viernes, 4 de enero de 2013

¡Denuncian a “Insistor”!


El arte de la discusión es un laberinto pleno de recovecos, callejones sin salida, puertas-trampa, cazabobos, páramos mortales y altillos donde moran monstruos coprófagos; y son estas entidades las que otorgan a una discusión su condición de tal, ya que en su ausencia estamos ante un intercambio de novedades barriales entre vecinas; quien sepa sortearlos con elegancia y a la vez guiar a su oponente a uno o más de ellos habrá conseguido llegar a la meta, que no es llegar a un acuerdo o echar luz sobre un asunto o negocio, sino aplastar al prójimo más cercano con el Zapato Clavetado de la Retórica. Y bien que se lo merece, por boludo.



Antaño era blog, hoy es Facebook donde se llevan a cabo las contiendas más demenciales, y sólo los muy valientes o los muy esquizofrénicos saben lanzarse a éstas con decisión, o sea yo. Reconozco que no siempre he salido indemne; no del resultado de la batalla en sí (mantengo un invicto casi bochornoso) pero sí de las puñaladas fatales contra mi tiempo, productividad y salud mental. Pero me instan a continuar los bellos momentos que suelo legar a la posteridad: un sarcasmo hiriente en el momento exacto, un contraataque a traición, un súbito giro de temática que deja al contrincante mareado e indefenso (para luego ¡zas! Patearlo en las Canillas de la Convicción), todas fintas y movimientos que, como en el boxeo, justifican la pelea más allá del resultado final.



Por eso quiero quejarme, o hacer notar o tal vez denunciar, qué digo denunciar, encarcelar o prohibir o aplastar (con el Zapato Claveteado etc. etc) un movimiento, o ejemplar o “bug de diseño” que suele aparecer en estas discusiones que me parece completamente antideportivo, por no decir ILEGAL. Se trata de la torpe estrategia que llamaremos “Insisto”.



“Insisto” y su usuario, “Insistor”, actúa de este modo: Profiere el argumento “A”, contestado de manera impecable por nosotros por el argumento “B”, al que re-contesta con el argumento “C”, a su vez refutado devastadoramente por nosotros por el argumento “D”. Extiéndase esta escena a todas las letras del abecedario necesarias. Y entonces, en algún momento, “Insistor” cree contratacar con el siguiente manotazo: “Insisto: ¡A!”.



Yo no sé qué espera “Insistor” con esta torpeza, no sé si cree que la insistencia es un argumento, no sé si me vio la cara o si es boludo o se hace. Lo que sí sé es que “A” ya ha sido contestado oportunamente por “B”. ¿Debo rebajarme a decir “Insisto: B” para que el muy primitivo me entienda? ¿No se detiene a razonar que decir “Insisto” es lo mismo que anunciar a los gritos “Me quedé sin argumentos, así que repito uno viejo”?



Lo único que logra “Insistor” es retrasar la polémica, tirarla hacia atrás, echar un manchón pútrido sobre lo que debería ser una epopeya, meter un “resumen de lo publicado” en mitad de una edición en papel biblia de la Ilíada. No pretendo determinar si “Insistor” tenía razón al decir “A”. Eso no importa. Es irrelevante. Lo discutiremos en otro momento. Lo que me pone rojo de frustración es: ¿No le da vergüenza, pudor, bochorno social exhibir un tropezón en mitad del Lago de los Cisnes? ¿No tiene el mínimo de aprecio por los valores de la belleza, el equilibrio, el ritmo, la elegancia anrrativa? Por más que los ángeles hablaran a mis oídos, que los Dioses se presentaran cada mañana a mi despacho y que las voces de mis antepasados retumbaran en mi cabeza diciéndome “Tenés razón, tenés razón, tenés razón, es ‘A’ y no otra cosa”, ¡jamás se me ocurriría volverlo a repetir! ¡“A” ya tuvo su oportunidad, y si no ha sido lo suficientemente aplastante, no ya para acabar la discusión, pero siquiera para dejar al enemigo con los oídos zumbando y las sienes embotadas, entonces que no joda más! ¡Que se le lleve el Demonio a “A”! ¿Qué hacés acá? ¿No te habías ido?



Creo entender o interpretar que “Insistor” pertenece a una de las razas menos humanas de la Humanidad, esa raza que, sin ser diabólica, preferiríamos todos que se extinguiera antes que el mismo Diablo. Tomaríamos con más gusto el té con Satanás antes que con un miembro de esta especie: la de los cargosos, los insistentes, los plomos de todo tipo y laya, aquellos que ante la ausencia de armas, ingenio, o del justo sentido de la oportunidad que nos permite una zancadilla traicionera pero efectiva, optan por la menos digna de las estrategias: La de la insistencia, la repetición, el mantra con perspectivas de cansancio moral o lavado de cerebro. La estrategia que los niños pequeños utilizan cuando quieren un helado, sólo que en ellos se justifica debido a que aún no conocen otra.



Pero tolerar que un usuario de Facebook (por definición mayor de 14 años), un hombre o mujer hecho y derecha, un bolainas con bigote pretenda incluir en una discusión el cántico “Insisto, quiero un helado, insisto, quiero un helado, insisto, quiero un helado” como un movimiento válido… No, no. Inaceptable. Retírese, Insistor. No se lo voy a decir dos veces, espero que no haga falta explicarle por qué.



¡No, porque aparte… Perdón, ya está. Sufi, sufi, a ver si todavía es contagioso.


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