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Noto con pena que el “cinéfilo”, esa extraÑa criatura que autoafirma su personalidad según el tipo y la cantidad de películas que ve, se encuentra desde hace un tiempo en estado de confusión y desorientación; esto no pasaba en los ochenta, donde le alcanzaba con decir “Scorsese” o “Coppola” para reclamar el cheque del oscuro pasquín contracultural para el que trabajaba, o en los noventa, donde blandía histéricamente a Tim Burton o los hermanos Coen como estandartes de carne humana.
No, el Cinéfilo del siglo XXI no termina de encontrar sus nuevos héroes, aunque intenta algunos tiros al aire, tipo “Wes Anderson”, para ver si baja de un perdigonazo afortunado al Pato del Emblema Cinematográfico que necesita para encontrar un nuevo rumbo. Al pobre cinéfilo, que en el fondo es como un niÑo, le hace falta enterarse de muchas cosas; por suerte esta columna, sin ánimo de parecer pedante, como siempre tiene la PAPA.
La primera PAPA es que tiene que ir haciéndose a la idea de que tal vez no se estrene ni única película buena de acá al resto de la eternidad. Olvídenlo. Esa película no existe. No está, se fue. Las películas posibles no son infinitas, y menos aún las buenas. Tal vez ya hayamos llegado a ese punto de saturación. ¿Por qué seguir esforzándose y pagar fortunas para gastar en esos Museos del Mal Gusto que son los multicines actuales o a esos Autoservicios Chinos del Entretenimiento llamados videoclubes? Ya está; ya viste todas las películas que tenías que ver. No pasa nada. Podés hacer otra cosa.
La segunda PAPA es que muy, muy , muy en el fondo, sabemos que ninguna película de la historia del cine ha sido tan tan tan tan tan buena como para justificar la parva de aseveraciones semivacías que los cinéfilos acostumbran derramar. Ni ésta ni ésta ni ésta, que son bastante buenas, serán los recuerdos que nos vendrán a la cabeza en nuestro lecho de muerte; Mi amigo y colega, el Sr. Pablo Fayó dice siempre que llora cada vez que va al cine, pero que después de haber llorado con “Día de la Independencia” empezó a sospechar que su llanto tiene algo que ver con la oscuridad del recinto o el sonido sensurround. En el fondo seguimos yendo a maravillarnos viendo personitas en movimiento encerradas en una tela; En el fondo no es más que un espectáculo de feria, no más sorprendente que “ Monga la mujer Gorila”; Peor, porque el prodigio de Monga por lo menos era totalmente EN VIVO.
Miren lo que acabo de hacer: de un plumazo, con las austeras armas de la valentía y la sinceridad he borrado del mapa miles y miles de artículos, conferencias, teorías, Universidades del Cine, Cahiers du cinemá, revistas El Amante y el resto de esta pobre gente que vive de estas ilusiones. Lo lamento tanto.
Sé que además, con esta polémica revelación me estoy echando a la Industria Cinematogáfica encima, y ya escucho las pisadas de los matones de Hollywood – o del INCAA – que se acercan a cortarme la garganta con una moviola antigua robada de algún polvoriento museo del cine, pero “Yo contra el Mundo” tiene un deber y un Mensaje que propalar; sé también que ante esta Verdad el “cinéfilo” está empezando a sufrir espasmos involuntarios, a gritar descontroladamente “¡Mentís!!! ¡Mentís!!!”, para luego taparse los oídos y gritar “La, la, la, la” revolcándose en el piso (¡por favor, que alguien le inyecte algo!), pero lo hago por su bien, para que no siga buscando a su inexistente Mesías como un peregrino extraviado.
Un omelette; esa es mi recomendación, espectadores sin espectáculo: la próxima vez que se pregunten qué pueden hacer un sábado a la noche, hagan un omelette; el omelette más mediocre es una experiencia mucho más completa que la mejor de las películas. Y si sus ansias de análisis crítico lo atormentan, también puede decir muchas cosas sobre el omelette: Que está rico, que no lo está, que quedó medio seco, que simboliza la vida porque está hecho de huevo y una sarta de etcéteras a gusto.
RESUMEN FACILISTA DE LA NOTA: Al final, las películas son una BOLUDEZ!
Publicado a las 09:45 a.m.
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