya que hacerle un monumento ni nada de eso. Pero eso no invalida la utilidad intrínseca de este pasajero.

Suele ser: Cualquiera. Todo el mundo se baja alguna vez, una vez por viaje como mínimo. Como mucho cada dos viajes, ponele.

Su contracara: Un tarado que trabaja en marketing o alguna boludez así, que no está seguro de dónde va y cada tanto amaga que se va a bajar, con lo que nos sube la adrenalina, tratando de .reservar. el asiento mentalmente. Al final resulta que se baja después de nosotros.


Hay otros pasajeros útiles, como el que le grita .¡Parada!. al chofer cuando tocás el timbre y aquel no te da bola, o el que redistribuye los asientos a ancianos y embarazadas, o el que te avisa que se te cayó una moneda, o hasta el chofer. Pero bueno, a él le pagan. No es lo mismo.


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