En Austria tienen un a ley que reza que si en un bar vos pedís tres veces la cuenta y no te la traen, te podés ir sin pagar. ¡Mirá vos! (Fuente: Mi bella esposa, que lo sabe por un austríaco. Probabilidades de exactitud: 200 %, porque el tipo es austríaco, de un país serio, no va a mentir en una cosa tan grave)
lunes, 20 de octubre de 2014
Dato 551: Austria
viernes, 10 de octubre de 2014
¡Se acabó la joda!
Bergoglio se entera de que no le dieron el Nobel:
“¡No more nice guy! ¡A mí, mis huestes de hierro! ¡Con el Poder Supremo y Divino que me inviste, llamo a los creyentes de todo el mundo a lanzarse a la matanza de noruegos impíos, favorecedores de ídolos paganos y orientales que menoscaban el Nombre de Nuestro Señor! ¡Y Tú oh, Poderoso Señor: Si yo soy Tu representante en la Tierra, pruébalo con una lluvia de fuego sobre Escandinavia toda, reduciendo esa cultura Socialdemócrata y sin Dios a cenizas sobre la nieve y los restos del asqueroso arenque crudo del que barbáricamente se alimentan! ¡Lluevan plagas, pestes, calamidades y enfermedades sobre cada uno de sus habitantes! ¡Que la langosta destruya sus cultivos y sus mesnadas, y que el padre odie al hijo, el hijo a la madre, la madre al hermano y el hermano al sobrino, y que sus lenguas se resequen y caigan y deban comunicarse mediante vibraciones de su úvula, abatiéndose sobre la confusión aún más de lo que están ahora que ya hablan una cosa que no se entiende nada! ¡Que el cielo se cubra de sangre y que la sangre de estos herejes se vuelva jalea, hasta reventar todos y cada uno de ellos en las calles víctimas de fulminantes embolias y que tengan frío, y les oscurezca temprano y tengan altas estadísticas de suicidios! Amén.”
miércoles, 8 de octubre de 2014
¡Proponen lanzamiento de “Conferencias ¡PUM!” como solución a la Ignorancia Universal!
¿Cómo se crea un gurú de algo? Entiendo nadie emprende la carrera de gurú “per se”. No está homologada, que yo sepa.
Por lo general son personas que se dedican a una materia determinada: Oftalmología, periodismo, escritura, crochet. Si tiene un mínimo de carisma y cierta facilidad para condensar conceptos complicados en frases coloridas o monólogos humorísitcos, es probable que empiece a ser invitado a magazines de cable como nota de relleno; si tiene éxito, las invitaciones se multiplicarán a radios, programas de aire, canales de Youtube y, en el momento indicado, algún apiolado le sugerirá que escriba un libro sobre su sapiencia; y luego, que por qué en lugar de andar hablando gratis -o a cambio de mandar un chivo- por qué no se dedica a hablar en público (a cambio de un modesto arancel).
En ese momento, ¡KA-BLAMMM!, es que el hombre ha dejado de ser un profesional de la cosa para convertirse en gurú de la misma; ya no tiene tiempo para dedicarse a la “cosa”: su agenda rebalsa de charlas, mesas redondas, exposiciones, firmas de libros, conferencias, reportajes y un variopinto tour a través de diferentes medios de comunicación. Su área de expertitud ya no es, en realidad, la “cosa”, sino “hablar de la cosa hasta por los codos”. Tal vez nunca fue demasiado buen oftalmólogo, periodista, escritor o encrochetador, pero domina a la perfección el arte de envolver a sus oyentes en un flujo de frases hechas, ejemplos graciosos, anécdotas y conceptos petarderos.
A veces, el gurú pretende generar discípulos y continuadores y está muy bien que así sea: Soy el último en pretender cagarle el negocio a nadie. Pero el problema es que sus alumnos, movidos por la admiración y el carisma del sujeto, no se dan cuenta de que están siendo guiados a la carrera equivocada. “¡Todos podemos triunfar en la rama del fileteado porteño; YO soy el ejemplo viviente!”, dice el gurú del fileteado porteño. Y allá van, cargados de entusiasmo y pinceles, dispuestos a triunfar en el arte del fileteado porteño hasta llegar a ser tan ricos y famosos como su gurú. Pero, claro, el gurú se ha hecho rico y famoso como gurú, no como fileteador porteño. Sólo que se cuida muy bien de mencionarlo. No necesita más gurús: sólo fileteadores porteños no tan exitosos como él porque, claro, están haciendo algo mal.
Entonces surge un nuevo negocio: el de los workshops, convenciones y simposios. Sostenidos por la febril fantasía de las multinacionales, que esperan que uno de sus empleaduchos invente un nuevo Facebook, Twitter o Rottweiler luego de asistir a una charla sobre “Innovación”, brotan como la peste en hoteles y universidades privadas, que dicho sea de paso también se forran. Para rellenar estos aquelarres, necesitamos gurús de esto y lo otro, y si no hay los inventamos. Se inicia una loca carrera para crear gurús de la nada, muchas veces medio verdolagas, pero, ¡qué caramba!, los organizadores de convenciones tienen que comer. Dos o tres slides con frases en tipografía bien grande, uno que otro video gracioso de youtube ejemplificador cada cinco minutos para que la gente no se duerma y un micrófono de esos tipo Britney Spears que queda tan canchero y, si no sos un gurú, le pegás en el palo (porque aclaremos que el gurú de hoy no usa túnica, sino polera negra).
El summum de este fenómeno son las famosas “Conferencias TED”: Conferencias de no más de dieciocho minutos, con el tipo parado y canchero como si fuera un stand up, cada una sobre un tema muy muy muy específico, buscando una especificidad casi enfermiza dentro de otra materia también específica. Ya no se trata de ser el gurú del vegetarianismo, sino del vege-habichuelo-tarianismo electrolítico con ruedas. A más especialización, más posibilidades tengo de ser el único gurú de eso. Tal vez no sean temas demasiado enriquecedores y olvidemos de qué se trataba a los cinco minutos, pero mientras tanto, ¡cuanta iluminación!
Fíjense cómo hemos progresado: el gurú de antes, el de la túnica, la barba y el estofado de perro (perón, ese es Demis Roussos) te iluminaba en una generalidad de cosas de la vida y el Universo, pero a veces tenías que estar atrás de él, con el pelo rapado y lavándole la ropa gratis durante treinta años para que declarara mimimamente iluminado; hoy, en una jornada de ocho horas, a razón de 18 minutos por gurú (con toda la furia, porque algunos entienden que de lo bueno poco y se largan a los 7 minutos), recibís unas 26 iluminaciones por día.
Sospecho que en alguna Universidad de Massachussets algún cráneo estará creando las “Conferencias ¡PUM!”, charlas de treinta segundos donde miles y miles de conferencistas subirán al escenario uno atrás de otro (colgados de un gancho), emitirán sus saberes hablando más rápido que un rematador, desesperados porque el gancho se los lleva fuera del escenario antes de que hayan terminado las preliminares, mientras ¡PUM! ya está entrando el siguiente gurú/experto/conferencista gesticulando como un enajenado, borboteando sobre otro tema completamente diferente y de una especificidad incomprensible.
Y en algún momento habrá más tipos explicando cómo se hace la “cosa” que tipos que ejecuten la cosa en sí: El típico caso de demasiados gurúes y pocos discípulos. Será el momento de que los espectadores pasivos nos frotemos las manos y empecemos a cobrar, porque vamos a ser perlas en el océano.
domingo, 21 de septiembre de 2014
Coso 99: Lanzador de agua con Forma de Jeringa Gigante y Colorida
Cada tanto una oleada psicopedagogiprogresista se lleva por delante los los llamados “juguetes bélicos”, y revólveres, ametralladoras y lanzagranadas de plástico deben retirarse del mercado, obstaculizando el crecimiento de la economía y el libre comercio. Los fabricantes de juguetes se ven entonces obligados a practicar el arte del camouflage, ocultando ingeniosamente la simbología homicida de estos objetos tras lanzarrayos de Star Wars o espadas de pirata. Hay un rubro muy específico, sin embargo, que ha quedado siempre fuera de los ataques de las Ligas de Madres de Familia: El de los juguetes de agresión acuática, tal vez porque la ausencia de simulación (el daño que producen es real y no representado) no sean exactamente “juguetes”, sino lisa y llanamente “armas”; O quizás por lanzarse a la venta durante los meses en que los gremios represores están con la guardia baja es que pistolas de agua de todos los tamaños (e incluso lanzadores con bombonas ovaladas que cubren un nicho no muy diferente al de una ametralladora) es que este género en particular ha sobrevivido sin mayores problemas.
El paso siguiente era inevitable: que viendo la zona liberada y sin moros en la costa, un Alistair Crowley de la juguetería, diabólico y anarquista, dispuesto a sembrar el Vicio y el Caos y a terminar con la Moral Burguesa, decidiera insertar en el mercado una jeringa gigante, iniciando a los niños en la familiaridad con el mundo de la drogadependencia.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
¡Determinan los cinco tipos de averías irreparables, es decir, todas!
Seguramente usted, un día, quiere que le arreglen algo. Antes de continuar, permítame un “interemezzo”: ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja,ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja!
¡Sí, ja, ja,ja, ja, porque usted, iluso, desavisado, lampiño usted, parece no entender así choque su cráneo diez veces contra el mismo adoquín, que habitamos un Universo donde el Caos es el oden natural y la avería es la regla! ¡Los hombres mueren, los sanos enferman, los continentes derivan y colisonan, las partículas elementales se desarman espontáneamente como juguetes chinos en las manos de un niño, y usted, sin embargo, pretencioso arrogante hijo único de qué te las das usted, reclama desubicadamente que le arreglen el radiador del auto! ¡Como si eso fuera posible! ¡Como si toda intención de arreglamiento no decantara inevitablemente en, por ejemplo:
La avería “ACATÁAAA”: Se trata de una avería o desperfecto (por ejemplo, el auto hace como un “tiki tiki tiki”) que, luego de llevado al especialista de rigor, vuelve prístino y virginal a su deslizamiento silencioso de nave de magnetos habitual (o a su sonido de catramina desechable, pero el habitual, sin “tiki tiki tiki”)… Por unas horas. El feo hocico renegrido de Aquello que No Debería Estar Allí vuelve a asomarse a los pocos rounds, produciendo el insulto escupido por lo bajo contra el deshonesto mercader de la llave inglesa. Pero a las pocas horas, o minutos, o al día siguiente, cuando hemos tomado la firme decisión de atravesar con el coche la cortina metálica del mecánico, el “tiki tiki tiki” desaparece otra vez. Entendemos que el desperfecto, sencillamente, había manifestado su Último Estertor. Y con el alma de vuelta en el cuerpo, mientras rumbeamos a nuestra dirección habitual, el Indeseable contraataca. Y así, la avería asoma y desaparece, un día sí, un día no, jugando con nosotros un diabólico juego mecánico del “Whack-a-mole”, despertando el Super Yo que nos insta a llevar nuestra queja a Don Sosa, para luego esconderse nuevamente y tentarnos con el bienestar de la Negación, hasta que un día, claro, cuando el período de reclamo ha caducado, se instala nuevamente y para siempre.
La Avería “MACONDO”: El especialista, un especialista campechano, re gaucho, nada carero, muy muy macanudo, realiza un arreglo que le permite a la Máquina seguir en funciones, sin necesidad de pedir el firulzio a la casa Central de Chilecito, que tardan un montón y cuesta una fortuna. Y el desperfecto no desaparece, pero convive con nosotros medio atontado. Hace “tiki tiki tiki”, pero muuuucho más bajito. Y no jode demasiado, ¿eh?, no jode demasiado. Se trata de la reparación de los adeptos a la medianía de la tolerancia, de aquellos que practican la convivencia pacífica con los crímenes sin víctima, o con una víctima resistente. Un Amsterdam de las reparaciones, o tal vez un Colonia Vela de las reparaciones, un mundo donde el preso del pueblo es un personaje querido, y los pequeños actos de corrupción de los funcionarios se limitan a pedir un lechón o un favor sexual de la envejecida prostituta de la plaza: un estado de cosas que horroriza a los amantes de la perfección y de cómo se hacen las cosas en Alemania, pero que podría verse como un ejemplo de la paz social tribal, de un mundo pequeño y amigable y cálido y qué macanudo el mecánico cómo me arregló las cosas sin demasiado quilombo hasta que, páfate, el parche cede, la avería se extiende como un cáncer y ahí tengo que recambiar no un firulzio sino media docena. ¡Pero mientras tanto, qué paz, amigos, qué paz!
La Avería “TERMINATOR”: Esta vez, el mecánico ha decidido hacer las cosas bien, cambió firulzios, totoloches y rezampanizó el tribulio, por las dudas. No hay lugar para una nueva avería, quedate tranqui que por cinco años no lo tenés que tocar de nuevo. “Corte Gilligan” a las 24 horas posteriores, con el coche escupiendo “tiki tiki tikis” como si de un cubilete con ruedas se tratase. El mecánico, con la actitud casi ofendida de un prohombre engañado en su buena fe, fulina al aparato con la mirada y vuelve a encarar la reparación, a todo o nada, y cambia fondorios, garganiza el Tripón de Proa, y por las dudas le corbata un totoloche más nuevo todavía. Esta vez el “estado de reparación” dura unas seis horas y monedas. Y esta vez, como es un hombre honesto, el mecánico no permite que le llevemos el auto de nuevo, ya que ya ha dado todo lo que tenía para ofrecer. Nos devolvería la plata, pero nos explica que ya se la gastó.
Comienza un periplo por toda clase de especialistas y taumaturgos, Veteranos del Arreglo, Campeones del Bricolage, Paladines de la Bujía, recomendados por diferentes semi-conocidos y semi-familiares. Cada uno ofrece un diagnóstico diferente y unos esbozos de tarifa que van en aumento geométrico, salpicados con variaciones anómalas en lo que hace a tiempos, ubicaciones geográficas y particularidades de personalidad. Una y otra vez, la avería va dejando un tendal de profesionales, que o bien se rinden (luego de envejecer diez años en quince días) o bien niegan en nuestra cara la persistencia de la avería, con explicaciones que van del galimatías incomprensible a la llana fábula. “Terminator”, por supuesto, continúa allí PARA SIEMPRE, aunque intermediado por breves períodos de arreglamiento por un nuevo especialista. ¿Desea ud. un consejo? Disfrútelos.
Nota: Este fenómeno se usa mucho en el tema calefones. Si escucha las palabras “termocupla” o “electroválvula”, sepa que está en problemas gravísimos.
La avería “CONCEPTUAL”: Es, sencillamente, la avería que se trasmuta en otra. El mecánico arregla el “tiki tiki tiki”, pero al hacerlo, desacomoda algo en el equilibrio del Universo, y entonces el auto empieza a hacer “broco broco broco”. O pierde agua el bidón, o se parte el burro de arranque, o se trula el condensador de flujo. Técnicamente, el especialista arregló el cosito, pero, también técnicamente, en la Gran Arquitectura de las Cosas, no arregló un carajo, porque sigue existiendo una avería. Es como si la avería de su auto fuera algo más conceptual que particular. No importa tanto la avería en sí, como que el artefacto mantenga un número estable de averías. Y eso si tiene suerte, porque lo normal, en este Universo donde el Caos etc. etc. etc. es que las averías se acumulen y multipliquen y pueblen la Tierra. ¿Tiene una sola avería? ¡Ahhhhh bueeee, qué Duque!!! El único problema que le veo a este fenómeno es que el mecánico te cobra por avería particular, no por avería conceptual, así que si ud. le va con “Don Girólamo, se lo traigo de nuevo porque la avería conceptual sigue y ahora en lugar de tener la dirección floja pierde aceite, esto no me lo cobra, ¿no?” es muy probable que se muestre del todo de acuerdo. Viste cómo es esta gente.
La Avería “POSTRAUMÁTICA”: A veces algún especialista da con la clave de una “Terminator” y, suenen trompetas, efectivamente la arregla. Sí. El “Tiki tiki tiki”, fetivamete, no está más. O eso parece. Daría la impresión de que no. No sé. Qué se yo. Porque pasan los días y el sonido o la percepción del desperfecto resuenan en su cabeza, o en la forma que se mueve el volante, o en cierta calidad desprolija de cómo hace el motor, o la electrovávula, o el color violeta del monitor o la lentitud (difícil de precisar) del procesador. O sea, anda mejor que antes, pero no anda del todo bien, no me acuerdo cómo andaba antes, pero creo que no era así o no debería o debiese andar así y si debiese andar así es una REVERENDA CAGAAADAAAA. Pero no, me parece, me parece nada más. ¿Ahí? ¿Escuchaste eso? Ud. buscará consenso en seres queridos o desconocidos, a horas intempestivas y en lugares impensados, porque luego de haberlo pasado tan mal con la perenne avería, tiembla, sueña y se derrumba con la idea de su regreso. Es más una “sensación” de avería que una avería en sí, pero por otra parte, no sé. Me parece que no es así. O debería andar así esto. Algo pasa, che, algo pasa.
Nota: No lo quiero alarmar, pero existe la posibilidad, algo inquietante, de que esta sea una variante de la “Avería Conceptual”, y que en este caso, la avería se haya trasladado a su cabeza. Lo lamento.
jueves, 11 de septiembre de 2014
Coso 98: Piecita Genérica de Juguete de Huevo Kinder
El Huevo Kinder tuvo su momento de gloria en los 90 y los dosmiles, siendo reemplazado por… Bien, no tengo idea de por qué diantres ha sido reemplazado, si es que lo ha sido. El caso es que no hay casa habitada por niños que no tenga una o varias de estas piezas dando vueltas, ora en el piso de la sala, en el rincón de una mesa, bajo el sofá o en nuestro plato de ravioles. Puede ser un bracito, o una suerte de arandela, de eje de carricoche o agarradera de otra pieza más vistosa. Separada de su composición total (de la que se despide entre 24 y 72 hs. luego del primer armado del juguete), es difícil determinar su función original. Lo que sí sabemos es que es un residuo de huevo Kinder, y que ya forma parte de nuestra basura habitual, junto a migas, pelusas o los trocitos microscópicos de piel de los que se alimentan nuestros ácaros domésticos.
sábado, 6 de septiembre de 2014
Coso 97: Naricero para Anteojos de Borde Metálico
.El Naricero, aún presente en algunos diseños de anteojos de borde metálico es un caso paradigmático de “aquello que aprecias cuando lo pierdes”, emparentándolo con el Amor, el Papel Higiénico y la Juventud. Cuando algún accidente lo desprende de ese pequeño bracito metálico soldado al cuerpo del anteojo, no lo extrañamos sólo por su ausencia, por haber perdido algo hermoso, querido o útil: Su ausencia se nos hace mucho más patente, diríamos dolorosa (físicamente hablando) en la punción del antedicho bracito que, desnudo y sin rienda alguna, se dedica a hurgar y carcomer la carne de nuestra nariz superior, con la firme intención de horadar despiadadamente hasta el tabique; entonces recuperamos el naricero o conseguimos uno similar, y éste tiene una conducta bastante perversa: sin pincharnos, continúa presionando sobre la llaga producida, como para recordarnos que nunca debimos descuidarlo, como una ex esposa despechada que ha
regresado sólo para convertir nuestra vida en un infierno. Buen momento para pensar en la cirugía o los lentes de contacto
martes, 2 de septiembre de 2014
Coso 96: “Abstractito”
Cuando parecía que ya no quedaba rubro, rincón o centímetro del Universo atacado por el “Design” y su mundillo de comedores de comida étnica y muebles incómodos (pero muy diseñados), esta infección se apoderó del huésped más impensado: el de los bebés y su parafernalia. Por definición, este universo de colores primarios y muñecos de ojos saltones parecía incompatible con los parámetros anoréxicos y desencantados de la gente cool. Sin embargo, una avanzada de muñecos de trapo “de diseñador” ha hecho su aparición en los negocios más conchetos del rubro “puericultura”; y por supuesto, como son de diseñador, no se parecen en nada a un muñeco de trapo. Nada hay en ellos que recuerde a una cabeza, brazos o piernas, lo que sería muy vulgar. A duras penas tienen en su corpachón de figura geométrica irregular un botón que hace las veces de ojo (sí, en singular) y alguna semi-sonrisa bordada. Pariente del Monstruo de Frankenstein
y el bulld-dog, y rogando por que alguien le pegue un tiro, “Abstractito” ha hecho su entrada. Su venganza está implícita: introducir nociones de anatomía muy confusas a toda una generación.
jueves, 28 de agosto de 2014
¡Otra idea desaprovechada!
Si hacen una película sobre el hermano malo de Papá Noel estaría bueno que lo pongan a Lanata.
viernes, 22 de agosto de 2014
¡Macabra propuesta de “oficio del futuro”!
CON LA MUERTE CULTURAL DEL ZOOLÓGICO Y EL ADVENIMIENTO DE LA FIGURA DEL “MILLONARIO COPADO” (esos que usan polerita y hacen cosas con energía solar), predigo la creación de un nuevo oficio: el “Mostrador de Animales”.
Antaño el colmo del lujo y la extravagancia era tener un zoológico en tu mansión: Michael Jackson, Pablo Escobar y Justo Jose de Urquiza compartían este dudoso hobby. Pero tener a los animaluchis encerraduchis en tu casa -al igual que tener cabezas disecadas de ciervos matados personalmente sobre la chimenea- ya no queda bien. No queda bien.
Entonces los nuevos magnates contrarán los servicios del Mostrador de Animales: Se trata de un cazador o equipo de cazadores que van a África o a Borneo, te agarran un animal salvaje con métodos no cruentos (dardos tranquilizantes, pistolas tásers, hipnotismo, disfraz de animal salvaje hembra o el cajoncito ese con el palito), lo transportan hasta la casa del millonario en cuestión e, inmovilizado (con algún otro método no cruento, por ejemplo, sogas, doble nelsons o un contrato de inmovilidad) o tal vez endrogado, te lo muestran durante unos minutos.
El millonario lo mira, sus hijos también, hacen algún comentario sobre la belleza, el estupor o el grotesco rostro del susodicho, incluso le pueden tirar galletitas ecológicas, hacer un “mini-concurso” de ponerle nombre, etc. Y cuando ha pasado un tiempo prudencial, el Mostrador de Animales dice “che, está medio pasadito de sueño”, se lo lleva de nuevo y lo libera en su hábitat natural. Incluso, por unos pesos extra, el propio millonario puede ser el que lo libere (mientras suena en un poderoso equipo de música el tema de “La Leona de Dos Mundos”), con lágrimas en los ojos y el corazón palpitante de desinterés y generosidad (la que será especialmente agradecida por el Mostrador de Animales y los porteadores de color, que esperan una buena propina).
Yo les tiro la idea para que después no me vengan con que hay que crear fuentes de trabajo.
miércoles, 20 de agosto de 2014
¡Lanzan nuevo Estado de Ánimo!
Me me tienen podrido los superlativos en FB tipo “este video te dejará sin aliento”, “Las primeras fotos de El Robot Escarlata VIII son absolutamente asombrosas” o “Esta pelicula es la peor mierda que se haya hecho jamás”, pero por otro lado el exceso de ecuanimidad y equilibrio me resulta frígido, estéril, una cosa muy binnerista. Así que he pensado en inventar un estado intermedio entre esos dos excesos. Lo llamaré “Roberto”. No sé qué les parece el proyecto.
lunes, 18 de agosto de 2014
¡Lanzan original sistema de detección de estafas gastronómicas!
Señales de que te están cagando con la comida: Elementos que habitualmente funcionan como un conjunto o “montón” se pueden cuantificar de un golpe de vista. Ejemplo: Cinco papas al horno, diez ravioles, cuatro trozos de lechuga.
jueves, 14 de agosto de 2014
¡Proponen -ellos, yo no, yo soy bueno- novedoso criterio sobre el Humorismo!
El otro día un standapero español en la radio decía que a él no le interesaba que la gente se riera durante sus monólogos; que la risa tenía, en realidad, muy poco que ver con el humor. Luego ilustró esta sorprendente proposición siendo efectivamente menos gracioso que Santo Biasatti (de hecho muchísimo menos, porque Santo Biasatti sería un excelente personaje secundario de un corto de los Tres Chiflados). ¿De dónde salen estos chantas???
viernes, 1 de agosto de 2014
¡Otra obra maestra en el arte del prologuismo!
(El siguiente es mi prólogo al libro “Lenin y Vos”, de Bruno Bauer, recientemente editado. ¡Cómprelo, señor!)
Capitulo 1: Donde te doy la posta de que es el humor, vos escuchame a mi que no parece pero la tengo clarinete
Existe en nuestro país cierta celebración de algo llamado “humor inteligente”. No es mi intención cuestionar las virtudes y ventajas generales de la inteligencia; tampoco se si, como se repite por ahí, el sentido del humor es una senal de inteligencia, o que los cables del humor y la inteligencia se tocan. Como prueba científica, podemos citar la existencia del Sindrome de Asperger. Sus padecientes suelen ser personas sumamente inteligentes, te multiplican 76455 x 34556 en un santiamén o te desarman una bomba, pero son incapaces de entender el chiste del opa que compra cinco pesos de mortadela.
La impresión que tengo es que el humor es un mecanismo mas o menos básico, con una pata en la racionalidad y otra situada en una energía vital primigenia, que es la que dispara la risa con ruido (contraponiéndola a la risa abstracta, esa que nos permite escribir “jajaja” en nuestros chats mientras nuestro rostro permanece impertérrito como un muro de concreto). Es esta irracionalidad de la risa la que no nos permite explicar por que algo es gracioso, por que la silla de plástico que se rompe en mitad de una reunión desata una explosión de carcajadas o la foto del gato que se parece a Hitler nos hace lanzar un borborigmo involuntario por la nariz.
Cuantas veces nos hemos encontrado intentando explicarle a alguien una escena de los tres chiflados o ese chiste tan bueno que hizo Rodriguez de contaduria, para encontrar enfrente un silencio sepulcral? No ocurre esto cuando tenemos que explicarle a alguien una formula matematica o una receta de cocina, procesos para los cuales el intelecto esta mas que preparado.
Y es que hay un “factor X”, irracional y emocional involucrado en el humor, que vuelve inútil la inteligencia pura y dura.
Apartado 2: Donde se maltrata gratuitamente a un monton de gente que no sabe que esta haciendo todo mal, pobre
Frente a esta realidad inquietante es que un grupo de gente muy insegura creo la categoría “humor inteligente”. Festejandolo con sonrisas ensayadas ante el espejo, los usuarios se adjudican la virtud de la inteligencia a si mismos, creando de paso una suerte de status superior respecto de aquellos que se rien del humor “no inteligente”: llamese a esto habitualmente gente como Benny Hill, Jorge Corona, Abbott y Costello, Alberto Olmedo ( que vendrían a ser los “negros cabeza” del humor).
Primera trampa: en realidad el humor inteligente no es, exactamente “inteligente”. Asi como una inteligencia autentica nos permitiría entender la Teoría de las Cuerdas, que no se ni lo que es, lo pongo como ejemplo de algo que no se entiende, no hace falta estar especialmente dotado para entender el
“humor inteligente”. Porque la principal característica de este fenomeno no es la dificultad conceptual sino la solemnidad.
Es la solemnidad presente en la tematica del peor Quino, en el tono admonitorio de los monologos finales de Enrique Pinti, en el rebuscamiento a veces exasperante de los Monty Python; pero no jodamos, se entiende, se entiende perfecto al toque, sin el menor esfuerzo, sin quedarse toda la noche quemándose las pestanas ni nada de eso. Alcanza con impostar una ceja levantada y el ceno fruncido (porque, recordémoslo, el humor inteligente se celebra en silencio).
Segunda trampa: el usuario, luego de consumir su dosis, sale convencido de que es inteligentísimo: y como no va a serlo, si ha entendido algo inteligente? Al contrario de esos libros complicados llenos de cuentas o palabras difíciles y que nos hacen sentir estúpidos, la experiencia en este caso es altamente satisfactoria. Y por eso los autores son celebrados y recompensados: Como la viuda sexagenaria cortejada por el gigoló aceitoso, los usuarios pagan por ser engatusados, los autores reciben sus aplausos de oropel y todos re contentos (excepto, claro, los payasos de circo y los escritores de chistes de Jaimito).
Entonces apareció, en la historia de la cultura humana, “Lenin y vos”.
Episodio III: Donde se dicen maravillas del autor del libro, que para eso hago el prologo, carajo mierda
Su autor, un misterioso profesor de filosofía de Buenos Aires, ha decidido volcar en esta historieta todos sus conocimientos academicos y transformarlos en una satira político-cultural a veces mas certera, a veces mas chusca, siempre divertida, irreverente y tan original que da bronca. El material recopilado en este libro es profuso, sustancioso y hasta didáctico. O sea, no se pongan nerviosos pero me parece que es inteligente en serio.
Por supuesto, esto conlleva un problema: quien escribe este prologo no tiene puta idea de quienes eran Oswald Spengler o Kasimir Melevich, tiene una vaga idea de quien era Antonio Gramsci, leyó a reganadientes a un tal Foucault durante su breve paso por el CBC (borrándolo de su memoria a la primera oportunidad) y desconoce mayormente los detalles historicos de la revolución soviética -aunque sabe que Lenin tuvo algo que ver, tampoco la pavada. Por lo que no puede jactarse de haber entendido el 100, que digo el 100, el 80, que digo el 80, dejalo en un generosísimo 70 % de las historietas de este libro; siendo un fan del sr. Bauer, sí puedo decir que calculo de que sabe de lo que esta hablando, y que a través del poder de la abstracción que entiendo el sentido general de aquellas historietas mas eruditas. Creo.
Lo que no puedo decir es que después de terminar el libro me sienta un bocho. Mas bien diría, como en algún contraejemplo citado mas arriba, que un poco estúpido me ha hecho sentir. No, no es en principio la sensación mas agradable del mundo. Como compensacion, creo que la lectura de este libro sí me ha expuesto a cosas que no sabia, sí me ha obligado a sacudirme la modorra y la inercia y desde luego -por si hace falta que lo aclare- sí me ha hecho reir. En resumen, soy una persona mejor luego de leer “Lenin y vos”.
Parte cuarta: Donde se describe minuciosamente, casi con sadismo, la soga al cuello que se ha puesto graciosamente el autor del libro
Supongo que se dan cuenta de las consecuencias a las que nos enfrentamos: “Lenin y vos” deschava en este acto la vacuidad del llamado “humor inteligente”. No solo desde sus jodidisimas reflexiones sobre algunas vacas sagradas como Quino, Tato Bores, Barcelona o los Simpsons, sino desde el hecho mismo de existir. Esa es la primera traición del Sr. Bauer: gritarle al mundo que sus colegas son unos completos estafadores.
Y la segunda traición es contra su formación filosófica: A lo largo de “Lenin y vos” el sr. Bauer coquetea con los elementos mas bastos del humor: la chabacanería, la confusión facial y la parodia de los avisos de detergente. Ignoro si sus camaradas filosofos se tomaran esto con humor o lo consideraran un payaso que deshonra la profesión, pero como colega humorista le deseo que asi sea: Pocas cosas demuestran la valia de un comico como la dignidad herida de la gente que se toma en serio.
Bauer, entonces, se muestra inteligente cuando debería ser inteligente de mentiritas, y hace el tonto en el terreno donde debería ser inteligente de verdad. Casi adrede, el hombre se busca el odio de sus dos posibles aliados! Eso, queridos compañeros, es lo que llamo dar un salto al vacio, sin ningún tipo de red ni contención ni programa de ayuda estatal! Esto es arriesgarse en serio, que chistes del Holocausto ni chistes del Holocausto: O sea, para ser tan inteligente el tal Bauer es medio kamikaze.
Gran Finale: Donde se expresa un mensaje esperanzador para la humanidad
Si el hombre logra sobrevivir a las consecuencias de sus instintos autodestructivos, espero de todo corazon que este sea el primero de muchos “Lenin y vos”, que salgan el “Lenin y vos” 1, el 2, el 3, etcétera y luego el “Todo Lenin y Vos”, la revista de “Lenin y vos”, el calendario de “Lenin y vos”, la careta de “Lenin y vos”, etc. Lo agradeceré como humorista para aprender unas cuantas cosas, y como lector para disfrutarlo en grande. Nada más.
martes, 15 de julio de 2014
Coso 95: Pneumático Promocional de Gomería de Ruta
Decíamos en el caso “Pareo” que no debería éste superar su categoría de “Coso”. Tenemos aquí el caso inverso, el de un objeto útil, noble y vaya si con nombre propio, que luego de su caducidad es expulsado de su clase para entrar en el terreno de los sub-objetos: el neumático que, luego de ser pintado bastamente de blanco y adornado con palabras incompletas de semianalfabeto, transfigúrase en el mascarón de proa publicitario de uno de esos siniestros talleres de reparación de neumáticos que acechan, como buitres humanoides, los costados de las rutas rumbo a nuestro destino vacacional, frotándose las manos ante nuestra potencial desgracia (cuando no la provocan activamente arrojando objetos punzantes a la ruta) y posterior cuenta, cuyo límite será solo la imaginación o la maldad del reparador. Este ominoso objeto puede figurar colgado de un árbol o, en parajes más estériles, yacer semienterrado en la tierra al costado de la casucha-taller, como un condenado a ser devorado por las hormigas: ¿una profecía metafórica de lo que le espera al bolsillo del accidentado?
domingo, 13 de julio de 2014
Coso 94: Golem-souvenir de Conchas Marinas
Un habitante recurrente de tiendas de ciudades turísticas de la costa, el Golem de Conchas se emparenta con otras criaturas temáticas (y anatómicamente monstruosas) fabricadas a partir de un ítem determinado, tal como el Homúnculo de Caños de Escape, los personajes vegetales de Arcimboldo o los adefesios ferrocarrileros del artista argentino Regazzoni. Quiso el Creador que las caracolas marinas existieran en suficiente variedad de formas como para que fuera la concha de un vibalbo pies o caras, la alargada turbonilla un brazo, la caracola propiamente dicha ojos u orejas, de modo que la tosca criatura lograra semejar rasgos humano-animaloides a los ojos de un infante o una ingenua señora de pueblo (su target más frecuente). Es digna de señalar la perversidad de los vendedores de Golems de Conchas, ya que su fragilidad raras veces soporta el viaje de la playa a la ciudad de origen, reduciéndose a añicos al primer bache en la ruta: daría lo mismo que vendieran homúnculos hechos de castillos de naipes.
sábado, 12 de julio de 2014
Coso 93: El “Pareo”
Se trata de un elemento que habita los arrabales, los barrios bajos, las zonas periféricas y marginales de la ciencia de la indumentaria. ¿Estamos seguros de que podemos llamarlo “ropa” o “prenda de vestir”? ¿En qué momento un “trozo de tela” deja de serlo para transformarse en “ropa”? ¿En qué instancia pasa de la categoría “materia prima” a “producto industrial”? Su practicidad es cuestionable: ¿Necesita realmente una mujer en bikini, en ese reino de la impudicia llamado “playa” cubrirse con un harapo que rememora vagamente a una falda? Su pretendido valor agregado de elegancia, fácilmente rebatible: ¿A qué nos recuerda la prenda que no hace más que resaltar la presencia de las piernas desnudas, sino al vestuario desabotonable y superfluo (los anacrónicos guantes, las innecesarias medias con liguero, el largo vestido surcado por un largo cierre) previo al número de strip tease? Así, este pretencioso accesorio de señoritas chetas las cubre inadvertidamente del halo de miseria y vulgaridad propio del escalón social más desafortunado y bajo del género femenino. Tristes reflexiones aparte, esta Enciclopedia, vigía de la precisión de las categorías, niega al Pareo la entidad de “Ropa”, y con férrea disciplina y brazos severos la contiene en su condición de “Coso”, de donde jamàs ha de salir.
viernes, 11 de julio de 2014
¡Proponen novedosa variante deportiva!
Otra es hacer “Fútbol sin Arcos”, para los amantes de la belleza futbolística más allá del resultado. Gana el que hace el juego más hermoso, sin especulaciones ni bilardismos, sin rebajarse a jugar contra otro equipo que te ande estorbando con su juego plebeyo y defensivo y cagándote a patadas y tratando de meterte goles. Puede ser un poco aburrido.
La filosofía del “Fútbol sin Arcos” aplica también a todas esas almas puras que no toleran el arte comercial y esas cosas polutas y encenagadas.
jueves, 10 de julio de 2014
¡Ponen a tipo que sabe mucho de fútbol!
Hola, soy uno que sabe mucho de fútbol. Argentina juega mal, pero ganó todos los partidos. O sea, el fútbol consiste en ganar el partido, meter más goles y que a vos te metan menos, pero que Argentina haya hecho esto no quiere decir que Argentina juegue bien. ¿Se entiende? Claro, también me pongo a hablar con vos que de fútbol no entendés una goma.
Lo que pasa, te esplico, es que tuvo la suerte de ir a penales, aunque para ir a penales haya tenido que jugar de tal modo que no le metieran ningún gol, lo cual es parte de jugar bien al fútbol, pero eso no quiere decir que haya jugado bien. ¡De ninguna manera!
Y los penales son una lotería; claro que, a diferencia de la lotería, interviene la habilidad humana y el aspecto físico-atlético de atajar y de patear correctamente una pelota, cosa que en la lotería mayormente no ocurre. Y el arquero de Argentina atajó dos pelotas, lo cual sería “jugar bien” en el caso de un arquero, y era el arquero de Argentina, pero esto no significa que Argentina haya jugado bien o mejor que Holanda o que uno de sus miembros (el arquero, en este caso) así lo haya hecho.
No tiene nada que ver una cosa con la otra, cómo se nota que no sabés nada de fútbol, ¡Ja, ja, ja! Y ahora me voy en tren, ¡chucu-chucu-chucu!
jueves, 26 de junio de 2014
¡Macabro instante de una mudanza cualquiera!
UNO DE LOS MOMENTOS MÁS DEVASTADORES DE UNA MUDANZA OCURRE CUANDO YA ESTÁ TODO MÁS O MENOS EMPAQUETADO O en camino de estarlo, y comenzamos a percibir objetos desperdigados, solitarios, inempaquetables.
Se trata de “restos”, resaca, rebabas del hogar cuyo destino final es incierto y su condición de provisorios empieza a parecer permanente. Ninguno pertenece a la misma clasificación, o sus clasificaciones se cruzan en un punto pero se repelen en otro, lo que nos impide clasificarlos en la categoría de objetos inclasificables. Son la pesadilla de un archivador o un neurótico obsesivo, pero sobre todo son la pesadilla del hombre que se muda.
Algunos son objetos que debería devolver. Otros son objetos de valor sentimental ínfimo, que no tengo el valor de tirar a la basura (y siento que retrasar esta decisión me hace más bueno y sensible). Otros pertenecen a la categoría “cosas que necesito tener hasta último momento, pero no tan tan tan a último momento como el cepillo de dientes”. Otros pertenecen a una categoría, pero se han quedado fuera de su caja por accidente, o porque estaban perdidos debajo de un mueble, o bien porque la caja era demasiado chica, o porque de momento pertenecen a la categoría anterior (por ejemplo, “libritos del bebé”). Otros conforman una categoría ínfima (tipo 3 cosas) que no amerita el inicio de una caja.
Otros simplemente permanecen allí, pétreos e innominados: en algún momento decidimos dejar de percibirlos, y a medida que avanzaba el empaquetamiento empezaron a hacerse evidentes. Pero ahora el ejercicio de su visibilidad se hace difícil de remontar; sin embargo, la realidad de que en algún momento tendremos que hacernos cargo de ellos nos respira en la nuca, como un corazón delator o un mono escondido tras la cortina del baño.
¿Qué hago con estas radiografías de columna que me hice el año pasado? ¿La tiro o tal vez las necesite para mi hipotética visita al traumatólogo? ¿Y por qué puta mierdas hacen las radiografías son tan grandes? ¿No me las pueden poner en Facebook? ¿Y este lapicero con útiles de dibujo? Ya he guardado los útiles, ¿mudo el lapicero o le doy vía libre? ¿o está “out” el lapicero? ¿Y este cuadernito con cosas útiles anotadas? ¡Tengo media docena de cuadernitos con cosas útiles anotadas! ¡Dudo que haya tantas cosas útiles en el planeta!
Este mini-ejército de objetos conforma una fuerza diabólica e inorgánica, un vórtice que rezuma el Caos inefable: aquello que es imposible de aprehender o percibir. Desde su centro se emite un vómito de Materia Oscura, que infesta y devora todo lo que toca. ¡Odio esta categoría descategorizada y todo lo que representa!
Podría poner todo en una bolsa y arrojarlo a la basura, pero me enerva que terminen juntos objetos que sí merecían este destino junto con otros que simplemente estaban en el lugar y momento equivocado. Ya no podría volver a dormir. Me sentiría cómplice del Desorden del Cosmos, del Dios Malvado e Idiota en el que creían los gnósticos, de un súper nihilismo activo que no sólo descree todo sino que produce y trabaja en pos de la ausencia de significado: el Ejército de la Nada.
Prefiero convertirme en centinela, en el Guardián del Sentido, manteniéndolos a raya para que la Confusión que emanan no carcoma el resto del Universo. Sólo me queda una opción: Meterlos en una caja todos juntos y escribirle con fibrón un cartel que diga “Caja del Caos” (junto a una serie de dibujos que representen la Torre Eiffel, un cerdo y la cara de Silvio Soldán, simbolizando la desorganización y acumulación al azar que los ha reunido). Y esperar a culminar mi mudanza, donde la abriré y volveré a repartirlos casualmente por toda la casa, en poses de estudiado descuido como el peinado de un ídolo “tween”, donde su condición de objetos solitarios los despoje completamente de su Poder.
Perdón si parece que me tomo mi mudanza demasiado en serio. Yo soy así, no me gustan las cosas a medias.
miércoles, 18 de junio de 2014
Esperimental 343
Resultado del esperimento: Cien.
Una audaz esperiencia que une el Arte y los Deportes de Riesgo. Lo más complicado era cuando debido a la presión de la hoja contra el volante sonaba la bocina y me sobresaltaba. Bueno, y el empedrado.
martes, 17 de junio de 2014
Esperimental 55
Resultado del esperimento: 20. Y, no todos son 100.
Había otras expectativas. De cualquier manera no es que no quedó nada, quedó algo, quedó como que el tipo está loco, por ejemplo. No está mal, no está mal. Yo le hubiera puesto un 25 por lo menos, pero el arbitraje del Esperimental es implacable. (Clik en “Enlace permanente” para verla correctamente)
Esperimental 327
En mi eterna lucha por demostrar lo tremendamente groso que soy, lanzo mi nuevo proyecto: “Esperimental”. Porque si en el arte no esperimentás, te estancás. Y desde mi humilde lugar de orfebre del dibujo sólo quiero aportar mi granito de arena en el sentido de revolucionar completamente la Cultura Contemporánea, darla vuelta del derecho y del revés hasta que no se acuerde ni de su propio nombre y dejarla atravesada con mi mástil enhiesto, tirada completamente desnuda a un costado de la ruta y gimiendo “Más! ¡Mas! ¡Máaas!”. Va la primera entrega (clik en “enlace permanente” para verla completa):
martes, 10 de junio de 2014
¡Revelan cosa secreta!
Va nuevo chiste hecho en 5 minutos sobre el robot ese que le ganó a Turing (dando el puntapie inicial para el Gran Apocalipsis Cibernético, pero por suerte de ese temita se ocuparán nuestros hijos):
“Batata” Figueroa y los problemas de la adaptación
“En el comic Gatúbela tiene las tetas más grandes”, “En el original al Tío Ben no lo matan arrojándolo a un volcán”, “En la historieta Patoruzú no está interpretado por Facundo Arana”: Típicas quejas de los aficionados cada vez que una historieta es llevada a la pantalla grande.
Las dificultades intrínsecas de cruzarse de un género a otro, más la condescendencia con que el cine trata a la historieta suelen ser las causas de que aún no se haya visto una adaptación cinematográfica lo bastante precisa. Alfeñiques de 44 kilos interpretando a Batman, Cachorras con nariz y Kingpins afroamericanos son algunos de los disparates que hemos debido soportar. Tal vez el único intento respetuoso haya sido la fallida adaptación de “Dago” –que jamás vio la luz en las salas cinematográficas- intentada en el 2006 por Roberto “Batata” Figueroa.
Figueroa, oriundo del porteño barrio de Caballito, llevaba unos cinco años en Hollywood y había logrado una carrera bastante promisoria. Uno de sus cortos, “Electro Choripán”, había sido premiado en prestigiosos festivales internacionales y su firma era habitual en la dirección de algunos episodios de “E.R.” y “Boston Legal”. Y cuando una productora independiente le propuso llevar adelante su primer largo, se lanzó a cumplir el sueño de toda su vida: Adaptar al cine el cómic “Dago”, la recordada obra de Robin Wood y Alberto Salinas. Aunque una superproducción basada en un cómic desconocido en USA no era lo que tenían en mente los productores (ellos le llevaron el guión sobre una familia disfuncional que vivía en una estación de servicio), el entusiasmo de “Batata” era contagioso.
Fanático del cómic en general y la obra de Wood en particular (su hijo mayor había sido bautizado “Hattusil”), Figueroa se prometió a sí mismo que respetaría a rajatabla no sólo el relato sino los códigos del género. La primera preocupación de los productores ejecutivos vio la luz en la etapa de casting. Figueroa se negaba a contratar actores que no fueran idénticos a los personajes. Llegó a rechazar la posibilidad de entrevistar a Hugh Hackman –que estaba dispuesto a rebajar considerablemente su salario- simplemente porque “no daba el physique du role”. Cuando los candidatos empezaron a escasear, comenzó a entrevistar a no actores, hasta que encontró a “Slobo” Badovinac, un camionero de origen serbio de notable parecido con el personaje. Destinó una parte importante del presupuesto en impartirle clases de actuación, de italiano, turco y lucha con cimitarras.
Este no fue el primer exceso de Figueroa. Al empezar la filmación, comprendió que era difícil trasladar al cine el código historietístico con fidelidad. Su principal objetivo fue conseguir la sensación de “bidimensionalidad” que tiene el cómic sobre papel (una búsqueda impensable en la actual “Era 3D”), para lo cual intentó con diversos efectos, incluido obligar a los intérpretes a actuar con la cara aplastada contra un vidrio. Pero este intento fue desechado ya que provocaba serias dificultades de dicción.
Los productores se mostraron consternadísimos con el monstruoso presupuesto dedicado al departamento de maquillaje, ya que “Batata” exigía que se pintara a los actores de pies a cabeza con un color que imitara el coloreado mecánico de la historieta, y además se dibujaran en su piel las rayitas y tramados típicos del Maestro Salinas. Pero Figueroa no se detuvo allí. Luego de leer el libro “Undesrstanding Comics”, de Scott McCloud, donde explicaba que una película era un cómic “muy lento”, donde cada fotograma era una viñeta, exigió a los editores que la película fuera cortada en fotogramas completamente separados y estáticos. Para ser fiel a “la estética del cómic”.
Durante el primer “screening” para los ejecutivos de la productora, éstos se mostraron escandalizados al ver una serie de viñetas sin sonido ni música, exactamente iguales al original y con los “globitos Columba” y parrafadas woodianas sobreimpresos sobre las imágenes. Sin embargo la principal protesta vino del propio realizador, que se levantó gritando “¡No! ¡No alcanza! ¡Nada que ver! ¡La historieta no era así!”
Al día siguiente Figueroa explicó que, para ser completamente fiel al cómic original, debían renunciar a proyectar la película en salas, y en su lugar debían imprimir los fotogramas elegidos sobre papel barato, encuadernado y distribuido en los kioscos. “Para que los fans no protesten”, se justificó “Batata”. Fue el punto final del proyecto. Sin embargo, Figueroa se las arregló para utilizar algo del presupuesto que quedaba para producir algunos “ejemplares” de su adaptación, que al día de hoy resulta ser indistinguible de la compilación de “Dago” editada hace algunos años.
“Por lo menos nadie me puede acusar de que el libro es mejor que la película”, declaró el realizador, que actualmente se dedica a filmar comerciales para grandes mueblerías.
viernes, 6 de junio de 2014
El Cartoonero: Batman, una relectura
El estreno hace un par de años de “El Caballero Oscuro asciende”, la última peripecia cinematográfica del Hombre Murciélago despertó en su momento, como suele ocurrir, toda clase de reacciones, fanatismos y polémicas, algunas de ellas resueltas drásticamente con armas de fuego. Entre otras cosas, se discute qué puntos de contacto tiene esta relectura con otras relecturas del personaje, citándose desde Neal Adams a Frank Miller y Alan Moore: Que si esta versión es demasiado oscura, que si tiene un mensaje fascista, que si las orejitas le quedaron demasiado puntiagudas y otras profundas disquisiciones.
Por algún motivo, sin embargo, se obvia en estas discusiones la mención de la relectura que en el 2004 hizo el dibujante y guionista Simon Blasco. Debido a la brusca caída en las ventas que sufrió -entre el 14 y el 21 de julio- una de las 1.578 series que protagonizaba el personaje (“The Purple Sword of Batman”), los ejecutivos de la editorial decicieron que era hora de darle un “aggiornamiento” al personaje, una audaz movida que no se hacía desde mayo. Con no modestas pretensiones, pidieron a Blasco que hiciera con Batman lo que nadie había hecho hasta ahora, que le diera un tratamiento completamente nuevo tanto desde lo visual como desde el relato, que realizara un Batman que terminara con todos los Batmans de la historia y en lo posible que elevara las ventas un 430 %, cifra necesaria para cumplir con los objetivos del año fiscal.
Semejantes presiones (por no decir nobles miras artísticas) pusieron un poco nervioso al autor. Durante algunas semanas realizó cientos de bocetos, pero le parecía que estaba repitiendo fórmulas anteriores. Prácticamente todo parecía haberse hecho con el quiróptero: Desde mostrarlo como un anciano psicópata y violento a convertirlo en un parapléjico psicópata y violento, llevarlo a la época de los piratas, hacerlo pelear junto a Tarzán o un simpático duende, dibujarlo en estilo Manga o recuperar el espíritu “camp” psicópata y violento de la serie de los 60. Blasco se sintió tentado de matarlo, cambiarle el sexo o picarlo por una araña radiactiva, pero no estaba seguro de que no se hubiera hecho.
El dibujante comprendía que a esta altura había que romper con todo lo establecido sobre el Encapotado para llamarle la atención a los lectores, no digamos ya lograr las astronómicas ventas pretendidas por los ejecutivos de la editorial. Y así, tras una intensa investigación, dibujó diez páginas de la relectura más impensable del Paladín Enmascarado.
Cuando terminó de mostrar las magníficas planchas que había dibujado, un silencio lúgubre se apoderó de la enmoquetada oficina en el piso 17 de Broadway 1700, Manhattan. “Bueno, es lo único que no se había hecho hasta ahora. Lo único”, se justificó el dibujante. Blasco había convertido a Batman en un cómic autobiográfico. Es decir, un Batman con la cara del propio Blasco. Las primeras páginas mostraban al personaje –o sea, él- yendo al mercado, tomando el subte e incluso dibujando la historieta. Luego, abruptamente la historieta daba un giro y Batman vivía deliciosas aventuras junto a sus amigos Tobi, Memo y Anita, para luego convertirse en una serie de pictogramas medievales sobre molineros y, finalmente, reversionar al Hombre Murciélago como si éste fuera una lámpara que –como buena lámpara- no se movía ni hablaba durante exactamente ciento sesenta y dos viñetas. “¡Ustedes me pidieron una relectura! Más relectura que esto imposible”, casi gemía Blasco.
Los editores no podían decir que Blasco no hubiera cumplido con el encargo: efectivamente, esta relectura de Batman era completamente original, única, inesperada y, muy probablemente, terminaría con todos los Batmans hasta el momento y también con la franquicia y sus altos cargos y salarios. Por supuesto, tomaron la decisión que suelen tomar los norteamericanos en estos casos: Seguir adelante con el programa hasta el final aunque terminaran en la puta calle, pero de ningún modo cometer el sacrilegio de saltearse una etapa de un Master Plan.
No se puede decir que la serie haya resultado un fracaso. En realidad, no se puede decir nada en absoluto porque tras analizar la reacción del público (se ha hablado de accesos de psicosis colectiva e incluso casos de combustión espontánea) decidieron lanzar otra serie, diseñada por un equipo de psicólogos de la CIA, que a través de efectos ópticos especiales y mensajes subliminales muy específicos se encargó de borrar de la memoria de todos los lectores, de la sociedad y del propio autor todo recuerdo de los 17 números que se llegaron a lanzar al mercado (lo que no obstó para que le dieran a Blasco una contundente patada en el culo).
Y ese es el motivo, tal vez, de que el “Batman de Blasco”, la lectura más audaz del personaje, no se cite en polémica alguna.
martes, 3 de junio de 2014
Pierre Lagardain: La crítica como Arte
Eran tiempos felices en la historieta francesa. Autores extraordinarios como Goscinny, Mezieres y un incipiente Tardi vendían millones de ejemplares y proyectaban internacionalmente sus bandes dessinées. Era también un buen momento para la crítica de historieta: Había críticos para todos los gustos, desde el populachero Henri Lomax, que culminaba todos sus artículos con un expresivo “Putain!” con el que se ganaba al público menos sutil, hasta Paul De Versailles, que pretendía hacerse el original reseñando historietas inexistentes (una idea que fracasó a los pocos meses por lo burda y remanida).
Pero ningún crítico era tan respetado como Antoine Lagardain. Desde su columna en la sección Cultura Gráfica de Le Monde encumbraba o destruía carreras con seguridad pasmosa. El “Cardenal Mazarino de la Crítica de Historieta”, como se lo llamaba con religioso temor, era quien marcaba el paso del Tout-Paris del cómic galo. Él fue quien decidió que los Pitufos ya no estaban más en el candelero (lo que obligó al desafortunado Peyo a abrirse camino al mercado americano y ganar millones de dólares), y quien encumbró al joven Lauzier. Con rigor casi científico, Lagardain era despiadado pero justo.
Por eso sorprendió un poco la crítica envenenada con que recibió la publicación de Alalakh, l’hitite, del dibujante Morandot, una joven promesa oriunda de Córcega que había irrumpido en la revista de comics Le Salopard con un estilo innovador y refescante. Sin embargo, en su primera crítica dijo que “la historia es más pueril de lo que nos tiene acostumbrados el no muy iluminado Morandot, y su estilo de dibujo huele a naftalina. Es de esperar que su propuesta madure con los números subsiguientes o que siga el destino de los frutos que maduran demasiado.”
Morandot tragó saliva al leer esta crítica, y debió tolerar que el editor de Le Salopard le impusiera un guionista, pero lo tomó como parte del aprendizaje. Sin embargo no fue suficiente para Lagardain. A la semana siguiente de publicado el segundo capítulo, elogió el guión pero sugirió que “no se sabe si Morandot es demasiado joven o demasiado inepto, o ambas cosas. Una se supera con el tiempo, la otra no se sabe. Pero en todo caso no es al lector a quien debe castigarse por su impericia, y no me refiero sólo a que sus caballos parezcan jirafas o perros o quién sabe qué”. Morandot pensó en llamar al crítico para decirle una serie de cosas, pero el editor le pidió un poco de humildad, y le sugirió asistir a un taller de dibujo para ajustar alguna tuerca.
Morandot le hizo caso a su mentor. Hay que decir que a sus modestos 22 años su técnica era muy superior a la de varios consagrados, pero eligió la moderación y la paciencia. No fue el mismo caso de Lagardain, que en su siguiente crítica destrozó completamente los esfuerzos del dibujante: “¿Es lícito dibujar con la poronga? Si es así, tal vez Morandot (¿o deberíamos llamarle Pelotudot?) haya inventado un nuevo arte que puede ser el comienzo del fin de la Civilización (…) dibujar como un perro debería ser castigado con la pena capital, y estrenar esta condena con el hijo de puta de Morandot (…) torturarlo sería poco, después de la tortura a la que somete a los lectores de su mierda (…) retardado (…) horrible (…) asqueroso (…) ganas de vomitar.”
Furioso, Morandot habló con su editor para decirle que no quería causarle problemas pero que estaba saliendo a la redacción de Le Monde para utilizar su cuerda de ahorque (tradicional arma de la mafia corsa) con el crítico. La respuesta del editor fue decepcionante: Le explicó que no se lo recomendaba, pero que de cualquier modo tenía libertad total, ya que Alalakh, l’hitite había sido discontinuada. Lagardain le había abierto los ojos y no podía publicar en la revsta un producto de tan mala calidad.
Morandot salió rumbo a Le Monde, pero sus pasos lo llevaron -en una suerte de sonambulismo- a la redacción de Le Salopard, mientras practicaba el movimiento de muñeca tan propio del instrumento de muerte de sus ancentros. Irrumpió en la oficina de su jefe para encontrarse con una desagradable sorpresa: Lagardain se hallaba allí, mostrándole al editor unas planchas de Alalakh, l’hitite dibujadas por el propio crítico. Aparentemente ser dibujante de historietas había sido el sueño de su vida y consideraba que estaba a la altura del proyecto; el editor estaba de acuerdo, especialmente después de leer la extraordinaria y favorable crítica anticipada escrita por Lagardain.
Después de un confuso episodio policial y tras pasar unos treinta días en prisión, Morandot volvió a Córcega para dedicarse a la cría de asnos junto a su padre. En cuanto a Alalakh, l’hitite dibujado por Lagardain, fue uno de los más arrasadores éxitos de crítica de la historia de Francia, aunque Le Salopard debió cerrar tres números más tarde debido a una brusca baja en las ventas.
lunes, 2 de junio de 2014
Ayrton Galíndez, el Peor Editor del Mundo
Hubo una época en que los dibujantes de historietas veían a la figura del Editor como el mismísimo Demonio, como una mezcla de Lex Luthor con Ebenezer Scrooge y el Sr. Burns; un ser mezquino, despiadado y envuelto en las llamas de la Codicia, cuyo único objetivo en la vida era degradar y exprimir a los pobres artistas, seres nimbados con un aura de Digno Sufrimiento y que soportaban cualquier tipo de maltrato debido a un explosivo cóctel de impotencia y Amor al Arte. Hoy, que el editor es un bien más bien escaso, se lo idolatra, mima y se le ofrecen favores sexuales gratuitos, por supuesto sin abandonar el aura de Digno Sufrimiento, la impotencia, etc. etc.
Pero no hablemos de estas tristes épocas, sino de aquella en la que ser Editor era un negocio y un oficio, con su carga de noblezas y miserias como todo lo que vale la pena en este mundo; y en esa época podían convivir representantes del éxito como Andrés Cascioli, Guillermo Divito y Alfredo Scutti con miríadas de profesionales del ramo que más o menos se las arreglaban, pero que existían. Y entre aquellos sobresalió Ayrton Galíndez, que llevaba el dudoso galardón de “Peor Editor del Mundo”.
Galíndez, nacido en Porto Alegre, hijo de un emigrante argentino y una barista gaúcha, había vuelto a la Argentina en 1972 en busca de sus raíces. Fanático del cómic (o “quadrinhos”) desde siempre, inició una pequeña editorial gracias a una herencia. Como muchos emprendedores, sus comienzos fueron desastrosos; el gran mérito de Galíndez fue mantener este estado de comienzo desastroso durante los veinte años que duró su empresa. Galíndez publicaba a cuatro colores obras en blanco y negro; se equivocaba con las medidas, llegando a partir al medio una historieta comprada a precio de oro al mismísimo Hugo Pratt (cuyos originales, además, logró extraviar en el camino); apostaba el grueso de su distribución a lo largo y a lo ancho de la Patagonia santacruceña; y por supuesto, jamás logró pagarle a sus dibujantes a término, peleando con medio mundo y viviendo de juicio en juicio y de amenaza en amenaza.
Entre las hazañas de Galíndez se cuenta una revista llamada “Yum-Yum”, de formato apaisado, donde republicaba historietas compradas (aunque se sospecha que las levantaba sin más) al King Features y “versiones en historieta de personajes exitosos del momento, fueran Carozo y Narizota o Scooby-Doo, por supuesto sin r ningún tipo de permiso de sus creadores originales y dibujadas por principiantes que reclutaba en la puerta de la escuela de Garaycochea. “Yum-Yum” era un conjunto de abortos gráficos. Hasta el número 16, las historietas se imprimieron espejadas. Cuando Galíndez se dio cuenta de este error, lo corrigió, pero fue peor, porque entonces los lectores comprendieron que, además, las hojas solían estar desordenadas, o repetidas, o con “aportes creativos” del propio editor, que consideraba que los parlamentos originales no se entendían bien; por lo general los diálogos reescritos por Galíndez estaban en un portuñol espantoso. Estos aportes, como algunos retoques sin sentido encajados en cómics de Barney Google o Alley Oop, pueden leerse como un Arte en sí mismo. En una escena, el cavernícola Alley Oop (rebautizado “Hipólito” por el brasilero) está por noquear a un tiranosaurio que amenaza a su novia. Seguramente a Galíndez se le terminó el material o las páginas de la revista, porque al cuadro siguiente Alley Oop dice algo así como “Voy embora al Polo Norte, ¡adiéus!”, y se lo ve, medio mal dibujado sobre la foto de un cohete. Incluso se adivinan unos pegotes de Plasticola.
Cuando Galíndez empezó a tener problemas económicos hizo cualquier cosa con tal de seguir adelante. Una de sus últimas invenciones consistió en aprovechar el sobrante del papel en el que se imprimía “Yum-Yum” -que ya estaba confeccionada con otro sobrante- para lanzar “Yum-Yum Grande”. Este “meta-sobrante” medía un metro y medio de largo por veintitrés milímetros. Por supuesto, para publicar el material debía deformarlo y destrozarlo hasta volverlo completamente ilegible. Ni hablar de lo complicado que era comercializar estos “chorizos” de papel en los kioscos, que lo rechazaban por no saber dónde ponerlo. “Yum-Yum” subsistió hasta el número 172 e intentar leerla es una de las tareas más ingratas y enloquecedoras que puedan imaginarse. Hoy en día, sin embargo, se considera a Galíndez al nivel de los grandes vanguardistas, como Lucio Fontana, que desgarraba el lienzo con un punzón; tal vez sea así. En todo caso, si grandes artistas son aquellos que saben convertir en virtud sus limitaciones, Galíndez no es ajeno a este grupo, ya que tenía limitaciones para dar y repartir.
domingo, 1 de junio de 2014
¡Adiós, “Kong”, adiós!
El mundo del cómic se viste de luto: El 27 de marzo nos dejó Al “Kong” Donaldson, leyenda viviente (hasta el 27 de marzo claro) de la historieta norteamericana, creador de Captain Reuben, Horald, Mister Master, Ava Naguilah e infinidad de personajes sin los cuales es muy difícil imaginar la historia del noveno Arte. Contaba con 103 años de edad.
Su partida ha dejado no un vacío, sino un verdadero cráter en la cultura del último siglo. Esta vez esta sección quiere rendir homenaje a Donaldson publicando las palabras de grandes protagonistas de la industria yanqui del comic-book que lo conocieron y admiraron:
“Con la partida de ‘Kong’ muere un enorme pedazo de la industria. Trabajé con él y desde el primer momento me impresionaron su creatividad, su libertad artística y su imponente contextura fìsica. No puedo decir que lo haya conocido mucho, ya que tenía un carácter difícil de penetrar y hasta de sobrellevar, como los grandes artistas. Salve, ‘Kong’, y sigue dirigiendo las peripecias de Captain Reuben desde el Cielo” (Stan Lee, guionista)
“Aún recuerdo la primera vez que vi entrar a Al a la editorial. A pesar de que sólo contaba con 14 años, sabía cómo imponerse, y más teniendo en cuenta sus 1.95 de estatura. Lo que le faltaba de técnica le sobraba de ímpetu, personalidad y seguridad en sí mismo: a los seis meses de trabajar como entintador de Bob Siegel ya había conseguido que le dieran un título, y no tanto por su talento –que lo tenía- como por su perseverancia y capacidad de persuasión” (Benjamin Duntz, ex editor de High Standard Comics)
“¡‘Kong’ era un caso único! No era especialmente buen dibujante, ni un excepcional guionista. Pero lograba transmitirle algo a sus cómics que los hacía increíblemente populares, algo difícil de definir o incluso de percibir. Yo mismo, que trabajé con él como fondista durante seis años en mis comienzos, nunca supe apreciar del todo su obra, que vista de un modo racional y objetivo parece increíblemente torpe. Pero un autor que ha logrado tanta repercusión está sin duda dotado de un genio muy especial” (Neal Adams, dibujante)
“Ahora que Neal lo dice, yo tampoco supe discernir muy bien el valor de Dopnaldson. Cuando era un chaval leía sus cómics y me parecían vomitivos, pero algo particular tenían, ya que un montón de gente que conocía hablaba de ellos con un entusiasmo increíble. Uno de esos artistas notables que uno debe reconocer –aunque sea para no enredarse en discusiones interminables- que ‘aunque no me guste, no se puede decir que sea malo’. En fin.” (Simon Bisley, dibujante)
“Es interesante lo que dice Simon, es interesante, muy interesante. Tengo que decir que durante los treinta y siete años que ‘Kong’ trabajó en DC mi vida fue una pesadilla. A mí me daba la impresión de que dibujaba con la polla, pero eso no se podía decir en voz alta. En primer lugar por el consenso generalizado acerca de su ‘particular talento’, y en segundo lugar porque ‘Kong’ tenía mal carácter. Muy mal carácter. Una vez quise señalarle alguna incoherencia en el guión de un Horald y no la pasé nada bien. Nada bien. Paró el ascensor donde estábamos viajando y.. (Pausa) No la pasé nada bien, nada bien.” (John-John Errugola, ex Secretario de redacción de DC)
“Mi trabajo con él no duró ni una semana. La fuerza física de ‘Kong’ era legendaria. No sólo era capaz de borrar con una goma los trazos de tinta, o de romper el papel por la fuerza que le imprimía: ¡DEJABA RAYONES EN EL TABLERO! Con la goma. Lo sé porque se me ocurrió elogiar cómo estaba vestida su hermana, que vino a visitarlo, y acto seguido, con una mirada bastante torva, me mostró lo que era capaz de hacer. Borrando una línea dejó un surco de arañazos en mi tablero, que parecía que hubiera sido atrapado entre los dientes de una jauría de chacales. No fui más, ni siquiera me atreví a buscar mis cosas.” (Jim Steranko, dibujante)
“Era un perro. Un perro sucio, maloliente y salvaje. Los abusos físicos que tuve que soportar mientras trabajé con él me dejaron traumatizado de por vida. La excusa podía ser un pincel sucio, o un parachoques mal bocetado. En cuanto a su ‘particular talento’, entiendo que pasaba noches enteras amenazando personalmente a familias de toda la Costa Este para que compraran sus asquerosos cómics. Es la unica explicación de su popularidad. Nadie me cree debido a mi condición, pero quiero recordar que estoy internado donde estoy debido a los años de maltrato de ‘Kong’. Escupo sobre su tumba y ojalá que se queme en el Infierno.” (Samuel Goldberg, ex ayudante de Donaldson)
Un artista que despierta pasiones y polémicas; pero que sin duda tiene un lugar de algún tipo en el panteón del cómic, y cuyo calificativo de “genio” es indiscutible, sea éste aplicable al caso que nos ocupa o no. ¡Adiós, “Kong”!
Giacometti-Gelbard: Un malentendido
Cuando guionista y dibujante encajan a la perfección, los resultados son sublimes. A veces, esto se da por casualidad, por simple buena “vibra” entre ambos artistas. Otras, gracias a la disciplina y el profesionalismo de los historietistas. El gran René Goscinny, por ejemplo, no escribía juegos de palabras cuando trabajaba con Morris, ya que a éste no le gustaban, y en cambio los generaba como chorizos cuando colaboraba con el dibujante Tabary.
Lo mismo podía decirse del Robert Gelbard, guionista de la DC durante los 70, que lo mismo escribía historias en un tono gótico cuando trabajaba con Berni Wrighston que epopeyas heroicas a la hora de colaborar con Jack Kirby. Se jactaba de adaptarse a la perfección a cualquier dibujante o relato que se le presentara. Sin embargo, pronto enfrentaría un desafío insuperable.
Dick Giacometti era una “joven promesa” que había llegado con una carpeta llena de trabajos deslumbrantes, que dejaron maravillado a Marvin Jeffries, editor jefe de DC de ese momento. Y le encargó a Gelbard que realizara junto a él una saga de la historieta “Kamandi” (Last boy on earth!). Gelbard se reunió con Giacometti y como era su costumbre le preguntó cuáles eran sus preferencias, qué estilos admiraba, etc., agregando –no sin orgullo- que siempre lograba captar la esencia del dibujante que le tocaba en suerte. Giacometti escuchó con una sonrisa y contestó, enigmáticamente: “Me gusta dibujar animalitos”.
Gelbard, algo confundido, interpretó que se trataba de una broma, tal vez relacionada con los animales humanoides de “Kamandi”. Pero como Giacometti no pronunció una sola palabra más en toda la reunión –en la que no había dejado de mirar al vacío con expresión estólida- decidió no ahondar en el asunto.
Semanas después, Gelbard contempló horrorizado las páginas que Giacometti había realizado. Su historia, donde unos monstruosos chimpancés invadían una Ciudad-fortaleza, había sido ilustrada con gatitos, ratoncitos y conejitos que se daban besitos y comían pastel de gengibre. Sus poderosos textos, además, habían sido reemplazados por dulces frases de tarjeta de felicitación. Ante la confirmación de Giacometti de que no era una broma –lo único que dijo fue “Me gusta dibujar animalitos”- Gelbard fue a quejarse.
Para su desgracia el editor Jeffries le echó la culpa a él. Le dijo que seguramente no había sido claro en sus indicaciones. Con mucha severidad, le explicó que el dibujante era uno de los artistas más brillantes de USA y que era su responsabilidad evitar que fuera a trabajar a la competencia.
Gelbard volvió a reunirse con Giacometti y le explicó con pelos y señales que en ningún momento del guión había sugerido la inclusión de conejitos y gatitos y menos aún pasteles de gengibre. Cuando se despidieron, Gelbard le hizo prometer que se ceñiría al guión, a lo que el dibujante asintió con la cabeza y agregó: “Me gusta dibujar animalitos”.
Una semana después, Gelbard llevó el guión al editor, junto con las nuevas páginas, donde la mayor “concesión” que había hecho Giacometti había sido poner un par de armas en uno que otro animalito. Armas color rosa, con flores y orejas de conejo, que disparaban algodón de azúcar. Jeffries, consternado, le dijo a Gelbard que tendría que haberle avisado antes de esta situación y le encargó llevar a buen término el número, con su futuro profesional en juego.
Gelbard entonces, tuvo una idea brillante: Le daría un enfoque completamente diferente a la historieta. Los personajes, debido a un pliegue en el espacio-tiempo, se verían teletransportados a una dimensión de fantasía, donde todos son animalitos dulces y simpáticos, y el conflicto ocurriría mediante un sutil subtexto, expresado en diálogos aparentemente empalagosos pero donde se leería –mediante ingeniosos indicadores para-lingüísticos- toda la violencia dela trama.
Después de trabajar durante cuatro días sin dormir, además de haber logrado su propósito, el guionista se las había arreglado para introducir algunos traumas autobiográficos y dos o tres conceptos muy polémicos sobre la vida, la muerte y el sistema capitalista. Envió el guión a Giacometti, convencido de haber logrado una hazaña.
Dos semanas más tarde, el editor Jeffries lo llamó enfurecido y le comunicó que estaba despedido. Perplejo, visitó a Giacometti para chequear los originales.
El dibujante, un poco molesto por la intención de Gelbard de manipular su estilo, había desviado el subtexto mediante expresiones faciales de los personajes, hasta cambiar completamente el sentido del subtexto original, convirtiéndolo en un alegato por el exterminio de los hispanos. Bueno, y además había incluido unas 17 páginas donde la hija mayor de Jeffries ensayaba docenas de posiciones sexuales diferentes con un par de docenas de enanos.
“Me gusta dibujar animalitos”, le dijo Giacometti al despedirse, con una mirada llena de resentimiento satisfecho.
martes, 20 de mayo de 2014
La lección de Paco, el Burrote
Se podría decir que la historieta tuvo sus años ’60 durante la década del ’80: Una enloquecida fiebre de vanguardismo, experimentación y obsesión por quebrar barreras estéticas junto a la cual las obras de Warhol –o de su hermana perdida, Marta Minujín- podrían pasar por cuadros de barquitos para decorar cuartos de hotel.
En España, donde publicaciones como Tótem, Comix Internacional, 1984, El Víbora y la edición ibérica de Metal Hurlant difundían las obras de Moebius, Joost Swarte y Dick Matena, reinaba el posmodernismo. Los autores del momento prácticamente no concebían una historieta que no hiciera referencia cultural a una obra preexistente o que no jugara con las convenciones del género. Aquel que no dibujaba una historia de agentes secretos retrofuturistas en el estilo de la línea clara de los 40, narraba herméticos relatos mudos o ilustraba con montajes fotográficos sus visiones de LSD. Todo contenía ironía, referencialidad y doble lectura y era extremadamente confuso.
En este contexto el crítico Jordi Courreilles estaba en el pináculo de su carrera gracias a los sesudos artículos que publicaba en el suplemento cultural de La Vanguardia. Entre sus descubrimientos figuraba el universo referencial de Daniel Torres y los estilos, también llenos de referencias culturales, de dibujantes como Gallardo y Max. “Max toma en sus manos los mundos sexual y polìticamente reprimidos de Hergé y James M. Barrie y los transforma, merced a la alquimia de su pincel, en una galaxia nueva basada en el sexo, la violencia y sobre todo la multirreferencialidad, donde caben tanto Elvis Presley como Conan el Bárbaro”, decía, sin atragantarse, acerca del muy ochentoso cómic Peter Pank. Leyendo El Niñato, la obra de Gallardo y Mediavilla, se relamía de este modo: “Gallardo y Mediavilla toman los universos de Popeye, Robert Crumb y Francisco Ibáñez y a través de la violencia y la referencialidad múltiple los convierten en una experiencia completamente diferente”.
Algunos autores se quejaban de que ya no había forma de tener cierta repercusión a menos que uno hiciera una referencia a algo o rompiera con algún código establecido. Resentido con el crítico, un dibujante bastante conocido le envió a Courreilles un pequeño libro que recopilaba las historietas de Paco el Burrote, del gallego Manuel Sánchez, acompañado de una carta que dedía “Fíjate Jordi, qué vanguardista es este tío.”
El análisis de la obra de Sánchez lo desquició por completo. Al principio creyó no entenderla. Luego, supuso que las chabacanas humoradas de Paco el Burrote estaban escritas “irónicamente”. Pero por fin, estudiando la obra en más profundidad (lo que, según cuentan sus familiares cercanos, empezó a ocupar cada vez más tiempo de su jornada diaria), estalló de entusiasmo. Transcribimos un fragmento de la crítica que Courreilles intentó enviar a La Vanguardia:
“Paco el Burrote, a diferencia de otros tebeos modernos, no juega con la referencialidad de obras ajenas. El inmenso Sánchez, al hacer por ejemplo ese chiste aparentemente burdo donde Paco se tira un pedo y su novia se desmaya, está realizando una referencia a su propia historieta, y la hace, además, simultáneamente a la historieta que está transcurriendo en ese momento. Esta es la genialidad del autor manchego.”
El éxtasis de Courreilles no terminaba con ese hallazgo: “Porque además Sánchez –según la exhaustiva lectura que estoy haciendo- también es capaz de hacer referencia a esa primera referencia, detectable también al mismo tiempo y exactamente en el mismo lugar físico que la primera. Sólo que otra. Y esto no se termina ahí: Desde que he empezado a analizar –sin prisa pero sin pausa- a Paco el Burrote, ya he detectado 12.678 referencias superpuestas a las otras referencias, todas todas todas incluidas en la primera página del libro. De hecho me gustaría poder seguir leyéndolo, pero me temo que no puedo, hasta no llegar a la última capa de autorreferencialidad de la primera secuencia, una tarea que se me está haciendo cuesta arriba.” Y agregaba, con angustia: “También me gustaría parar de encontrar referencias para hablar con mis hijos. O dormir. O comer.”
El artículo llegó a ocupar unas 3.800 páginas, lo que explica que nunca fuera publicado en el periódico. Un párrafo de la página 3.230 da algún indicio de la fuerza que llevó a Courreilles al manicomio: “Me asalta la duda de si Sánchez en realidad no está haciendo ninguna autorreferencialidad, sino lisa y llanamente ua historieta, pero para un hombre en mi posición esa idea resulta incomprensible y aterradora.”
lunes, 12 de mayo de 2014
Mandel, el opositor universal
Tradicionalmente se ha dicho que el humor político debe ser un humor de oposición: El humor siempre ha sido una herramienta crítica contra los gobernantes de turno. Sin embargo, como bien señaló alguna vez Alejandro Dolina, es posible hacer “humor político oficialista”, lanzando pullas contra la oposición. Pero pocos humoristas debieron ejercitarse en estos mecanismos como Aaron Mandelbaum (más conocido como “Mandel”), el creador de la celebrada tira norteamericana “Really!” (“¡Realmente!”).
Corría el año 1977 y algunos vientos de cambio se percibían en la política estadounidense, cuando el demócrata Jimmy Carter fue electo rompiendo más de una década de hegemonía republicana, incluyendo los infames tiempos de Richard Nixon. Carter intentó desde su gobierno luchar por los Derechos Humanos, lo que despertó grandes simpatías entre el progresismo yanqui.
Mandel ya había logrado cierto éxito con su tira, protagonizada por un ex-profesor de física devenido en heroinómano llamado Willliam W. Really, desde donde lanzaba sarcásticos dardos contra el establishment, y no fue la excepción: En su historieta comenzó a criticar a los sectores de derecha que rechazaban la política de derechos humanos de Carter (a lo largo de toda una serie donde el drogadicto Really estaba convencido de que un boy scout quería torturarlo). Mandel incluso fue invitado a la Casa Blanca y sus fotos junto al Presidente recorrieron los principales medios.
Esto le valió la crítica del humorista Al Capp, conocido por sus posiciones de derecha, que advirtió sobre los peligros de coquetear con el Poder. La crítica de Capp hizo reflexionar a Mandel, y decidió no ahorrarse “palos” contra el gobierno demócrata, ahora atacando duramente la ineficiencia económica de la administración Carter.
Ante este vuelco, el humorista Garry Trudeau escribió una carta pública donde acusaba a Mandel de “recalcitrante” y de haberse vendido al Partido Republicano. Mandel reaccionó volviendo a criticar a la oposición, cuidando al mismo tiempo de no dejar de criticar a Carter, pero fue inútil: simpatizantes de ambos partidos acusaron a Mandel de “no querer comprometerse políticamente”. Para demostrar lo contrario, Mandel decidió afiliarse al izquierdista Labour Party y a bajar línea política (muchas veces transcripta literalmente de la plataforma del partido) desde su tira. Fue entonces que varios sobrevivientes del movimiento Underground, con Robert Crumb a la cabeza, criticaron a Mandel por haber caído en “la trampa de los partidos políticos”.
Mandel entró en una profunda crisis personal y espiritual. Su tira se volvía cada vez más oscura y nihilista, hasta que “Los odio a todos por igual”, aplicado a partidos políticos, movimientos sociales, empresarios, deportistas, artistas y colegas se convirtió en el lema de la serie. Entonces fue que varios intelectuales y referentes del cómic (de toido el espectro político) acordaron en que Mandel ya no era el de antes, y que criticar a todo el mundo era lo mismo que no criticar nada; el periódico de izquierda East Village Other publicó un dibujo de “Really!” en la tapa, explicando que la falta de mensaje de la tira demostraba el origen pequeño-burgués del autor y su absoluta falta de contenido ideológico.
Lo que nadie entendía era que el joven humorista padecía de una atroz dependencia afectiva patológica. El menor desacuerdo con sus seres queridos lo sumía en terribles depresiones. A través de su profesión había logrado canalizar este padecimiento, utilizando feroces críticas contra determinados sectores para ganarse el aplauso de sus opositores; así, la confrontación era en realidad un medio para sentirse querido, admirado y sobre todo aprobado (un método en realidad más frecuente de lo que parece).
Sin embargo, esta vez sus ataques indiscriminados contra el resto del Universo sólo le valieron el odio y el rechazo este mismo Universo al que él insultaba (¡Algo completamente inesperado!). Con su ego hecho trizas por la desaprobación universal, completamente desorientado, sin saber si ponerse de éste lado u otro y totalmente huérfano de aliados, convirtió su tira en un vehículo de autodegradación. Ahora los gags de “Really!” iban dirigidos contra sí mismo, revelando al mundo sus peores miserias y debilidades.
Lamentablemente este recurso fue duramente criticado por su psiquiatra, quien le recriminó con disgusto que su tratamiento parecía haber retrocedido años y años. Esto fue demasiado para Mandel, que decidió abandonar el dibujo y dedicarse, sorpresivamente y sin ningún tipo de experiencia previa, al boxeo (¿). Poco se sabe de la carrera boxística de Mandel, excepto que cuenta con un 100 % de derrotas por K.O., récord poco feliz pero que lo ha convertido en uno de los boxeadores más queridos por sus contrincantes.
martes, 6 de mayo de 2014
lunes, 28 de abril de 2014
¡Demuestran que el Socialismo se encuentra dentro de todos nosotros en estado latente y sólo necesitamos que alguien nos obligue a implementarlo!
Existe en el humano una especie de “Sentimiento Socialista de la Lástima”. Como todas las cosas que no cuestan dinero, la Lástima es una de esas actividades donde la gente es capaz de sostener un criterio de reparto justo y razonable, dando a cada quien lo suyo, surcando su frente de diez mil arrugas ante desgracias irreparables y bajando gradualmente la cantidad de las mismas a medida que la desgracia parece implicar un previo estado de bienestar pequeño burgués al parecer inmerecido, culminando en un indiferente encogimiento de hombros en los puntos más opuestos del gradiente.
Por eso es que la gente te entrega palabras de aliento y palmadas de simpatía si les contás que se te murió alguien y, en cambio, reacciona casi festivamente (en el sentido amplio de la palabra “casi”), lanzando unas carcajadas ácidas e involuntarias y bastante desagradables si les contás -con gran congoja de tu parte- que perdiste las llaves del auto; es eso o mi prójimo ya ha decidido no disimular cuánto me odia.
jueves, 24 de abril de 2014
¡Determinan que libro no es un libro!
Me quiero comprar este libro.
464 páginas de Landrú, el humorista argentino que más me ha hecho reir; contiene -digo yo- cientos de dibujos y escritos con sus personajes; un libro, además, de gran importancia histórica debido a las diversas intervenciones de “Tía Vicenta” en los medios y la política argentina. En fin, un “must”, muchachos, un “must”.
El primer problema es el precio. $690. Seguramente tengo una falla en la percepción de lo que debe salir o no debe salir un libro, seguramente todo está más caro de lo que creo y es cierto que hoy un billete de 100 es como caquita (aunque siento que me arrancan un trozo de riñón cada vez que me desprendo de uno). Pero, ¡690! Para mí es una cifra que se acerca más a lo que tiene que salir un electrodoméstico que un libro.
Y no es una exageración: algunos electrodomésticos son más baratos. Por ejemplo, una tostadora, o una pava eléctrica. Creo que podría comprarme tres o cuatro de esos ítems con un Landrú. Y el electrodoméstico tiene cables, lucecitas, microchips, cosas caras. ¿El Landrú tiene microchip? No, no tiene. ¡Jaque mate, flaco! ¡No me cobres cosa sin microchip como dos o tres veces algo que tiene! ¡Es lo único que te pido!
El segundo problema es el tamaño, que claro, acá en la fotito no se nota, pero es grande. Me refiero a grande de grande grande, grande de que no podés dudar si está entre “mediano” o “grande”, no, es grande a simple vista, es un flor de pedazote de cacho de libro. No es un “ladrillo” sino varios.
Es grande, gordo e incómodo, es un libro que te invita a dejarlo en la biblioteca, que se ve re lindo, no a llevártelo a la cama o al baño. Ahí en el aviso te lo ponen, así casi al pasar, medio traicioneramente: ¡Pesa 2.500 gramos! ¡Dos kilos y medio! Ya que te lo pongan ahí, yo digo que tipo advertencia es para preocuparse, como si el librero se quisiera sacar la responsabilidad de vendértelo y que después necesites un flete. También dice “encuadernación rústica”. No me quiero imaginar lo que pesaría el tapa dura.
No me imagino cargando esa bestialidad para leer en el colectivo (si es que yo tuviera la peregrina idea de viajar en colectivo. Pero ese es otro tema), o yendo a un bar con el Landrú bajo el brazo, o sea, no creo que lo pudiera llevar, técnicamente, “bajo el brazo”. No creo que la presión del brazo contra las costillas que soy capaz de hacer fuera suficiente para mantenerlo en su lugar. No, es un libro que lo tenés que ocupar con las dos manos o un carrito. Es ese tipo de libro, tipo libro de arte, grande.
Y acá está la parte más preocupante del asunto ¿Puede, un libro que supera ciertas dimensiones, llamarse “libro”? Por ejemplo, cuando una pelota de ping pong tiene el tamaño de una número cinco, yo creo que ya no es una pelota de ping pong. Es una número cinco, o una bola de cristal, o un plafond esférico para alumbrar el jardín. ¿Un clavo de un metro de largo es un clavo o es un florete? Un anillo de un metro de diámetro no es un anillo, es un hula-hula, y una gomita elástica grande no es una gomita, sino una cámara de auto. Bueno, podemos estar todo el día así.
No, no sé qué es el Landrú. Sé que no es un libro, pero las características del objeto, sumado a su tamaño, lo hacen difícil de recategorizar. No hay cosas rectangulares con miles de hojas gigantes que contienen letritas y dibujos. Lo más adecuado que se me ocurrió es que es una especie de puerta. Pero las puertas no tienen, atrás, otras cientos de puertitas (de una consistencia más meliflua) que tenés que seguir abriendo indefinidamente, salvo en las escenas de algunos dibujos animados.
En fin, no sé lo que es, ya quedamos en que no es un libro, y sé que a pesar de todo, quiero ese Landrú. Escucho ofertas, pero tienen que incluir gastos de transporte, logística y probablemente traumatología. Gracias, espero acá.
miércoles, 23 de abril de 2014
lunes, 21 de abril de 2014
¡Denuncian el “Efecto Pinti” (finale)!
(Viene de acá)
Pero, ¿de dónde proviene este fenómeno? ¿Dónde nace? ¿Cuál es su motivación, su recompensa o “pay-off” -como dicen los pibes de ahora-, el soplo vital que le da origen, el botón rojo que dispara este letal rayo de emplomadura?
La respuesta es “envejecimiento”; pasan los años, la vitalidad merma, la energía declina y el cuerpo no responde. El alcohol ya no nos dota de una alegría de vivir ilimitada, sino de sopor ingobernable e hinchazón abdominal. Un par de rodajas de salamín picado grueso nos deja de cama. ¡Algunos de nosotros sólo podemos hacer el amor durante ocho horas seguidas y no más de siete u ocho supermodelos!
El cerebro no corre una suerte mucho mejor. La creación de nuevos pensamientos ya no fluye irresponsablemente como una canilla abierta (excepto a la hora de crear conspiraciones gubernamentales mientras hacemos la cola de la jubilación). Dosifica la exploración con prudencia excesiva y temerosa, como un adicto a los deportes extremos que ha sufrido una quebradura de todo su esqueleto y, convaleciente y debilitado, temiera volver al ruedo. Los nuevos conocimientos, por otro lado, se resisten a entrar, como si presintieran la aridez y grisitud de ese habitáculo gastado e iluminado a tubo fluorescente.
¿Qué le queda entonces de consuelo a este órgano decadente? “Ya que no puedo absorber, ¡puedo difundir mi excedente acumulado!” Y empieza a hacer docencia.
Tengo la impresión de que la docencia debe ser una de las actividades más dañinas para el espíritu humano. Pasarse las horas quemádole la cabeza a nuestros coterráneos con nuestras experiencias de vida y brillantes conclusiones pareciera a priori una excelente forma de catarsis, o aunque sea un pasatiempo inofensivo. No lo es.
El incinerador de cabezas no lo nota, ya que está muy ocupado en contener los orgasmos superpuestos que le provocan el sentirse escuchado, pero en realidad también se va quemando la cabeza a sí mismo con su propia voz. Por cada palabra que descerraja implacable en el cráneo de sus desgraciados discípulos, varias de sus propias neuronas entran en coma por acumulación de conceptos redundantes. La neurona dice: “Ah, pero esto que estoy escuchando yo ya lo sabía (porque lo estoy diciendo yo mismo)”, así que se tira a dormir una siesta. Y, debido a los problemas de batería de su avanzada edad, sigue de largo. Después de un rato, como que ya no prende de vuelta.
A otros se les da por ser padres; pero son padres de la peor manera, la manera más superficial y aparente: no son los padres intachables que predican con el ejemplo, o padres enérgicos y en la flor de la edad que construyen, desbaratan, proyectan, piden créditos hipotecarios y abren a sus hijos las ventanas del Mundo, ni padres en el sentido más físico de la palabra que pueblan el planeta mediante inagotables torrentes de esperma y/u óvulos, sino padres provectos y yermos. Cáscaras vacías disfrazadas de padres. Padres sentados frente al fueguito, envueltos en un chal de vicuña, que adoptan la pose que tantas veces han escuchado de otros padres ancianos y se dedican a soltar máximas. Muuuuuchas máximas. Una detrás de la otra, sin solución de continuidad, máximas profundas, didácticas, sustanciosas e indigestas, hasta que su auditorio se tira por la ventana. En resumen: No jodan, muchachos, son abuelos.
Y eso es lo que está pasando con Internet: Le vino el viejazo. No importa que se cosmetice con los sucesivos adelantos de la ciencia, messsngers, weblogs, flogs, orkuts, facebooks, twitters e instagrams. Son blefaroplastias, implantes mamarios, peluquines y viagras. Adornos que no disimulan lo inevitable. ¡Internet está vieja y sus habitantes envejecen a velocidades geométricas!
Y para combatirlo hay que pará no, no no hay que nada, casi me llevan con ustedes, ¡no me tendrán!, yo que sé que hay que hacer, NO SÉ NADA, NO SÉ NADA, PAPAPALLALA GOROGROGOROGRO, ME SACO EL SACO ME PONGO EL PONGHO, chorifiuuuuuulso. ¡Potopto!